domingo, 27 de noviembre de 2011

REFLEXIONES SOBRE EL HAMBRE EN EL MUNDO

Danica Camacho, Manila. Octubre de 2011

 Danica es una de las tres candidatas para ser denominada el habitante nº 7.000 millones de la humanidad. A este número de habitantes parece que llegó el planeta durante Octubre de año 2011.
Las reflexiones que vienen a continuación las escribí a finales del 2008 o principios de 2009, observamos como en 3 años la cifra de la población mundial ha aumentado 200 Millones de personas. Es sencillamente aterrador lo que puede incrementarse en un par de siglos. O se modula el crecimiento de la población mundial o el mundo se encargará de rebajarlo de una forma drástica.


La cifra de población mundial, actualmente  estimada (finales de 2008)   es de 6.800 MILLONES DE HABITANTES,  Para el 2.050 se espera que esta cantidad  se eleve hasta los 9.000 MILLONES de personas  y  todavía se desconoce “cómo parar”  el crecimiento exponencial de esta curva,  por lo que sería un éxito aplicar  políticas económicas globales, que sirviesen para mitigar ese aumento  poblacional y producir los alimentos necesarios,  que permitan mantener  a toda la población mundial dentro de unos límites aceptables de alimentación y de dignidad humana.

Y mientras la población mundial avanza de forma imparable y suicida, la superficie de tierra cultivable va disminuyendo inexorablemente.

 De una parte, la   fuerte presión demográfica va eliminando paulatinamente los mejores valles, con las incesantes  construcciones de edificios para la nueva población y las inmensas  extensiones  de terrenos necesarios para las comunicaciones. Las populosas  ciudades, que nacen precisamente en los fértiles valles cercanos a los grandes ríos o en llanuras litorales, son los emplazamientos  elegidos por más de la mitad de la población mundial como lugar de residencia, convirtiendo las mejores tierras cultivables en carretas,  edificios, hormigón y asfalto y si algo de campo queda, se destina a zona verde para dotar a esas poblaciones del necesario “pulmón verde”.

Por otro lado,  el aumento de zonas cultivables y las necesidades de transformar en regadío toda la tierra que sea posible,  unido al actual trastorno climático, están dejando los recursos de agua en una situación dramática para muchas comarcas que nunca tuvieron problemas de riego o de agua potable,  como ocurre con extensas áreas de China y de la antigua URRS. Esta situación se agrava por los normales  ciclos de cambio climático  que van convirtiendo en desierto tierras marginales pero hasta ahora productivas.

Durante los años 50/60 del siglo pasado se llevó a cabo  la Primera Revolución Verde para intentar detener las hambrunas de América Central y del Sur, África y gran parte del Sur-Este asiático. Con este impulso llegaron a triplicarse  y, en algunos casos, a quintuplicarse las producciones mundiales de alimentos básicos, mediante la introducción de nuevas variedades más productivas y modernas técnicas de cultivo utilizadas ya en países avanzados. Ahora se pretende otra Revolución Verde, la Segunda, mediante la extensión a países emergentes de las más modernas técnicas de cultivo y la introducción de nuevas semillas, cuyo avance espectacular, en este caso, sólo se dará con la implantación de los nuevos híbridos y transgénicos.

Pero no creemos que esta nueva Revolución Verde dé unos  resultados tan espectaculares como la primera, debido a que las plantas tienen sus límites de carga productiva y además, lo más curioso y preocupante, es la resistencia de buena parte de la población, moderna y bien alimentada, a la ocupación de nuevos espacios por la agricultura,  la introducción de semillas genéticamente modificadas y de novedosas técnicas culturales empresariales. Y  más llamativo aún es, que parte de esta oposición se dé en países donde la hambruna hace años que se instaló y que superarla sólo será posible mediante planes consensuados entre los diversos actores sociales.

Además, no debemos perder de vista algunas de las deleznables políticas de los países “occidentales”, los únicos con capacidad económica para paliar el problema, que a pesar de las grandilocuentes  declaraciones de ayuda  a países terceros, no han tomado, hasta el momento, ninguna medida seria a nivel interno, destinada a producir excedentes alimentarios para dirigirlos a personas en grave situación de desnutrición. Muy al contrario, las últimas políticas agrarias europeas de finales de siglo pasado y primeros de éste, han ido dirigidas a eliminar excedentes  para aliviar  los presupuestos de la PAC, y no para dar  solución a los problemas de hambrunas,  haciéndolo por la vía de desincentivar la producción de esos alimentos que forman  los excedentes. Llegando incluso, a  primar por el abandono de tierras productivas, cayendo así en una contradicción  absolutamente deleznable tal como es pagar a un agricultor para que no produzca  alimentos mientras más de mil millones de personas pasan hambre,  en un mundo donde diariamente mueren miles de niños por desnutrición, mientras nos gastamos el dinero  público en cosas tan ridículas, que a veces, producen malestar social.

Sin embargo, la desproporcionada  hambruna de algunos países centro africanos y los más de mil millones de personas diseminadas por todo el orbe que pasan hambre hoy día, han obligado a los países de G-8  a hacer un gesto solidario, que en la actual situación económica mundial, es dudoso se lleve a cabo tal y como una gran parte de sus integrantes desearía. Los 20.000 millones de dólares aprobados como ayudas  alimentarias o ¿proyectos de solución a largo plazo?  sobre estas situaciones de desabastecimiento de carácter estacionario o estructural,  no sólo servirán para aliviar  la conciencia de los actuales responsables políticos mundiales sino que  también pueden valer para mitigar la presión migratoria incontrolada que recibimos los países del primer mundo.

De todas formas, esta Segunda Revolución Verde no va a poder duplicar en 40 años las calorías necesarias para erradicar el hambre actual y atender debidamente a los 9.000 millones de población mundial  pronosticados para el 2.050. Parece poco probable que en este corto período de tiempo y por muy buena voluntad que tuvieran  los países desarrollados,  que tienen serios  dilemas  internos,  se solucionen los graves problemas de alimentación mundial ya que el aumento de producción será siempre  inferior a la demanda, aunque se aceptasen en la mayoría de los países productores de excedentes, los alimentos procedentes de plantas genéticamente modificadas. Tampoco debemos perder de vista que a ese aumento demográfico de más de 2.000 millones de personas de los próximos cuarenta años, hay que añadir los  1.000 Millones que actualmente casi no comen y otros 2.000 Millones que están aumentando su capacidad económica y que desde hace algún tiempo están  accediendo  a una alimentación básica y equilibrada, por lo que tenemos que tener en cuenta no sólo el aumento poblacional demográfico, sino también el aumento global de acceso a los productos básicos alimentarios.

Por todo ello consideramos, que para el 2.050 no serán mil millones de personas las  que tengan carencias alimentarias, sino muchas más. Seguirán pasando hambre todos aquellos que no tengan una renta media que les permita la compra de los alimentos de primera necesidad que sobran, sobraban y seguirán sobrando.

El Primer  Mundo tiene una obligación moral ineludible para con esos millones de seres humanos, o si queremos verlo desde un punto de vista egoísta, tenemos que evitar una desproporcionada invasión migratoria, en estos momentos pacífica, que pueda traer consecuencias incontrolables.  La globalización y su difusión a través de las  nuevas tecnologías y medios de comunicación  están convirtiendo los movimientos sociales en un fenómeno  absolutamente inédito e imprevisible.