LA DIGNIDAD
La mayoría de la gente cree que la dignidad humana va unida a la posesión, indispensable, de bienes materiales que le permitan una vida digna: Según este concepto no se puede tener dignidad plena sin una casa digna, un trabajo reconocido por la sociedad, unos ingresos aceptables y algún pequeño capital que respalde estos bienes materiales.
Sin embargo, la dignidad en si misma, no está ligada a los bienes materiales. Se puede ser, en realidad hay miles de ellos, un multimillonario indigno y en contrapartida hay millones de personas dignas que no poseen bien material alguno.
No puedo negar la ayuda inestimable que, para ser digno, es tener todas las necesidades terrenales cubiertas holgadamente en función de lo que cada uno considere como indispensable para mantener una vida digna, por lo que la DIGNIDAD empieza por ser uno mismo consciente de poseerla, al margen de la necesidad de que otras personas te la concedan.
Estoy repasando mis lecturas sobre el mundo romano y en aquella época "La Dígnitas" debía ganársela cada ciudadano romano, paso a paso, en función de los cargos públicos, impecablemente ejercidos, hasta llegar al máximo que era ser considerado el Primer Hombre de Roma y para ello debía recorrer por todos los escalones civiles y militares, que le exigía aquella sociedad, y repetir una y otras vez en los altos cargos de Senador y Cónsul hasta ser considerado "princeps senatus", como censor patricio más antiguo de Roma.
Pero para mi la Dignidad empieza por uno mismo, por tener conciencia de que estás haciendo "lo correcto" en cada uno de tus actos.
El hecho de ser el Primer Hombre de Roma, el Primer Ministro de un gobierno actual, un científico mundialmente reconocido y respetado, un multimillonario admirado por la comunidad, etc. etc., no le confiere el estatus de Dignidad, pues en todos estos casos se puede ser una persona muy digna o por el contrario dilapidar esa dignidad que se le presupone si sus acciones y comportamiento no están de acuerdo con el concepto personal (aceptado por la sociedad coetánea) del bien y del mal y de lo correcto e incorrecto.
Por lo tanto tampoco en nuestra sociedad moderna el cargo lleva inherente la dignidad del que lo desempeñe. Se puede ser Rey o Príncipe, sin principios, y mendigo con un alto concepto de su propia dignidad, lo que conlleva un mérito añadido, ya que es mucho mas fácil estar entregado a los demás y ser magnánimo en el primer caso que en el segundo donde resultará extremadamente difícil.
También hay trabajos en nuestra sociedad que parecen elevar a una dignidad superior a los que lo desempeñan, por las posibilidades reales que les ofrecen para desarrollarla, como son por ejemplo los de profesor, médico o sacerdote.
Pero no nos engañemos, no siempre "el hábito hace al monje"; ni todos los profesores son dignos ni, aún los que lo son, siempre serán reconocidos como tales por su sociedad y los ejemplos en la historia son innumerables. Una vez tras otra estos maestros de la ciencia, de la moral y de las libertades han sido masacrados por los poderes políticos que sólo deseaban implantar su ideología y cercenar libertades y conocimientos que son el germen de nuevos descontentos, porque la dignidad lleva consigo la necesidad de sentirse libre y ser tratado como tal, aplicando un principio fundamental de Los Derechos Humanos que exige la igualdad al nacer para todas las personas.
Otro tanto podemos decir de los médicos. Siendo para mí una de las profesiones que más respeto y considero que pueden elevar la dignidad humana a límites máximos, por su nivel de entrega y sacrificio por los demás, tampoco es razonable creer que todos los médicos se merecen ese nivel tan elevado de respeto. Ejemplos de médicos mercantilizados, que anteponen dinero a servicio, son cada día más frecuentes en nuestra moderna sociedad donde la figura del incansable y entregado médico de familia, que no tenía horas, días de asueto, ni problemas por ello va siendo poco a poco sustituido por un nuevo servicio donde los médicos son empleados de una empresa con sus derechos y sus horas controladas como operario, lo que por otra parte me parece más justo para ellos.
En cuanto a los sacerdotes: ¿qué profesión existe de mayor entrega a los demás que el sacerdocio? Hay millones de sacerdotes repartidos por el mundo cuya labor encomiable los hace merecedores del máximo respeto y poseedores de la máxima dignidad, pero tampoco esto quiere decir que todos los sacerdotes aprovechen esa capacidad del sacerdocio para dignificar su vida y sus acciones. Por desgracia hemos vistos demasiados ejemplos de individuos que han aprovechado el sacerdocio para acercarse a la juventud a satisfacer sus deseos sexuales de forma ruin y reiterada. Entiendo perfectamente la debilidad humana y no seré yo el que critique la flaqueza de un hombre que sucumbe ante la tentación, pero su hombría y dignidad lo llevarán a tomar la determinación de cortar por lo sano. O dejar el sacerdocio o cumplir con su juramento. Es absolutamente inmoral e intolerable que un degenerado, que ha podido acceder mediante el engaño a los hábitos, esté años y años aprovechando su privilegiada situación para aprovecharse sexualmente de los jóvenes que se rodea y que en algunos casos deja traumatizados o cuando menos desorientados y todavía es más reprochable que la Iglesia, para evitar el escándalo, haya estado ocultando los hechos y permitiendo su continuación al demostrarse incapaz de cercenar el mal. De todas formas no creo que exista profesión más digna que ésta y donde el porcentaje de personas que se desvían de su recto camino sea inferior al de los sacerdotes.
En la parte opuesta tenemos los trabajos serviles, estados civiles o desprecio de la sociedad. Hay trabajos que las personas consideran indignos para ser desarrollados por ellos mismos por lo que deduzco que tendrán en poca estima social al que los realiza. Tampoco parece que los esclavos o los intocables de la casta India sean personas a las que pueda atribuirse una mínima dignidad. Sin embargo, mantengo que se pueden recoger cartones por la calle con total dignidad y que se puede ser esclavo o intocable sin perder por ello la propia autoestima, la conciencia de ser persona que merece todo el respeto de los demás y que mantiene su orgullo a pesar del trato infrahumano al que pueda estar sometido.
Llegado a este punto he acudido al auxilio de Wikipedia para ver por donde van las corrientes de pensamiento en estos momentos respecto al significado de Dignidad y he podido comprobar que, con mis ideas, casi seguro que no sacaría un aprobado en Filosofía.
Por una parte (Guía 2000 de la Filosofía) parece ser que “la palabra dignidad no figura en la última edición de la Enciclopedia Británica Universal, Edición Abreviada, de modo que parecería que está en desuso o que no existen méritos suficientes en las personas, situaciones o cosas como para que corresponda aplicarle esta calidad de ser”.
Por otra parte entiendo que en la actualidad el sentido de la Dignidad ha variado muy poco del sentido romano de la misma, teniendo en cuenta, que todavía hoy por hoy: “La dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto” Evidentemente en este presupuesto la dignidad nos la tienen que otorgar y, a pesar de reconocer mis limitaciones en ese y en otros muchísimos campos del saber, sigo manteniendo mi postura respecto a que: La Dignidad es un estado de ánimo, resultado de una profunda reflexión, donde cada persona ha realizado un análisis de su autoestima, de su comportamiento respecto a su propio concepto del bien y del mal, que esté en consonancia con las buenas costumbres y formas al uso en cada época y cultura.
Es decir que nuestra dignidad no depende, tan solo, de nuestro comportamiento social e individual, ni tampoco será igual en cada civilización, época o país y a veces el estatus de Dignidad varía dentro del mismo país y en la misma época. Recientemente he visto la película “Lincoln de Steven Espielgber” y entiendo que la absoluta convicción de Dignidad impoluta de un Confederado, formado en West Point, con una carrera militar impecable, una hacienda de miles de hectáreas, un palacete colonial, una familia ejemplar y dispuesto a dar su vida por sus ideales (y privilegios) entraba en contradicción con la idea de Dignidad de un antiesclavista, que veía a esa misma persona como un ser egoísta, orgulloso e implacable con sus esclavos a los que humillaba, maltrataba y castigaba a veces con la muerte. Aquí me resulta evidente que la palabra Dignidad conlleva una serie de implicaciones que se me escapan y donde no basta sólo el sentido común para poder llegar al fondo de cuestión.
Realmente, no es hasta la propagación del Cristianismo, cuando se reconoce que la dignidad de las personas es igual para todos, puesto que todos somos hijos de Dios. Según la Teología Cristiana “La dignidad está relacionada a la excelencia, la gravedad y el decoro de las personas en su manera de comportarse” Seguimos comprobando que la dignidad es “cara al público” por lo que uno puede parecer Dignísimo a los demás y en su fuero interno saber perfectamente que es un ser indigno y despreciable.
También en el artículo 1º de Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, declara que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos»
Entiendo que quiere decir que todos nacemos con el mismo derecho a ser libres, iguales ante la ley y la sociedad y con la capacidad intrínseca a nuestra dignidad. Pero, insisto, la Dignidad es algo que hay que ganarse a lo largo de una vida. Al igual que “nuestra alma” no viene inserta en el ADN que nos transmiten nuestros ancestros, sino que tendremos que ir moldeándola poco a poco, como se talla una figura, que partiendo de una materia prima idónea se le va dando la forma deseada y que cada uno la moldeará a medida de su capacidad de tallar.
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