sábado, 28 de febrero de 2015

LA ERMITA: HISTORIA DEL ASOCIACIONISMO EN ISLA MAYOR(3).



LA ERMITA: HISTORIA DEL ASOCIACIONISMO EN ISLA MAYOR(3). 1976-1979


Voy a contaros, muy resumida, la historia de un grupo de agricultores que se rebelaron contra los poderes “fácticos” establecidos en el sector arrocero de Isla Mayor. Eran momentos difíciles, tanto desde un punto de vista político como económico. A pesar de ello y sin la ayuda económica de Organismos Públicos llevamos a cabo la mayor transformación privada de regadío, de los últimos tiempos en Andalucía. 

<<< Estos capítulos de “La Ermita” quiero dedicarlos a la Memoria de todos aquellos cooperativistas que ya no están con nosotros y que dejaron parte de su vida en la transformación de este trozo de tierra que además de todas las dificultades propias de Las Marismas, del abandono de la Administración  al sector y de la sequía, se le sumaban las dificultades de la guerra fraticida cuya responsabilidad no adjudico a persona, ni grupo concreto, pero que provocó pérdidas irreparables entre los más débiles. Recuerdo a muchos de los que dejaron allí su vida, pero nombrarlos  sería injusto porque seguro se olvidaría alguno, así que me centraré en dos amigos muy especiales por su cercanía. Quiero resaltar que, en casi todos los casos, quedó una mujer capaz de sacar adelante aquel sueño compartido de poseer un trozo de tierra que dejar a sus hijos. Recuerdo la “rabia interna” que me invadió cuando perdí a mi querido amigo de la juventud, Jorge Rivera, que no pudo soportar las tensiones provocadas por una mala inversión, -La Ermita-, que veíamos como se llevaba por delante todo lo conseguido por años de sacrificio, nuestros y de nuestros padres y que en lugar de soportar el huracán como una caña de bambú, se rompió como el hierro forjado. Pero también la Marisma forja mujeres duras, de acero flexible, más resistentes y que no se parten tan fácilmente como nosotros. Su mujer, Anita Cancelo, sola y con tres niños pequeños, fue capaz de mantener un trozo de tierra y dar carrera a sus hijos, dejándose la vista en la aguja. La otra mención especial, a otro irremplazable amigo que entregó toda su vida laboral a diseñar, construir, controlar y repartir la poca y salada agua que disponíamos entre todos los regantes de la forma más justa posible: Rafael Ángel Grau Lahoz. Entre mis muchos y buenos amigos, todos lo igualan en calidad humana pero ninguno lo supera en integridad y bonhomía. Su viuda, mí querida amiga Chelo, es una muestra más de la talla de las mujeres que forjan estas duras tierras. Quede constancia también de mi admiración por todas aquellas mujeres, que sobrevivieron a sus maridos y a las penurias que ese trozo de terruño nos hizo pasar>>>


Vuelo Interministerial de 1977. La foto de baja calidad, está retocada con puntos para destacarnos los caminos y delimitando los ríos y sus "playas" de dominio público.

Esta foto debe estar hecha en la primavera del ´77 y las tierras varían de color en función de que tengan la hierba de invierno o que ya estén labradas. En la foto se aprecia que toda la parte central de Isla Mayor ya está transformada y sólo falta parcelar, para llegar a la situación actual, algunos lucios en medio de las zonas transformadas. Las tierras del Norte de Isla Mayor, que en este mapa fotográfico tampoco se ven en su totalidad y que llegan hasta las faldas de "colinas", donde ahora son arrozal, no estaban en riego todavía. También se aprecia que no está terminada de parcelar la parte de Isla Minima de Escobar que no riega desde el Canal de Mínima y al Sur del Palno vemos el Coto de los Patos, Carranza y Pickman, Los Peñas y Rivero que forman parte de la Ermita, ya  parcelada para sembrar ese año, pero no podemos ver las fincas de el Italiano, Cantarita y Veta la Palma. En cambio en el plano siguiente, muy moderno, podemos ver todas las tierras arroceras regables de la marisma y alguna que todavía no puede regar y ya está coloreada de azul.


Aunque este es un plano actual de las Comunidades (una de las propuestas para la Modernización del Sector Arrocero de las Marismas) nos da la visión general para que el lector sitúe "la Ermita-Cantarita" dentro del contexto general de la zona.

La Comunidad de Regantes de "La Ermita-Cantarita" corresponde a la zona coloreada de amarillo situada en el Sud-oeste de la zona arrocera, que linda; al Norte con la Comunidad de Mínima, al Este con Minima y el Brazo de la Torre que la separa de: El Italiano, de marrón, y una zona azul situada en la Veta de la Plama que desconozco qué parte está sembrada de arroz pero me da la impresión que es una Nueva propuesta de ampliación de Hisparroz. Al Sur limita con la piscifactoría de Veta la Palma y al Oeste con el encauzamineto del Guadiamar.


Situación política, económica y social del sector arrocero en 1976.


Para poder comprender la fractura social producida en Isla Mayor y el enfrentamiento “fraticida” de familiares y agricultores hasta ese momento amigos, tenemos que conocer la situación social, política y económica del momento histórico.

El sector arrocero en Isla Mayor, había nacido tras los inhumanos esfuerzos de miles de personas que aquí finalizaron su triste existencia y que gracias a las necesidades de la economía de guerra y postguerra permitieron que el arroz en Isla Mayor saliera adelante. Los distintos fracasos y sus causas, según mi criterio, los podéis ver en:


Sólo inicia su imparable despegue al cuarto intento, liderado por R. Beca: (ver en blog)


El audaz empresario sevillano, apoyado por Queipo de Llano y un importante sector de la élite económica sevillana, ya comprometida en tierras de Las Marismas y, lo más importante, sustentado por el incremento del precio del arroz propiciado por la necesidad perentoria de alimentos básicos en la Guerra Civil Española, la II Guerra Mundial y la post-guerra. Este cúmulo de circunstancias junto a la sagacidad de R. Beca  le permite triunfar, con un limitado capital, donde las grandes empresas extranjeras habían fracasado con ingentes cantidades de medios y capital. 

Pero a mediados de los ´50 vuelven nuevamente los excedentes de arroz en España y la caída de los precios de venta del cáscara a niveles de costos de producción. La FSAAE gestiona diversas actuaciones para poder eliminar los excedentes, llegando incluso a crear una aportación voluntaria de los agricultores, “el cupo”, que era retirada del mercado en campaña y entregada al SNC (Servicio Nacional de Cereales) para que éste más tarde lo exportase y evitase las caídas de precios en la recolección. Pero ni la FSAAE, ni el SNC, ni el SENPA, ni el FORPA fueron capaces de gestionar eficientemente nuestros excedentes para conseguir unos precios rentables, especialmente durante la campaña de recolección. A este grave problema estructural de excedentes se le suma la escasez de agua en los embalses, para abastecer los regadíos ya establecidos, con la amenaza del incremento constante de nuevas demandas. Desde primeros de los ´70 aumentaron las dificultades para mantener el agua del estuario en una salinidad aceptable, a pesar del “Iznájar”, el mayor pantano de la cuenca y que se inaugura en el 69, cuyo año se llena pero que no vuelve a sus niveles máximos hasta 10 años más tarde. La apertura de una canal de salida del río al mar, en 1971, dragando la barra del final del estuario para facilitar el acceso de los barcos al puerto de Sevilla, es la segunda actuación seria de alteración del cauce que agrava nuestros problemas de salinización del tapón salino, durante esta década crucial para Ermita. La primera actuación brutal sobre el cauce del río, se había finalizado en 1888 con la corta de los Jerónimos que aumentó la velocidad del río durante las subidas de mareas a tal extremo, que en Sevilla superó más de un metro  la altura media del nivel del agua en el puerto, en la pleamar. Lo cierto es que en los ´70 los problemas de riegos son serios y llegan a su máxima expresión con las bajas precipitaciones del ´76.

Ese ambiente de frustración, obliga a muchos agricultores levantinos a vender sus tierras y regresar a su origen. Mientras, las tres grandes comunidades de Isla Mayor, la Cooperativa Arrocera del Sur y la FSAAE forman grupo compacto oponiéndose a cualquier ampliación de regadíos en la toda la Cuenca, si bien es cierto que sólo consiguen paralizar, momentáneamente, las ampliaciones de regadío en Isla Mayor, ya que en el resto de la cuenca las ampliaciones de riego eran imparables. Por ejemplo los Nuevos Planes de riegos, como el Genil-Cabra con 37.000 has, que inicia sus riegos con 10.000 has en el ´83, el mismo año que nos prohibieron regar el arroz por falta de agua, sin olvidar la nueva situación política de la transición que creaba expectativas de crecimiento en todos aquellos lugares que se consideraban con derecho a tener regadío, sumando a este "desmadre" de concesiones, las espectativas creadas por el clientelismo político, en base a promesas de nuevas ampliaciones que pronto se ven confirmadas con los Planes de la Reforma Agraria de Andalucía.  Mientras, aquí, en Las Marismas de la margen derecha, “casi se llega a las manos” por las cuatro mil trescientas has de Ermita-Cantarita, en las dos décadas posteriores, la cuenca del Guadalquivir casi se duplica la superficie de regadío.

Con anterioridad a las actuaciones de La Ermita se habían llevado a cabo dos intentos“por libre” de poner nuevas tierras en riego en Las Marismas: Uno liderado por Jerónimo Borrego, que pretende regar tierras de la Marisma de Aznalcázar, tomando las aguas del desagüe de Casa Riera y atravesando los dos muros del encauzamiento del Guadiamar para llevarla al otro lado y regar unas 200 has de Aniceto Fernandez Ordaz; el otro protagonizado por Sebastián Borja, con otros tres socios, que pretendían regar  el Cerrado de Pickman, perteneciente a la familia Herba tomando las aguas del desagüe de Vuelta la Arena a la boma de La Ermita “vieja”. En ambos casos la "élite arrocera" formada por los que manejaban las  Comunidades, la Federación y la Cooperativa Arrocera del Sur moviliza a los medianos agricultores, ya bien establecidos, que debidamente enardecidos y manipulados son liderados por Miguel Bou y cierran ambos desagües con un muro de tierra festejando el acto comiéndose un jamón, mientras la sal mataba lentamente las plantaciones realizadas. Pero aquí, en Isla Mayor, se estaba batallando por algo más que una nueva puesta en riego. La mecánica anterior de las nuevas ampliaciones, controladas por R. Beca y Cía. y apoyada por la Cooperativa Arrocera del Sur, había fracasado porque no habían llegado a un acuerdo en la forma de realizarlala, ya que una parte de los propietarios de las tierras deseaba pagar los gastos de transformación y quedarse con sus tierras, rentabilizando ellos la plusvalía de las tierras tras su transformación. La Compañía R. Beca había perdido el control de las Comunidades y su influencia en los centros de decisión política.

Para continuar con la lucha por la incorporación al cultivo de las nuevas tierras, los propietarios, crean la Sociedad Agraria de Transformación  (SAT) de las Marismas de San Rafael, que abarcaba tierras de Beca, Herba, Rivero, Campos Peña, Mingochao, Cantarita y Veta Enrique, sumando un total de unas 5.000 has. Buscan un ingeniero, realizan un proyecto e inician las obras de canalizacón, pero fracasa estrepitosamente en su intento de conseguir los permisos necesarios para llevar a cabo legalmente la transformación. Viendo la  imposibilidad de conseguir el objetivo se funda la Cooperativa de la Ermita, liderada por José Cabrera, Juan Grau y Jerónimo Borrego como ariete frente a la Administración y a los agricultores reacios a nuevas ampliaciones. A partir de ese momento todas las acciones controladas por la Cooperativa La Ermita, cuyos líderes habían negociado la compra de casi todas las tierras de la SAT de forma global y las sortean entre sus más de doscientos socios, de forma que cada uno se comprometía particularmente en el pago de su tierra a la propiedad. Los propietarios de tierras que se quedaban con su parcela tenían que pagar los costos de la transformación.

Con estas mimbres, ya entrelazadas, llegamos al momento en el que deciden la "presentación en escena de la Ermita" en la reunión de Octubre del ´76 de la FSAAE. Esta era una de las reuniones ordinarias que la Federación organizaba normalmente antes de cada Campaña de comercialización y que como ya hemos contado con anterioridad, en el capitulo dedicado a sus actuaciones, en los últimos años se limitaban a decirnos que no vendiéramos el arroz durante la Campaña. Ante la propuesta de ampliación de un sector de más de 4.000 has, la reacción de la mayoría de la Asamblea fue de oposición total.  Matias en su libro Historia de la Isla Mayor, habla de una oposición del 80% de los asistentes, por mi parte no lo recuerdo, ni siquiera recuerdo la reunión, que provocó el afloramiento de unas hostilidades larvadas que se extendía más allá de los agricultores establecidos y los que deseaban ampliar o entrar como arroceros nuevos. Las discrepancias llegaron al seno de muchas familias, dividiéndolas y terminando con amistades de muchos años.

No puedo entrar a explicar los entresijos de las negociaciones con la propiedad y con las personas representativas de la oposición ya que en esas fechas yo “no existía como persona interesada en esas batallas” por el control de poderes. Yo vivía felizmente llevando las tierras de mi familia, junto con mi cuñado Antonio Ferri, aunque apoyábamos la lucha por la descentralización del poder y compramos una parcelita de 10 has cada uno, sumándonos a la causa. A pesar de la feroz oposición continuaron las obras de la casa de bombas, canalización y caminos y cuando llegó la hora de sembrar en el ´77, metimos agua y sembramos. Pero antes de entrar en la batalla del intento de parar las bombas veamos un resumen de la historia de la formación de la Sociedad Cooperativa “La Ermita"

Creación de la Sociedad Cooperativa La Ermita.


En julio de 1974 se crea el Grupo Sindical de Colonización Marismas de San Rafael que controla un total de unas 5.000 has. con la finalidad de seguir con la puesta en riego de las superficies sin transformar al Sur de Isla Mayor. Ya hemos visto que una serie de propietarios de esas tierras vírgenes, liderados por Pedro Beca que quería continuar con la puesta en riego de las has que le quedaban sin transformar y, a su vez, seguir encargándose de las gestiones de todas las demás propiedades para obtener beneficios tanto de las gestiones por la transformación como por la obtención del Coto Arrocero y de la Concesión de Aguas. A cambio de esos trabajos, que en transformaciones anteriores había participado con Agropecuaria del Guadalquivir, él se había beneficiado con algunos años de cultivo a renta sin pagar por ello. Ahora el objetivo parecía ser otro, cobrar por sus trabajos, a la vez que convertía en tierra de arroz las trescientas setenta has, de su propiedad del Coto Los Patos. No tengo ninguna duda que antes de buscar otras opciones, Pedro Beca, trató con la élite de Comunidades, CAS y Federación, -me sobran dedos de las dos manos para contar los nombres de esa élite-, con el fin de continuar con la mecánica de transformación de los últimos veinte años pero no pudieron llegar a acuerdos de realización inmediata. Para algunos la falta de acuerdos viene dada por las diferencias económicas insalvables en los valores de compra y transformación. Yo, en cambio, creo que las diferencias son de mayor calado ya que las personas que tenían el control político-económico del sector -como ya hemos visto en los dos capítulos anteriores-, estaban bien situados, pero sus tierras ya corrían un alto riesgo de inseguridad en los riegos. Esa élite tomó la postura egoísta de cerrarse en banda y no admitir nuevas puestas en riego, en toda la Cuenca, mientras no se aumentase el volumen de agua regulada por nuevos embalses. Sinceramente creía entonces y sigo creyendo ahora que estaban equivocados, ya que su fuerza estaba limitada a paralizar el sector arrocero de la Margen Derecha y no tenían absolutamente ninguna posibilidad de paralizar los Nuevos Regadíos de la Cuenca, como realmente se ha demostrado en la trayectoria de las nuevas ampliaciones. Si ese objetivo, discutible hasta la saciedad, hubiese triunfado y se hubiesen paralizado las transformaciones en Las Marismas, muchos de los pequeños agricultores arroceros que hoy existen no tendrían su parcelita. Ese fue el principal motivo que me llevó a inclinarme por apoyar  la iniciativa de “la Ermita” pero con una participación limitada a la compra de la parcela y al apoyo desde la “platea”, como la mayoría de cooperativistas.

Desde esa cómoda postura veía con claridad el oportunismo de algunos: los que chillaban en contra de la ampliación que, en cuanto pudieron, realizaron en su propio beneficio la misma operación que criticaban -defendiendo la Ley de Aguas con bastón en mano-. Sin embargo, comprobamos que, más tarde, cuando esos defensores de la Ley la violentan ellos en su propio interés, continuaba la misma crítica situación problemática para los riegos. Más exactamente, había empeorado. Cuando “el del bastón de la Ley de Aguas” realiza otra ampliación ilegal en la parte Norte de Isla Mayor, usando el permiso de la construcción de un desagüe para utilizarlo como canal de riego. Había calcado las actuaciones ilegales de La Ermita, rechazadas por él usando la violencia para, más tarde, repetirla en su propio beneficio, con la fútil escusa de que "si ellos lo pueden hacer porqué no yo". Nunca me abandonó el sentimiento de que en los dos bandos el promedio de la “generosidad” estaba igualado. 

A pesar de las evidentes dificultades, en 1975, la SAT “San Rafael” encarga a Pedro Beca la ejecución del Proyecto de Transformación, ya redactado por un Ingeniero para las 5.000 has, cuyas obras de canalización inicia inmediatamente Ignacio Rivero. El canal de desagüe central del nuevo proyecto lo utiliza Sebastián Borja y otros tres socios para iniciar,  por su cuenta, la siembra de arroz en el cerrado de Carranza y Pickman en esa campaña del ´75. Lograron sembrar una parcelita en la que mantuvieron el riego, pese al bloqueo del canal de desagüe desde donde tomaban el agua, hasta que la salinidad  incrementada por el reciclado, obligado por mantener los niveles de agua, mató las plantas y salaron la parcela hasta unos niveles de concentración de sal que impidieron, los dos primeros años, que creciese cualquier mata de arroz y no llegó al 50% de producción hasta pasados cinco años. Precisamente esa "parcelita fue la que me tocó en el reparto de la cooperativa", así que tengo cierta experiencia práctica del daño que produce en la tierra de las marismas regarlas con agua que contenga altas concentraciones de sal.

A la vista de la situación crítica de las reservas interanuales de agua de los embalses de Regulación de la Cuenca, la SAT intuye la imposibilidad de conseguir su Concesión de Aguas en ese momento o en un futuro próximo y encuentra la salida a su problema buscando una “causa social” que apoye su transformación. Como SAT, de adinerados terratenientes, no sólo no iban a conseguir la Concesión de Aguas, tampoco podrían romper la oposición decidida del sector arrocero, ya establecido, para actuar como siempre se había hecho: regando primero y arreglando los papeles después, una vez  los hechos consumadosA alguien se le ocurrió la brillante idea de vencer ambas dificultades, de una forma racional, con la creación de una cooperativa que rompiese la resistencia de la CHG para autorizar la Concesión de Agua, puesto que ya no la pedía un grupito poderoso sino un montón de pequeños agricultores, y por otra parte se reclutaba el personal necesario para utilizarnos como primera línea de choque en el indudable enfrentamiento que tendría que librarse entre el propio sector arrocero. Claro que, analizar aquellos hechos ahora pasados cuarenta años, de los cuales  trece estuve liderando ese grupo “rebelde”, me dan una perspectiva que entonces no podía comprender en toda su amplitud.

Con la creación de la Sociedad cooperativa “La Ermita” en el ´76 y sus actuaciones inmediatas, cambia radicalmente el liderato del grupo. Como primera medida la cooperativa lleva a cabo compromisos de compra con Beca, Rivero, Herba y Cantarita. La cooperativa realiza los contratos de compra de las fincas entregando unos cheques (sin tener los fondos disponibles, pues había que vender las parcelas para obtener ese capital) y efectos aplazados, donde es probable que ninguna de las dos partes tuviera ni confianza ni garantías: unos de cobrarlos y otros de poderlos pagar. Tras esta operación,  de compromiso real y documentado, El Consejo Rector de la cooperativa  toma dos decisiones contundentes: en Abril del ´76, paralizan las máquinas de Rivero, que estaban trabajando para la SAT y asumen el mando de la construcción de la casa de bombas, canales y caminos ya que no estaban de acuerdo con los presupuestos de ejecución ni tenían confianza de llegar  a tiempo para los riegos del ´77 y empezaron a parcelar y vender.


Plano general de parcelación de "La Ermita" Fincas A, B, C, D y F que inician los riegos a partir de Junio de 1977. La parte central no parcelada, perteneciente a los Peña, no riega hasta que nos fue otorgada la concesión de agua en 1980.

Recuerdo a Cabrera con dedicación casi exclusiva de convencer a los agricultores y venderles alguna parcela. Su decisión y arrojo no tenía parangón: cuando llevamos a cabo la auditoría, tras su dimisión, no hubo nadie capaz de aclarar las cuentas, cuyos asientos unas veces se apoyaban en documento contable y otras en cuartillas firmadas por Cabrera en cualquier lugar donde pudiera realizar la operación. En estos papeles que unas veces aparecieron y otras no, se había anotado el recibo de la cantidad de señal y parte de pago de la compra de la parcela -algo que él niega rotundamente, asegurando que eso es falso, aunque también asegura que ha intentado borrar de su mente toda aquella dura experiencia-. A pesar de ello, en años posteriores, cuando intentaba explicar a la Asmablea General de la Cooperativa los resultados negativos de la auditoría, siempre censuré su forma de llevarlo pero también me mantuve firme en que mi criterio personal era que no se habían llevado el dinero de la cooperativa. El problema principal era el descontrol de la contabilidad, los auditores comprobaron que con la misma tranquilidad, Cabrera, recibía cheques o efectivo en la calle, por una señal de compra, que echaba mano de su talonario personal para solucionar algún pago urgente de obras. Demasiado tiempo el bolsillo de Cabrera fue la caja de cooperativa, sin embargo jamás insinué que se hubiese quedado con una sola peseta, más bien me pase los tres primeros años de mi presidencia defendiendo todo lo contrario, tratando de solucionar nuestro problema de cuentas a nivel interno e impidiendo que la falta de claridad de las cuentas se reclamase por la vía penal, a pesar de la insistencia de un importante grupo de socios que pedían responsabilidades penales. Esa Asamblea General vociferante contra Cabrera y Grau, trece años más tarde, cuando yo presenté mi dimisión, lo vuelven a elegir como Presidente ?. En Julio del ´79 el Consejo Rector saliente nos había dejado un puzzle contable que jamás pudimos aclarar. Por su parte Grau llevaba adelante la batalla legal, declarada sin cuartel con la Comunidad de Minima, mientras Jerónimo Borrego se encargaba de controlar las máquinas y las obras de puentes, caminos y casa de bombas que, según sus declaraciones, alguna vez tuvo que defender, cabilla de hierro en mano "para evitar que la incendiasen y paralizasen la obra a la fuerza". Estos agresores me los dice con nombres y apellidos, pero no es mi intención dejar constancia de unos enfrentamientos entre personas que defendían posturas distintas y cada una con sus razones.

Me consta, que los dirigentes de la cooperativa, no tenían límites de horas ni días de fiesta, para sacar adelante aquel difícil reto. Entre otras "hazañas" aquel Consejo Rector, se jugó “su pellejo” cuando aprovechando unas vacaciones de Semana Santa (de los funcionarios y guardas del Parque claro) construyó el viaducto que atravesaba el Brazo de la Torre, sobre el túnel de desagüe que también se llevó a acabo en esos días, que comunicaba el cauce de ese importante brazo bajo el canal de riego. Por aquellas fechas ya se había creado el Parque Nacional de Doñana y el Brazo de la Torre estaba en proceso de cesión al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con cuyo director, Javier Castroviejo, tuve que negociar una serie de acuerdos que nos permitieron unas cordiales relaciones y que contaremos en su momento cronológico. Jerónimo me contaba entonces y me ratificó ahora una de las acciones más desagradables que tuvo que soportar en Ermita, prueba de las tensiones internas  en que se desarrollaba. Mientras él, con su carga de trabajo de atender las obras y acudir a los juzgados por las continuas demandas de la Comunidad de Minima, no tenía tiempo de aparecer por las oficinas de la cooperativa, Grau y Cabrera intentaban solucionar un problema económico personal serio, vendiendo una de las parcelas adjudicadas a J. Borrego, su colaborador incondicional. En una de sus visitas esporádicas a la oficina, para cambiar impresiones, sorprendió a Juan y Cabrera revendiendo una de sus parcelas. Me cuenta que le dijeron que la cooperativa tenía un grave problema económico que debían salvar inmediatamente y que un comprador había llegado con cuatro millones de pesetas en efectivo.  Conociendo a Jerónimo, creo se podéis imaginar  el lío que se formó en aquella oficina. Pero todo terminó bien y Jerónimo llevó muchos años las dos parcelas en la Finca B donde  construyó el primer almacén y secadero de Ermita. Mientras tanto, el resto agricultores andábamos preparando las tierras, buscando “a ojo” las partes más altas para construir por allí los canalillos de riego, rebajando de acuerdo con las posibilidades económicas de cada uno y sin estar muy seguros de cuál iba a ser el final de aquel experimento. Pero a  pesar de las dificultades, nuestra moral estaba alta. Nos considerábamos poseedores de la  razón. ¡No íbamos a consentir que nos pararan, lucharíamos hasta el final! No sabíamos entonces lo cerca que estuvimos de perder esa guerra.

La Batalla por la paralización de los riegos en la Ermita.

Flagrante cuerpo del delito, las bombas montadas y tapadas con lonas para protegerlas del calor.

A pesar de la oposición frontal de la mayoría del sector arrocero, de las denuncias y multas impuestas por la CHG y la pesada losa de Interdicto de Paralización de las obras, éstas habían continuado a la velocidad necesaria para sembrar en la campaña del ´77. Por esa razón llegado el momento de juzgar, a nivel personal, sus actuaciones en conjunto yo entendí perfectamente cuáles habían sido sus prioridades y en mi análisis mental entendía que las cuentas no eran su prioridad en ese momento y defendí su inaceptable e impresentable contabilidad sin saber nunca si me equivoqué, pero aún hoy seguiría actuando igual. Un buen contable, un magnífico abogado perfeccionista y un director de obras convencional, jamás hubieran sido capaces de sacar aquel proyecto adelante.

Viendo la decisión de la cooperativa de continuar a toda costa, la Comunidad de Minima había recurrido a una acción jurídica que paralizaba la obra instantáneamente: El Interdicto por Obra Nueva; alegando los muchos perjuicios que a su entender le causaban nuestras obras. Inmediatamente el juez ordena la paralización de las obras de la casa de bombas y el Juzgado toma nota de la altura sobre el suelo que ya había alcanzado la base donde se anclarían las futuras bombas. Tampoco esto paralizó las obras pues el suelo exterior iba creciendo a la par del hormigón y por tanto la obra seguía a la misma altura sobre el suelo. Echándole un par de narices, la Junta Rectora de la Ermita decide montar las bombas y empezar a regar sin temor a las consecuencias que aquel acto iba acarrear consigo. Montadas ya las bombas de elevación se presenta otro problema menor, comparado con la envergadura de los demás impedimentos. Cuando queremos empezar a regar, “Sevillana de Electricidad”, la empresa que debía suministrarnos la energía, se niega a realizar el enganche, a la vista de los problemas que había, los que se avecinaban y amparada por la legislación ante la serie de permisos que necesitábamos y que no teníamos, ni íbamos a tener a corto plazo, - si es que aquella osada aventura seguía adelante-.

En este ambiente de enfrentamiento generalizado: con la Administración de Justicia, con la CHG, con el Ministerio de Agricultura más la fragmentación social de los arroceros, llegamos al momento crucial de la batalla cuando la Comunidad de Mínima consigue del Juez la orden de paralización de las bombas, a pesar de que el arroz ya estaba sembrado y verdeando. El acto de cierre definitivo debía cumplirse el 16 de Julio del ´77.


Los primeros momentos

Aquella mañana aparecieron allí más guardias civiles que cooperativistas pero cuando llegó El abogado de la Comunidad, Celestino Fernández Ortiz, con el Secretario Judicial para levantar el Acta de Cumplimiento de la Orden Judicial de paralización de los riegos y el desmontaje de las bombas y viendo que no había agricultores de la parte opositora, y por tanto no parecía probable que se produjesen enfrentamientos, la Guardia Civil retiró  una buena parte de las Fuerzas de Orden Público y sólo quedaron los que consideraron suficientes para evitar cualquier conato de violencia y que pertenecerían al puesto de la Guardia Civil de Villafranco. Como ya he comentado, aquel día yo estaba de fotógrafo, pero como de costumbre soy un “despistado confirmado y sin solución”: Las mejores fotos que obtuve aquel día se las pasé a la prensa y a TV, que junto a las de Manolo Rodríguez Duarte fueron las que salieron en los medios. Manolo, periodista y amigo a toda prueba, se había entregado totalmente a la defensa de la causa y allí estaba ese día llevando una de los dos cámaras fotográficas presentes, -creo recordar que la suya se la quitaron casi de inmediato-, y la mía me obligaron a guardarla poco después. Como es lógico las mejores fotos las pasé a periódicos y televisión y yo me quedé con éstas que veréis y con los carretes, que no pude encontrar cuando me traje todo mi material fotográfico para escanearlo y poderlo conservar en el PC, pues las marismas no es un sitio muy adecuado para conservar fotos y negativos. Recuerdo especialmente una foto, que hice pero que no tengo, en la que, Soledad, la madre de los hermanos Primo Laborda estaba detrás de Celestino, -flanqueado por Guardia Civiles por ambos lados-, pero ella sin arredrarse, con el puño cerrado, le clavó el pulgar de la mano derecha en los riñones y le grito algo, que desde arriba de la casa de bombas, donde yo estaba en ese momento, no pude escuchar. Pero yo sabía que no era una amenaza baladí. Aquella valiente mujer, a la que conocía desde hacía muchos años, y que había podido constatar su entereza para sacar adelante su prole, tras quedar viuda tres años después de establecerse, con su familia,  en una pequeña casita  situada al final de la Marisma, sin agua, sin luz sin caminos, cuando sus seis hijos eran unos niños. Pepe, el mayor, era apenas un zagal y el más pequeño andaba a gatas. Vivían frente al campo que teníamos en Calonge, lo que me permitía ver los esfuerzos sobre humanos de ella y sus niños para sobrevivir, en mitad de la inhóspita marisma. Lo consiguió, sacando adelante a sus hijos y dejando además una mínima base económica que ellos, ya mayores, han sabido aprovechar, conservar y ampliar. Esos momentos de presión sobre Celestino fueron unos instantes especiales e inolvidables para toda mi vida, ya que podía “palpar” un ambiente cargado de electricidad, donde parecía que en cualquier instante iban a salir chispas desde ese foco cargado de elctricidad estática y un ambiente tan enrarecido sólo he vuelto a sentirlo otra sola vez en mi vida. El día que contemplé, en Asunción, un eclipse total de sol. Durante el eclipse, no se hizo de noche pero tampoco era de día, era un ambiente que erizaba los pelos, como me ocurrió durante aquellos largos segundos que Soledad Laborda acosaba a Celestino a pesar de su guardia de corps. Afortunadamente, Celestino, asumió aquello con hombría, -era una señora mayor-, y sin inmutarse mantuvo la calma, lo que contribuyó en gran parte a calmar los ánimos que podrían haber estallado en aquel momento con unas consecuencias impredecibles. Otra afortunada decisión fue que nadie más de la Junta del Sindicato de Riego de Minima apareciese en el lugar donde tenían una “hermosa” pancarta de recibimiento que podía haber sido causa de que salte el “chispazo” incontrolado e indeseado.

Pancarta de recibimiento a los cabecillas de la oposición.

Aunque aparecen en la pancarta los nombres de cinco valencianos, dos andaluces y un extremeño, aquella no era una batalla de valencianos contra andaluces, ni asalariados contra jefes, ni izquierdas contra derechas, era la lucha de “los que están arriba del carro con los que querían subir”. Por la autoría de esta frase aparece Fernando García en la pancarta. Salvador Cabello, como representante de la Cámara Agraria también se había manifestado en contra y el resto, como ya he comentado anteriormente estaban convencidos que tenían que luchar por su tierra, que veían en peligro y eran la cabeza de puente en Villafranco de “los conservadores” en la lucha por la paralización de los riegos. No podía ser una batalla entre andaluces y valencianos puesto que había muchos más valencianos en “La Ermita” que en los tres sindicatos de riegos de Mármol, Mínima y Queipo. Tampoco podía ser una lucha de clases, puesto que en ambas partes había personas de los mismos sustratos sociales, si bien es cierto que “La Ermita”, defendía una idea básica que era dar una oportunidad a pequeños agricultores y capataces para poder acceder a una parcela en propiedad, lo que les había sido imposible de conseguir hasta ese momento. Tampoco nadie debe pensar que fue una lucha social del tipo de acceso a la propiedad con la Reforma Agraria, ni otros “inventos”, para obtener tierras con beneficios especiales de carácter político. Los que entrábamos en La ermita sabíamos que teníamos que pagar nuestra parcela, más los intereses por el capital aplazado. Sin el apoyo Estatal y sin subvenciones.  Pero tengo que reconocer que allí, con nosotros, estaban dos parlamentarios de izquierda (autonómicos creo recordar) y también Miguel Manaute que en aquel momento tenía el mismo peso político que yo que estaba de fotógrafo. Pero allí estaba Miguel dando la cara por aquella puesta en riego, aunque años más tarde le critiqué repetidas veces que su Reforma Agraria, basada en la transformación de secano a riego y sin solucionar primero el problema del agua, estaba arruinando no sólo aquellos pequeños agricultores a los que había apoyado sino a todo el sector arrocero, que es el final de riego de la Cuenca, que toma el agua de un estuario, y que se sala de forma irremisible si no se manipula debidamente.  


Empiezan las negociaciones 
Ya con los ánimos calmados empiezan las negociaciones para llevar a cabo la paralización de las bombas y su desmontaje. El Juez había tomado una decisión muy dura, al obligar a desmontar las bombas en mitad de la campaña de riegos, pero había puesto a prueba la efectividad de su propio mandato al decidir en la sentencia (hablo de memoria y por tanto  puede que no se parezca el léxico, pero si el fondo): que era la Comunidad de Minima la que tenían que desmontar las bombas. Ahí es donde La Ermita ganó aquella pírrica batalla. Los operarios de Minima, que debían desmontarlas, se negaron rotundamente  a entrar en una Comunidad ajena  a desmontar unas bombas que no tenían ninguna relación con su trabajo contratado.

La comunidad de Ermita siguió regando, pero aquello era como una cataplasma puesta para curar un cáncer de pulmón. Dependíamos del agua de desagüe de las comunidades y éstas la escamoteaban de la forma más efectiva que podían. Encima tenían el apoyo de haber ganado la batalla jurídica y continuaban machacando cada iniciativa que adoptaba la Ermita para mejorar los riegos.


Cabrera, ya relajado, nos explica la situación.

Cabrera franqueado por ¿los políticos que nos apoyaron¿ y rodeado de cooperativistas, que en este caso podemos identificar a muchos de ellos, nos comenta la situación ante la que nos enfrentábamos después de ganar esta primera batalla de una larga guerra que nos esperaba, ya que estábamos cercados por nuestros oponentes, que tras esta primera derrota habían salido totalmente radicalizados y cuyas actuaciones posteriores iban a estar dirigidas especialmente a impedir cualquier posible mejora de nuestra grave situación. Estábamos más cercados que Alexia, en la Guerra de las Galias, donde Julio César construyó dos muros en todo su perímetro: uno para evitar que salieran de la ciudad Vercingetórix y su ejército encerrado en la ciudad y el otro perímetro defensivo con zanjas, trampas y torres defensivas para impedir la entrada de ayudad desde el exterior. No podíamos tomar más agua desde el Brazo de los Jerónimos que la que pasaba por el túnel de desagüe de las antiguas bombas de Ermita, ni podíamos desaguar en los cauces públicos donde debíamos hacerlo, lo que nos obligaba a tomar agua con medio grado más de salinidad, ya utilizada por la Comunidad de Minima y más tarde reciclarla aumentando nuestra salinidad, lo que nos obligaba controlar constantemente los niveles  salinos en cada punto de toma.

Es digna de destacar, en esta foto, la presencia de Miguel Bou hijo, que había tomado partido por nosotros en detrimento de la postura radical de su padre. En mis investigaciones posteriores, averiguo que a Miguel se le había vendido una parcela a cambio de la grava que se necesitaba perentoriamente. También distingo a dos personas que ya no están con nosotros,  Joaquín Verdugo y Toni Tarazona. Si alguien conoce a algunos más, que me los pase pues yo sólo veo a Salvador Vivo, Pepito Beca y la despejada frente de Diego Gerena, además de algún otro que reconozco perfectamente pero que el nombre lo tengo escondido en los entresijos de mis neuronas. Y no hallo la forma de encontrarlos.

Oscar Peláez, Elías Herrera, Modesto Ferri y Antonio Gómez
La foto, que es un desastre desde el punto de vista técnico, en cambio, tiene un gran valor histórico pues vemos a Oscar (ya fallecido) y Modesto sonriendo, lo que parece indicar que ya estábamos relajados y contentos con el desenlace de la truculenta jornada. Pido disculpas por la calidad de las fotos pero afortunadamente no las tiré, por ser tan malas, ya que las buenas las había pasado a la prensa y el carrete a lo mejor aparece algún día cuando ya no me haga falta. Así que demos gracia a los Dioses del Olimpo, pues ellas me ayudan mucho a recordar los avatares de aquel día.

Período desde Julio del ´77 a Julio de ´79.


Aquella batalla la habíamos ganado, gracias a que el Juez había dictado sentencia aclarando que el desmontaje de bombas debías de llevarlo a cabo la comunidad de Mínima y sus operarios se negaron a obedecer las órdenes de sus jefes: el Sindicato de Riegos de la Comunidad. Tampoco lo hubieran tenido fácil, si ante el temor al despido hubiesen intentado subirse a la plataforma. Gracias a Dios ni se les pasó por la imaginación. Tal vez la historia sería otra si la sentencia hubiese ordenado a “La Ermita” desmontar sus bombas. Es posible que no se hubiese llevado a cabo el mandato, a tenor de los antecedentes, pero se hubiera planteado un serio problema jurídico, de consecuencias totalmente imprevisibles. Es más que probable que su señoría tuviese en cuenta todo esto al redactar la sentencia. La creación de la cooperativa, como cabeza visible del Grupo Sindical  estaba surtiendo efecto ante los distintos estamentos del Estado, volcando a nuestro favor muchas la simpatía de las personas responsables de hacer cumplir La Ley, que sin saltársela en ningún momento, mostraron una sensibilidad hacia nuestra causa, impensable unos cuantos años atrás. Continuamos el riego tomando agua del Brazo de los Jerónimos, a través del túnel construido por la propia Comunidad de Mínima en los ´50, para desaguar parte del Toruño Central, Vuelta de la Arena y "Ermita vieja", y del propio canal de desagüe que lleva a las viejas bombas de Ermita, a pesar de que la Comunidad de Minima desvió las aguas que iban a ese desagüe para llevarlas a la bomba de reelevación del Puntal desde donde la canalizaba como agua de riego hacia el Toruño y Calonge. El nombre de "Ermita vieja" corresponde a las parcelas de tierra que riegan desde la Comunidad de Mínima y que se denominan igual, porque ambas "Ermitas" están una frente a la otra divididas por el canal de desagüe que lleva las escorrentías a la bomba de la Ermita.


Casa de Bombas de Zabala. Recibió ese nombre por estar situada en las parcelas que a él le tocaron y espero que jamás a ningún sindicato de riegos se le ocurra cambiar un nombre tan merecido por su labor en Ermita.

A pesar de que la Comunidad de Mínima había desviado las aguas, antes dirigidas al colector de la Ermita, hacia el desagüe  junto al canal principal del Toruño para canalizarlas hacia la casa de bombas de reelevación del Puntal,  éste desagüe  no tenía capacidad para el caudal de agua desviado y el excedente lo aprovechaba la Ermita que había construido un túnel bajo su canal de riego, -que vemos en la foto-, desde donde tomábamos algo de agua que era de peor calidad que la del Brazo de los Jerónimos, ya que en éste se mezclaba el agua desaguada por Mínima con la que subía por el río en marea alta, mientras que el agua que tomábamos en la bomba de Zabala sólo era de desagüe del arrozal, de unas tierras relativamente nuevas y, originalmente, con una alta concentración de sales . En la entrada de nuestro túnel que llevaba el agua a la Bomba de Zabala, la Comunidad de Minima disponía de dos compuertas regulables, similares a las que vemos en la foto, que impedían el paso del agua de su desagüe a nuestro túnel. Las compuertas eran de ellos y tenían la autoridad para abrir o cerrar, pero el camino donde estaban situadas quedaba bajo nuestro dominio, así que podéis imaginarse quien regulaba las compuertas. Pues con el agua que pasaba por ambos túneles regamos aquellas primeras campañas, que hasta el 79 sumaban alrededor de MIL has, ya que todavía no regaban Campos Peña, Mingochao ni Cantarita que se incorporan a los riegos tras la obtención de la Concesión de Aguas, estando yo como presidente de la Comunidad.

La Ermita enmarcada en rojo la parte que sembramos los años ´77-´78 y ´79, excepto la parte tachada con la cruz verde que corresponde a la finca de los Peña que se siembra a partir de 1980, una vez que se obtuvo la concesión de agua.

Aquellos años fueron durísimos pues la calidad de nuestras aguas de riego era deplorable. Entonces todavía se fangueaba antes de la siembra y se desaguaba ese agua que salía con medio grado más de sal de la que tenía al entrar por el canal de riego ya que a la Comunidad de Mínima le venía directamente del Gaudalquivir, mientras que a Ermita le llegaba tras pasar por los campos de Minima. Por tanto nuestra agua de riego solía estar en una media de 0.50 gr/l más de sal, que la tomada directamente desde el Río. A lo largo de los años esa diferencia de salinidad ha ido disminuyendo especialmente por tres razones: La primera, debido a la nueva técnica de siembra directa que no utiliza el fangueo antes de la misma. La segunda, porque las tierras han ido bajando paulatinamente en el contenido de sales, con los periódicos lavados anuales, llevados a cabo por los riegos con agua dulce y los fangueos de final de campaña.  La tercera, se debía a que una parte del agua desaguada por nosotros y que teníamos que reciclar había disminuido en salinidad, por la mejora de nuestras propias tierras.

El Coto de los Patos era la zona privilegiada, lo que se notó en los resultados agronómicos desde el primer año. Al ser una finca reservada para la cacería de aves acuáticas, Beca, la mantenía inundada desde hacía muchos años. Eso había contribuido de forma notable en su mejora del índice de salinidad de sus suelos. Por otra parte la gran cantidad de vegetación que en ella se criaba contribuyó positivamente en el aumento de materia orgánica, de la que carecían las marismas de forma generalizada. A estas razones de ventaja inicial se le sumaba cada año la suerte de regar con mejor agua que el resto de la comunidad de Ermita ya que tenía una menor cantidad de mezcla de nuestra propia agua de reelevación que el resto.

En los dos primeros años la cosecha de la mayor parte de La Ermita fue desastrosa, al sumarse la salinidad del terrenos, -excepto alguna Veta y el Coto de los Patos-, con la alta concentración de sal del agua de riego. Los agricultores no podían cumplir con sus compromisos de pago, ya que una buena parte de los cooperativistas, dependían exclusivamente de la cosecha de esas tierras para poder atender los gastos de cultivo y los plazos de la tierra. Por su parte la Cooperativa tampoco cumplió con los compromisos de pago realizados a la compra de la tierra y pasada la segunda campaña, los propietarios empezaron a ponerse nerviosos y a reclamar por al vía judicial los importes pendientes.

A primeros de 1979, ante la petición de rescisión del contrato por incumplimiento de los pagos, por parte de R. Beca y Cia., la Cooperativa "La Ermita", solicita un Laudo de obligado cumplimiento, donde, ambas partes, exponen todas las circunstancias acaecidas desde el inicio de la SAT, las irregularidades por parte de R.Beca y de la Cooperativa, las cantidades aportadas para el proyecto y delimitando la parte correspondiente a cada miembro.

Por su parte Arrocerías Herba, al verse obligado a atender todos los efectos devueltos en el Banesto, amenaza también con denunciar el contrato por incumplimiento, aunque sus exigencias nuca llegaron a los tribunales. Las pequeñas fincas vendidas por Rivero tuvieron su propia negociación que no recuerdo que llegasen a tener problemas mayores. Por su parte, Mingochao y Cantarita conocían las dificultades y supieron esperar al cambio de Consejo Rector y aceptaron renegociar las condiciones de incorporación, que llevamos a cabo en 1980.

La precipitación de todos estos graves problemas, a primeros del ´79, que podían llevar a la cooperativa directamente a su disolución, con la pérdida del dinero que habíamos aportado, la tensión interna de la cooperativa se estaba volviendo insostenible. A las dificultades del control interno de las cuentas debido a la imposibilidad de aclarar los pagos realizados por los cooperativistas, que no tenían su correspondiente justificación de la propiedad, pues ese dinero se había invertido en otras prioridades, se le sumaba la desconfianza entre dirección y cooperativistas más la falta de efectividad y claridad en las gestiones con la Administración para la obtención de los permisos  de Concesión de Agua y Coto Arrocero.

Pensar en refinanciación, o en nuevas negociaciones en esos momentos, era una utopía. El Consejo Rector decide presentar su dimisión y se convocan unas elecciones para julio de ese año.