miércoles, 22 de mayo de 2013

DEL ARROZ AMARGO ( 6 ) AL AVIÓN, LÁSER Y GPS. Siega, secado y almacenamiento; antes y ahora.


DEL ARROZ AMARGO ( 6 ) AL AVIÓN, LÁSER Y GPS:  Siega, secado y almacenamiento; antes y ahora.


Con este capítulo damos por finalizado el relato sobre la modernización y mecanización del sector arrocero de Sevilla, que se produce durante el pasado siglo y al que nos vemos abocados más por la falta de mano de obra especializada que por el propio deseo del sector. En todo caso si este proceso de cambio cultural no se hubiera producido en esas fechas , más tarde no hubiese podido soportar las tensiones de los precios con una cantidad tan importante en los gastos por mano de obra que nos restaba competitividad tanto en el interior como en el exterior.
Qué mejor introducción a la siega del arroz que este realto de mi querido amigo Angel Boix, - "el mejor segador de arroz de todos los médicos sevillanos y el mejor médico de todos los segadores de arroz" tal y como le gustaba calificarse-, y que como todos sus relatos forman  un cuadro que tiene vida en la mente del lector: 
LA SIEGA
Decía mi madre: el arroz quiere la cabeza en el fuego y los pies en el agua .
Y es así. Pero se cumple más cuando es espeso y el agua está en la sombra. 
Es bonito ver un campo verde, mucha paja esmeralda, limpio de junquillo, eneas, castañuela o colas.
De vez en cuando una temprana espiga que sobresale orgullosa, desafiante, gorda. Escapa al tiempo de las otras que aún están en la caña.
Se dice que el arroz está preñado. Preciosa descripción.
Pero la solitaria espiga, parece que incita a su estudio y apreciación. Esta “bastarda” llama diciendo: aquí estoy, un mes antes, menos riego y menos riesgo de que me pillen las lluvias. (Mi hermano la apartó, parecía esperanzador) No cuajó la idea. No viene al caso.
Ahora cuando el arroz está llenando, se va recostando por el peso, cuando el verde poco a poco se va sustituyendo por el oro. Da gusto entrar en el campo, con cuidado, pisando adecuadamente, como saben los isleños, en busca de las aguerridas “colas” y no dejar ninguna para semilla.
Es el tiempo de mirar a lo lejos, hacia los montes de Morón, a Lebrija, de donde vendrá el viento cuajado de nubes y lluvias. Es tiempo de soñar. De hacer cuentas mentales.
A partir del ocho de septiembre, día de la Virgen de Sales, empezamos a tachar hojas del calendario de los días que faltan para la siega.
Mi padre me decía: todavía no. Aún hay muchos granos verdes. Todavía no.
Yo esperaba ansioso, casi sin dormir, esperando el inicio de una carrera. Angel Boix


Cuadrilla de segadores.

Cuando llegaba la temporada de siega el Puntal y los poblados de Isla Mayor se llenaban de jornaleros de todos los pueblos de las Provincias de Sevilla y Badajoz, principalmente. La temporada de siega y trilla duraba casi dos meses. 
Los primeros arroces estaban buenos para segar a finales de Agosto, pero eran los menos. La gran mayoría de la siega era en el mes de Setiembre y empezó a atrasarse con variedades de ciclo largo como el Girona, pero durante el mes de Octubre tenía que estar finalizada la trilla y el secado pues de lo contrario el agricultor se encontraba ante un problema importante para poder secar el arroz ya que los secaderos que teníamos ,"las eras", eran de tierra compactada, como ya explicaremos más adelante. 
Generalmente los agricultores no tenían prevista la estancia de los temporeros y éstos se quedaban donde podían. Las fondas, pensiones y casas de los amigos no podían acoger ni al 10% de los inmigrantes temporales y los los almacenes, cuadras y almeares de paja eran los grandes hostales de la zona.
Para la comida, al igual que los plantadores, las cuadrillas solían traer con ellas a su cocinero o cocinera que se encargaba de la compra y de tener preparado el rancho a medio día y por las noches. 
Los períodos de descanso eran cuando llovía o regresaban a sus casas ya que mientras estaban aquí lo que pretendían era terminar sus destajos y salir lo antes posible.
En el campo que está realizada la foto, el barro está bastante seco, lo que era normal en aquella época, aunque pronto nos dimos cuenta que quitar el agua un mes antes de la siega, para que se secase el terreno y, poder así, entrar son el carro a sacar las garbas era nocivo para le rendimiento de enteros. Por esa razón casi todo el arroz se segaba con agua en las pisadas; es decir que se atascaba los 15 ó 20 centímetros de labor o el medio metro de algunos lugares que no tenían todavía un suelo firme.
Era un labor tan dura como la plantación aunque el día no era tan largo porque el sol salía más tarde por las mañanas y se ponía antes. Por lo tanto se trabajaban menos horas y la otra pequeña ventaja era que en lugar de andar hacia atrás como en la planta, en la siega, se camina hacia adelante, pero tenía una desventaja. En la planta puedes apoyar el codo izquierdo sobre el pie del mismo lado, casi todo el día, en cambio en la van las dos manos ocupadas, una con el hicino la otra con los piquetes segados por lo que  la tensión de la región lumbar es total durante todo el día y los dolores de riñones eran peores que en la planta. Observar en la foto a los dos primeros segadores que se les ve la faja para proteger los riñones. La diferencia era que te salías de Guatemala para entrar en Guatepeor. 


Precursora de segadora de cereales.


Contábamos en los capítulos anteriores que las primeras cosechadoras de España entraron en las Marismas del Guadalquivir  por el muelle del Mármol, pero nada tienen que ver con las cosechadoras de arroz, que no aparecen hasta los sesenta, como  veremos más adelante.
Esta segadora de cereal, que no sirve para arroz, va tirada de un Férguson "petrolero", que como se puede apreciar lleva unas ruedas de hierro especiales para caminar por el barro. Las delanteras llevan una "cresta" sobre la base de rodadura para que tengan alguna efectividad para controlar los giros del tractor, ya que unas ruedas de caucho, en este caso, con una máquina enganchada en el tiro del tractor y con las ruedas de pinchos traseras irían patinando sobre la superficie del barro y no obedecerían al mando del tractorista cuando intentase girar a dereha o izquierda.  A finales de los cincuenta todavía veíamos algunos Férguson petroleros por la Isla, pero sólo se utilizaban para trabajos en seco ya que eran de muy difícil manejo y de menos fiabilidad.
Eran unos ´"tratos" muy difíciles de manejar. Si no tenías cuidado en la colocación de las manos al volante podías perder el dedo gordo en cualquier tropiezo del tractor con algún terrón gordo o un almorrón. Las direcciones no eran hidráulicas y ese tropiezo hacia que el volante diese un giro al que se le transmitía toda la fuerza del tractor sobre la rueda girada. La velocidad del volante, dando la vuelta el solo, era tan tremenda que si tenías el dedo gordo abrazando el aro del volante y metido entre los radios, ese retroceso te podía destrozar el dedo o por lo menos descoyuntártelo.
Recuerdo, con 13 ó 14 años, una tarde de recolección, intentando dar marcha atrás con el remolque y el tractor Férguson de Monparler. Se me saltaban las lágrimas de rabia, pues era incapaz de girar el volante con el tractor marcha atrás,  cuya tracción aumenta considerablemente el peso del eje delantero. Yo ya sabía manejar marcha atrás el remolque de un eje pero tuve que pedir ayuda porque no tenía la fuerza suficiente para girar el volante mientras el tractor se movía y parado no lo movía ni un centímetro.



Charrasquero: Pepe Hermano

Cuando se segaba la garba ésta quedaba amarrada sobre el agua o  el barro, por lo había que elevarla y dejarla sobre un lugar seco, pues de lo contrario las espigas que tocaban barro o agua se estropeaban rápidamente. Para lograr ese aislamiento podéis observar el trabajo de la foto superior. La garba, de más de un metro de larga está depositada en el barro y yo tengo el pie izquierdo sobre la parte baja de los tallos de las espigas. Con las dos manos tengo bien cogido el "charrasco" un especie de hocino larguísimo, de más de un metro, que no se ve pues está enterrado en la garba y en el barro que hay debajo. En ese momento tiro hacia arriba y hacia atrás cortando los tallos aproximadamente por la mitad. Este trabajo de cortar las garbas necesitaba tres o cuatro movimientos de corte para cada garba que para algunos, más endeblitos, se convertían en 7 u 8.
Junto con el trabajo de fanguear, donde algunos tractorista se volcaron el tractor encima y quedaron muertos y  enterrados en el barro, el trabajo de charrasquero era el que más accidentes graves producía en el arrozal. No tengo ni idea de los pies que quedaron cortados por la mitad hasta llegar a los metatarsianos ni tampoco los trozos de talón que quedaron esparcidos por los campos, pero yo que vi pasar aquel charrasco tan cerca de mi pie apostaría que fueron muchas decenas y todas de heridas de bastante consideración. Con el hocino se perdían muchos dedos y cortes importantes en las piernas, pero la tibia (espinilla) solía detener el avance de los dientes del hocino y la mayoría de los accidentes de la siega se limitaba a un buen corte a media pierna que te obligaba a dejar esa temporada de siega.
Cortar garbas con el charrasco no era mi trabajo habitual, ya que durante la siega, cuando solíamos tener en casa cuadrillas de 20 ó 30 segadores yo tenía que estar de manigero pendiente de que se realizara un trabajo regular y correcto, aunque, siempre que podía, me gustaba ponerme a segar un rato al objeto de animar la cuadrilla o de charlar un rato con alguien de ella, que valiera la pena.
Durante muchos años, -hasta que la edad se lo impidió-, venía a segar un hombre mayor, - que bien podia ser el que se ve en la foto-, de La Puebla de Cazalla, que era de la casta especial de los hombres de campo, que sin estudios son sabios,  cuando hablan sentencian. Continuó viniendo aunque  le iban abandonando sus fuerzas pues se fue haciendo muy mayor. Entonces lo colocaba en la esquina interior de la cuadrilla con lo que él se podía administrar su tajo para no tener que hacer esfuerzos extra con el fin de seguir la cuadrilla y a su lado me gustaba segar y aprender la filosofía de la vida.
Su hijo, creo recordar que le apodaban "el kiki", era un hombretón de 1.90  y más de cien kilos que tenía la fuerza que un rinoceronte  y  nunca estaba en la misma cuadrilla del padre, pues aunque era homosexual y él no lo rechazaba, prefería ir de charrasquero, -que ganaba algo más-, en la cuadrilla de su compañero "el gamba" que era su antítesis física,  en cuanto a peso, fuerza y estatura. Pesaría 50 kilos y mediría 1.60 y era tan delgado que tenía que pasar dos veces por el mismo sitio para hacer sombra. Cuando no estaba su amigo recuerdo que había muchos que lo molestaban con sus bromas pesadas, pero cuando llegaba "el kiki" ya lo querían todos y lo invitaban a un vino como si lo de antes fuera de broma. Que no lo era.


Sacando garbas con los bueyes.


Yo nunca llegué a ver esta imagen de los bueyes sacando garbas, tampoco arando ni realizando otras labores del arrozal, por lo que imagino que son anteriores a mi llegada, aunque yo con diez años y hasta los dieciseis, pasaba todo el verano en el colegio y poco sabía de la generalidad de lo que acontecía en Isla Mayor. Mi campo de visión era muy limitado y es muy posible que en las explotaciones que tenían conexión con la ganadería esta imagen sería habitual hasta pasados los cincuenta.
Y es que precisamente no me imagino a los bueyes, en colleras, andando entre las garbas con los continuos zig-zag que hay que realizar, para pasar entre ellas, por su lentitud y por el enorme espacio necesario para su evoluciones. Esta era una labor para caballos y también para los mulos, más dificiles de manejar pero también más duros y con menos necesidades alimenticias y de atenciones.

Sacando garbas al remolque para transporte a trilladora.

Esta foto  no me revela datos para que pueda datarla con precisión, pero algún detalle me induce a creer que está sacada entre los ´50 y los ´60.  El grupo de peones con el caballo y el mulo están acercando las garbas de arroz desde el interior de la tabla hasta el lugar donde han situado el remolque para cargarlo de arroz, por lo tanto es a partir los ´50.  Junto al camino hay un pequeño dren en el que podemos apreciar unas gramas enormes que nos señalan que todavía el herbicida no lo estaban utilizando, lo que nos situa antes de mediados de los ´60. Al fondo vemos el Citroen dos caballos, que empiezan a popularizarse en esas fechas, y el trabajo que están realizando desaparecerá a los pocos años con la entrada masiva de las cosechadoras.



Sacando garbas al remolque


Esta otra foto nos muestra la particularidad de que el gañán es una mujer como en el caso de los bueyes. Ese era un trabajo ligero, puesto que en la mayoría de los casos el que gobernaba al animal de tiro no solía cargar garbas, si tenía muchos ayudantes como aquí se aprecia. Cuando iba el trineo de vacío, en busca de la carga iban todos montados en él, en cambio, al volver cargados tenían que venir todos caminando, puesto que normalmente el barro estaba ya bastante seco y el arrastre del trineo era pesado.
Vemos al de la horca que era el encargado de subir las garbas cuando ya el remolque llevaba varias tiras de garbas y se elevaba mucho con lo que dificultaba e lanzamiento, manual, de la garba hasta esa altura.


Carros y garbera.


En esta foto debo tener unos 11 ó 12 años. En este pequeño alazán fui todos los días al colegio durante los últimos meses de 1954, pues a partir de Enero mis padres me internaron en el colegio salesiano de Alcalá de Guadaíra. La fecha de entrada en el colegio era el 8 de Octubre, por lo que generalmente yo ayudaba durante toda la siega, y la mayor parte del transporte, trilla, secado y envasado.
Lo interesante de la foto son las cuatro pequeñas "garberas" que se ven al fondo. Como no era fácil encontrar la trilladora para los días que la necesitabas, arreglábamos las garbas como si construyéramos una choza, con lo que si llovía sólo se mojaban las espigas exteriores, ya que las dos vertientes del techo la ordenábamos perfectamente con las espigas hacia fuera, que hacían de capa impermeable a la vez que se secaban pronto, en caso de mojarse, puesto que daban al exterior.
También es interesante observar los dos carros que se ven an la foto. En la parte trasera del caballo vemos el carro plano, que ya comenté que tenía una amplia base de rodadura para poder entrar dentro de las parcelas a cargar las garbas directamente desde el campo sin necesidad de utilizar los trineos. En la parte delantera vemos el carro tradicional que era el que se utilizaba corrientemente ya que era mucho más cómodo en los desplazamientos, además de que admitía mayor carga.



Quemando el rastrojo de las garbas.





Vemos aquí a dos peones recogiendo los rastrojos, -la parte baja de los tallos que cortábamos con el charrasco y que servía para colocar encima las garbas para que no tocasen el barro y el agua-.
Este era un trabajo bastante aburrido, pero tenía la ventaja que como se hacía al final de temporada y presumiblemente con el pasto seco, para que ardiese bien, el suelo ya estaba seco y se podía entrar con las alpargatas. 
En cambio antes de sacar las garbas para la trilla, había que secarlas, es decir se llevaban unos días dándole el sol por la parte que la había dejado colocada el charrasquero y a los pocos días, en función del tiempo más o menos seco, había que darles la vuelta para que secase la parte inferior. Y ese sí que era un trabajo antipático, por lo menos para mi, era el trabajo que más me disgustaba realizar de todos los trabajos del arroz. Normalmente el barro estaba tierno pero ya no había agua, es decir "arrancapota" lo que suponía que se creaba un emplasto de barro pegado a los pies que sólo podías soltar cuando ya era enorme y se desprendía por su propio peso, dando patadas al aire como las bestias cuando les molesta la "cuca". Para evitar más lugares donde el barro se pegase  llevábamos pantalón corto con lo que las piernas quedaban al descubierto y era un martirio chino aguantar todo el día los pinchazos de la parte inferior de los tallos de arroz que quedaban en el suelo tras cortar con el hocino tallo y espiga. 
Cuando estábamos realizando este trabajo, al final de la tabla, solíamos colocar unas trampas con los mismo rastrojos, colocándolos contra el almorrón,  donde se iban escondiendo las ranas que arreábamos a la par que quemábamos el rastrojo. Cuando terminaba la mañana o el día de trabajo levantábamos el restrojo colocado junto al almorrón y allí debajo había gran cantidad de ranas que para muchos de nosotros era un manjar que todavía recordamos con nostalgia. Especialmente recuerdo un arroz caldoso con ancas de rana que hacía mi madre, que lo tengo idealizado, y que era de los pocos arroces a los que no le protestaba, pues en casa se comía arroz los siete días de la semana y las cincuenta semanas del año. Era una guerra que tenía perdida de antemano ya que mi padre, que padecía del estómago decía que el arroz era la comida que mejor aceptaba, así que llegó un momento, cerca ya de irme a la mili, que me declaré en huelga contra los guisos de arroz de cualquiera de las cien formas que mi madre sabía presentarlos. Pero ahora, casi cincuenta años más tarde, recuerdo aquel arroz con ancas de ranas como una comida más especial que un arroz con bogavante.


Trilladora Ajuria Victoria.

 Aunque la foto no enseña completa la trilladora, creo que podré explicaros con sencillez y claridad su funcionamiento.
Arriba de la garbera, que también podría ser un remolque, vemos a un operario que entrega al servidor de la trilladora garba a garba. El alimentador  al que casi no vemos está situado delante de una mesa donde va deshaciendo las garbas y alimentando de forma constante  a la trilladora en función de la capacidad de esta para trillar.
En el interior de la rampa, que vemos inclinada 45 grados, hay un elevador, -unas simples barras paralelas situadas cada 30 ó 40 centímetros, enganchadas a las dos cadenas laterales que la hacen funcionar y que toma las espigas desde la mesa y las llevas hasta el tragante o cilindro desgranador.
Al final de la correa vemos una polea que hace girar un cilindro con unos dientes de hierro que pasan a través de una parrilla cóncava, también repleta de dientes, y que arrastra los tallos y espigas hasta hacerlas pasar entre los dientes del cilindro y los de la parrilla inferior. Allí se van desgranando las espigas pasando varias veces entre los dientes a gran velocidad y, mientras, el arroz cae hacia abajo a unas cribas que eliminan la paja que lleva y  que con un zarandeo circular lo lleva hasta un elevador pasándolo, previamente, a través del viento de una potente turbina para limpiarlo de polvo. Desde el elevador baja por un par de tubos de descarga que terminan en una boca donde enganchábamos los sacos que se iban llenando y retirando para guardar, si estaba seco, o para vaciarlos en la era para que se secasen al sol el tiempo necesario hasta que se quedara por debajo del 16% de humedad, si era para almacenamiento propio, o al 14% si era para entrega al SENPA.
Por la parte superior de las cribas se iba deslizando la paja que caía sobre unos "caballitos", -se llama así a unos grandes cajilones que se movían con unas bielas en forma de cigüeñal, por lo que a la vez del movimiento hacia a delante y hacia atrás se le añade un movimiento de sube y baja que hace que la paja no tenga otro remedio que salir por la parte posterior de la trilladora. Allí un par de hombres con unas parihuelas la iban recogiendo y retirándola hasta formar los grandes almeares que crecían en cada era y especialmente junto a las máquinas fijas, que eran trilladoras firmemente sujetas al suelo y bajo techado a las que había que arrimarle las garbas y retirarle la paja a mayores distancias.

Amontonando arroz para envasarlo.

Como decíamos en el apartado anterior, cuando se trilla el arroz normalmente no está suficientemente seco para guardar o entregar al SENPA, por lo que había que extenderlo en la era y más tarde en los secaderos de hormigón en los que las transformamos.
Cuando ya se conseguía el grado de humedad al que queríamos guardarlo, se recogía con la cuchara o trailla, que era la misma que utilizábamos para nivelar las planteras y los pequeños cerros de las tablas grandes. Cuando ya teníamos los secaderos de hormigón y tractores se utilizaba, para recoger el arroz, un gran tablón enganchado en los tres punto traseros del tractor que nos permitía amontonar el arroz con gran rapidez.
El arroz solía estar un día o dos extendido al sol, en función de lo seco que viniera del campo y de la humedad final que necesitásemos. Cuando estaba bueno, generalmente en aquella época el aparato para medir la humedad eran los dos premolares derechos. Entre ellos colocábamos los granos y calculábamos la humedad en función de cómo se partía el grano. Cuando está húmedo no parte, se aplasta y si el grano está seco se parte limpiamente. No podíamos establecer el grado de humedad exacto pero si sabíamos cuando estaba bueno para el almacén y cuando para el SENPA.
La foto, con total seguridad, pertenece al término de Sueca, posiblemente sea de López Egea, pues vemos un árbol típico de la zona, "el sauce llorón, en valenciano lloroser" (creo) y el montón de sandías junto al secadero de arroz lo que es muy normal ya que la huerta hace muchos años que va restando terreno al arrozal en ese término.


Llenando sacos

Aquí tenemos a dos parejas de peones llenando sacos ya con la "media" por lo que debe pertenecer a los ´50, por lo menos. Los sacos, para la manipulación y transporte del arroz, se mantienen durante toda la transición y no desaparecen hasta que se generaliza la entrega a las cooperativas cuando pasamos a realizar todo el manejo a granel. De todas formas, aun durante ese tiempo, seguían utilizándose para guardar el arroz en los almacenes propios que no teníamos preparado para los granels y era más segura su conservación en sacos, además en el mismo espacio se podía guardar más del doble de kilos puesto que se podía almacenar a mayor altura.
También en este trabajo Rafael  y yo hicimos algunas "heroicidades"  durante la primera mitad de los ´60. Cogíamos el trabajo de llenar por cuenta, a peseta el saco, y éramos dos máquinas llenando. Teníamos una depurada técnica por la que con tres medias sacábamos el saco lleno y podíamos llenar tranquilamente dos o tres veces más rápìdo que otra pareja normal.
Pero en cuanto tuvimos tractor compramos una palita, cuyo pequeño cazo desmonté y cambié por otro de mucha mayor capacidad, y fabriqué una envasadora transportable que estaba formada por dos tolvas unidas y soldadas a un cuadrado, con cuatro pata regulables de altura, donde enganchábamos los sacos. Este artilugio copiado de los enganches de las trilladoras nos permitía llenar a mucha mayor velocidad con mucho menos esfuerzo. Eso sí, tragábamos todo el polvo que queríamos y más.


Preparando sacos entrega al SENPA.

Por lo pequeñajo que se me ve eb esta foto, debe estar tomada en el ´56 ó ´57 y aquí estaba la cuadrilla completa envasando arroz para entregar al Servicio Nacional de Cereales. Los dos peones llenaban el saco y los subían a la báscula. Yo lo pesaba, 75 kilos, y lo bajaba arrastrándolo y haciendo palanca sobre la rodilla. No tenía mucha fuerza pero si la habilidad necesaria para manejarlos, aun sin ser capaz de levantarlos. Mi hermana, Vicenta, los cosía y ya quedaban preparados para cargarlos al camión, que nos veíamos obligados a usar los primeros años. Más tarde con lo que normalmente lo llevábamos era con nuestro tractor y remolque.
El trabajo de secadero no era tan pesado como molesto. Ese polvo del arroz que continuamente volaba por el aire mezclado con el polvo de tierra, es enormemente molesto y eso no ha mejorado con los años, es más la variedad que llevo varios años cultivando, el J.Sendra, es la clase de arroz que más pica de todas cuantas he conocido. Logicamente en la actualidad es muy difícil que te llegue el polvo del arroz a no ser que estés trabajando directamente en el secadero mecánico o en sitios donde es inevitable pasar por zonas que tengan algo de polvo, que son raras y escasas. Ni en la cosechadora, donde van segando en una cabina cerrada y con aire acondicionado e igualmente en el tractor, que también está herméticamente cerrado, climatizado y con un poco de suerte radio-CD, Dolby Sistem.


Trilladora fija, familia Rosembau

Esta fotografía tomada de Historias de Isla Mayor, -pertenece a la familia Rosembau, a la que no tuve el gusto de conocer y a cuyo hijo enviaré el capítulo por si le apetece hacer algún comentario-,
corresponde a los años heroicos del arroz, que para mi serían los anteriores al ´55. Vemos en primer plano una vagoneta donde, al inicio de la colonización, traían todo lo imprescindible desde Colinas. Aquí se ve ya está abandonada y sirviendo como abrevadero y a la izquierda vemos el pesebre. Entre ambos el lugar donde quedaba estabulado el caballo o mulo que ellos utilizaran.  Junto a la casa, -que debía ser su vivienda habitual, pues existen otras fotos de la fachada y tiene su sombrajo y aspecto de vivienda aceptable-, vemos el tinglado para la trilladora fija, que entonces sólo tenían las fincas más importantes, y al lado la sierra de arroz y lo que parecen unas grandes lonas para taparla, ya que tampoco retirábamos el arroz cuando queríamos si no cuando podíamos.
Recuerdo en los primeros años que teníamos Calonge, tener una sierra de 2.500 sacos de arroz casi seco, recién trillado, que durante más de tres meses no tuvimos otro remedio que mantenerlo en medio del campo ya que las carreteras de tierra no nos permitían retirarlo, para llevarlo donde teníamos el secadero de hormigón y el almacén para terminar de secarlo y guardarlo.


Llenando sacos para cargarlos o almacenarlos..

En este caso y como podemos corroborar por la siguiente foto, que es del mismo lugar y posiblemente el mismo día, están pesando el arroz para llevarlo a otro almacén o entregarlo al SENPA, ya que después vemos que lo están cargando. Pero exactamente sería el mismo trabajo si en lugar de preparar para cargar se estuviese preparando para almacenar, por la puerta que se distingue al fondo.. La misma carretilla que va acercando los sacos desde el lugar que han sido llenados y los deja sobre la báscula, podría recogerlo después de pesado y entrarlo al almacén donde quedaría apilado, mediante una escalera de sacos que íbamos construyendo con sacos para ir llenando desde atrás hacia delante, subiendo por ella cargados con el saco lleno, y llevándolos hasta el final. Pero lo normal era que los sacos que almacenábamos no se pesaran y sólo hacíamos ese trabajo extra para las entregas obligatorias o voluntarias al SENPA.


Cargando sacos en el Remolque, entrega SENPA.

Hasta que empezaron a venir la máquinas elevadoras de sacos, con motor de gas-oil, en el campo no teníamos otro sistema de carga que el manual. O bien nos cargábamos el saco al hombro con la ayuda de otras dos personas, -como se ve perfectamente en la foto-, o uno lo acercaba al remolque con la carretilla y los otros dos lo cargábamos a pulso. No era muy duro este trabajo de cargar sacos, si la cuadrilla estaba formada con personas de fuerza medianamente alta, cuando eran pocos, pero había días que la paliza de la carga a pulso de 250 ó 300 sacos, que solía secar nuestro secadero, te dejaba la espalda bastante dolorida. Especialmente cuando a media tarde lo habías recogido con el caballo y el cazo de madera, después los habías envasado y por último venía la carga. si además, uno de los tres imprescindibles era débil, el esfuerzo se multiplicaba, En este caso, de la foto superior, están colocando en el remolque los sacos de pie lo que no era normal a no ser que fuera para otro almacén que estuviera cercano. En las entregas al SENPA había que aprovechar al máximo la carga, por lo que había que ordenarlos muy bien, ya que no sabías el tiempo de espera que te tocaría.


Kilométricas colas de entrega al SENPA.

Aquí vemos en esta foto, del albúm de Matias, a  una parte de la cola,  formada en ese punto por los tractores de Olivares y que era característica de los años de la entrega obligatoria al SENPA y más tarde de las voluntarias.  Estas entregas al Organismo de intervención, que eran voluntarias, al final resultaban obligadas dado que el precio del mercado estaba undido y entregábamos a a la Intervención para quitar arroz del mercado y forzar con ello a los industriales a subir los precios para poder atender sus demandas. Fueron años muy difíciles donde la continuidad del cultivo se veía contínuamente puesta en duda dado su baja o nula rentabilidad. Esto obligaba a forzar al agricultor a buscar medidas de ahorro que en el caso del arroz eran muy limitadas. No podíamos ahorrar en abonos, pues con menor cantidad de abono menor cosecha y menor rentabilidad. Tampoco podíamos ahorrar en gastos de elevación de agua, pues sin la cantidad necesaria subiría la salinidad y perderíamos no sólo la rentabilidad sino también la inversión. Asi que tuvimos que recortar en el único capítulo viable. La mano de obra; que pasó de ser el 40% del costo total del cultivo, durante las decadas ´60 y ´70, a un 10 ó 12% del total de los gastos a partir de los ´80, siendo ésta una cantida estable, pues difícilmente podremos reducir costos de mano de obra, a no ser que las inversiones en maquinaria fueran brutales y económicamente inviables. Por cierto que, un estudio serio de viabilidad de éstas inversiones, demostraría que no es rentable, aunque no tenemos más remedio que hacerla para poder atender los trabajos en el tiempo que creemos que hay que realizarlos.
Racionalizar la inversión, en una estructura de la propiedad que descansa en pequeñas y medianas explotaciones, es imposible. Y el cambio necesario tendría que pasar por una racionalización de las siembras que se me antoja es un problema superior a la capacidad de concertación del sector.
No intento explicar, ni siquiera brevemente, las causas de la caida de precios del arroz en España, ni tampoco todos los cambios que nos vimos obligados a realizar para poder mantener este cultivo, en cambio, si aparecen en breves pinceladas y en cada apartado de los capitulos 4º, 5º y  6º de ARROZ AMARGO, las pequeñas transformacioones culturales que nos permitieron soportar la penuria económica en la que estuvo inmersa el sector.


Pilas de sacos almacenes SENPA

Estas enormes pilas de sacos son las que se formaban en los almacenes que la Federación de Agricultores Arroceros de España tenía en el Puntal. Todo el sistema de defensa de precios estuvo basado, esos años, en la retirada de excedentes, procurando, además, que estos no volvieran al mercado nacional para evitar nuevamente desequilibralo, consiguiendo subvenciones para conseguir su exportación, ya que los precios nacionales estaban más altos que el mercado internacional. Como el Organismo de Intervención, el SENPA, no tenía almacenes para cereales en la zona. La FAAE había construido en Las Marismas de la Margen Derecha e Izquierda una serie de almacenes que alquilaba al Senpa para que éste comprase nuestro arroz.
En el Puntal teníamos y conservamos cinco grandes almacenes con una capacidad total de unas 13 ó 14.000 Tn. los que en los ´70 significaba un 10% de la producción,
Anteriormente, algunos agricultores arroceros, entre ellos mi padre, habían probado internarse en el mundo cooperativo creando, en Coria del Río, una cooperativa de almacenamiento de arroz cáscara y comercialización del arroz blanco,  -La Cooperativa Arrocera Sevillana-, que fue un fracaso de tal magnitud que terminó con todas las iniciativas de cooperativismo de la zona durante muchísimos años. También dedicaremos un capítulo al asociacionismo en Isla Mayor donde daremos más detalles y explicaremos las medidas que paulatinamente fuimos tomando en defensa de nuestro producto.


Clayson 103

Esta foto, a pesar de su mala calidad, que llevase a pensar que es más antigua,  no puede ser de otra fecha que primeros de los ´60 cuando aparecen las primeras cosechadoras de arroz. Creo recordar, -y si no es así alguien me saque del error-, que ésta fue la primera marca de cosechadoras que entró en Isla Mayor a cosechar el arroz.
Poco más tarde entraría la Fahr Deutz de la que hablaremos ampliamente a continuación. Estas primera máquinas cosechadoras tenían un motor de unos 60 cv. y llevaban un corte de unos 3 metros. Tenían unas orugas muy pesadas, para ese motor, pero en el campo encharcado se defendían muy bien. El problema se planteaba cuando el arroz se tumbaba y había que quitar previamente el agua para que no se estropease la cosecha. Entonces con el barro pegajoso ya sufrían enormemente, especialmente cuando tenían que dar marcha atrás, lo que ocurre frecuentemente en los arroces encamados. Con la marcha atrás la máquina levantaba la parte trasera hasta que el corte se apoyaba en el barro y dificultaba todavía más la maniobra.
Pero aquellas pequeñas cosechadoras junto con los tractores, también de muy poca potencia para estas tierras, fueron el inicio de un camino irreversible hacia la modernización del sector mediante la mecanización integral sustituyendo  la, ya muy difícil de encontrar, mano de obra especializada en los trabajos del arrozal por la maquinaria y aperos especializados, que fuimos inventando o acoplando de otros trabajos similares de diferentes cultivos.


Tractor  Férguson de Ibañez secando arroz en el secadero de sol.


Este es el secadero, almacén y tractores de "el Molinero" en los Tres Puentes.  Esta fotografía podía haber sido tomado en nuestra parcela del Toruño y sólo la hubiéramos distinguido los que conocíamos bien todos los detalles, ya que nosotros teníamos el mismo tractor pequeñito, para no hacer mucho daño arando el arroz, el mismo secadero, con una extensión similar y con una nave parecida al final del mismo para poder almacenar el arroz. Los primeros años lo envasábamos en sacos y con la carretilla lo entrábamos, uno a uno, al almacén y allí se apilaba lo más alto que nos permitían las cerchas. Sin embargo a primeros de los ´60 cuando ya compramos el Super Ebro, al que  acoplé un cazo de mayor capacidad, cambiándolo por  la pala multiusos y empezamos a almacenar el arroz seco a granel, que aunque era un almacenamiento  más inestable y problemático  para su conservación, la facilidad para guardarlo no tenía comparación.
Al contrario de las demás faenas del arrozal, esta de secar y guardar el arroz en el almacén era un trabajo que siempre me agradó. Me creaba un estado de ánimo especial y sólo comparable a la satisfacción de terminar una labor bien hecha.

Deutz Fahr M 66. Primera Fahr de arroz del mundo.


Y con una como esta me tocó a mi bregar durante unos diez años.
En el ´64 entró la primera Deutz Fahr de arroz en Isla Mayor, en la parcela del Toruño para realizar las primeras pruebas de adaptación al arroz de una cosechadora de cereal . Aquella máquina era la Deutz Fahr M 60, con un corte inferior a los tres metros. 
Entró en la tabla de la casa, exactamente por el mismo sitio que la Class que veremos unas fotos más adelante. El desastre que iba realizando, en la trilla y cribado del arroz, era tan tremendo que a mitad de la lucha mi padre paró la máquina y le pidió por favor que levantase el corte y saliese al camino pisando el arroz que tenía delante, sin segar,  pues  él consideró que las orugas pisando arroz hacían menos daño que el que iba tirando por detrás en la siega.
Al año siguiente aparecieron los alemanes con la M66, que era la misma máquina de cereales de secano con las orugas para caminar por el barro y un cilindro y cóncavo especiales para desgranar el arroz. y  desde entonces me complicaron seriamente la vida, los próximos diez años de recolección.
Los dos primeros años la cosechadora la llevaba Ángel, un empleado de la casa comercializadora especialista en esos trabajos lo cual, en aquella época, como podréis comprender, no era fácil de localizar. Esos dos años yo estaba en la mili, el primero en Cerro Muriano haciendo la instrucción y el segundo haciendo "el tonto y el vago" en el cuartel de Automovilismo de Torre-Blanca. Durante esos dos años tanto Rafael como yo nos enteramos de todos los entresijos de la cosecha mecanizada y a partir del tercer año la máquina quedó bajo nuestra exclusiva responsabilidad.
Contar todo lo que nos hizo "pasar" aquella máquina experimental, la primera Fahr para segar arroz en todo el mundo, es una historia demasiado extensa  para incluirla en este post cuyo principal objetivo es estudiar la evolución en el cultivo del arroz en las marismas y lo que realmente importa es el cambio del sistema cultural donde la siembra directa, la cosecha a máquina y  todo el movimiento de arroz a granel fue la parte más significativa.
Aquel prototipo sirvió para convertirnos en mecánicos aficionados. Una muestra de nuestra capacitación técnica en el mantenimiento la demostramos en nuestra capacidad para arreglar averías serias. La cosechadora traía de fábrica un problema en la caja de cambios que tras romper el mismo rodamiento unas 10 ó 15 veces, - una vez o dos cada año-, los mecánicos alemanes y técnicos de la casa, tardaron dia y medio en desmontar, sacar la caja, arreglarla y volverla a montar. s
Pasados un par de  años, nuestro conocimiento de la máquina era tal que esa misma avería nos costaba arreglarla, a Rafael y a mi, unas tres horas. El trabajo de arreglo era cosa fina. Se rompía un rodamiento interior de la caja de cambios que estaba situada justo en el centro, de la parte inferior de la cosechadora. Lógicamente tenías que hacerte el ánimo de tirarte de barriga o espalda al barro, había que ponerse en bañador y entrar bajo la máquina tumbados y arrastrándose por el barro. Pero ya nosotros entrábamos con los utensilio precisos y el recambio preparado para realizar un cambio rápido. Hasta un llave de uso especial habíamos preparado para poder sacar un tornillo colocado en una situación imposible. Cuando los ingenieron diseñaron la situación de la caja de cambios no pensaban que iba a estar a medio metro del barro, si no estaba muy atascada.
Otro ejemplo de efectividad y rapidez en las reparaciones inverosímiles fue el día que se partió el chasis por la mitad en el centro de una tabla de Calonge. Llevamos un tractor al que montamos ruedas de fangueo y enganchamos en  la parte trasera de la máuina, que se sostenía con las chapas laterales, y mientras el motor de la cosechadora hacía caminar la parte delantera, con el tractor, con un movimiento totalmente sincronizado estirábamos del eje trasero y la cola. Aquello fue increíble, la subimos al un gran remolque que teníamos para el transporte y trabajamos en ella toda la noche en el taller de mi cuñado Manolito. Aquella noche no durmió nadie en los pisos del "Tiío del Duro",ni tampoco en la casa cuartel de la Guardia Civil que estaba enfrente, pero por la mañana a hora de segar la máquina estaba en el tajo.
Se había convertido en una situación muy normal  que la arregláramos durante el día y segábamos luego hasta que nos dejaba la humedad de la tarde-noche. Si se averiaba por la tarde, arreglarla y continuar al día siguiente era algo que ya pasaba como normal.


Jhon Deere modelo 2011


Aquí tenemos, frente al primer modelo de la Fahr Deutz de arroz en España, el último modelo de John Deere que he visto en Isla, hace un par de años. Esta cosechadora de la clase S 630i es la pequeña de la clase S por lo que he podido ver en internet.
Así mientras nuestra Fahr tenía un motor muy justito para los momento problemáticos, -por cierto un magnífico motor Deuz de 60 cv, refrigerado por aire y que jamás nos dio un solo problema, que llevaba la máuina decentemente pero que cuando el corte de tres metros, sobredimensionado, -fue preciso aumentar el ancho de corte para evitar que el barro que soltaban las orugas cayese sobre el arroz sin segar-, tragaba de golpe algún montón de paja de la que solía acumularse a los lados, le costaba trabajo recuperar sus revoluciones, mientras, la S 690  disfruta de un motor de 550 cv capaz de llevar tranquilamente un corte de doce metros. Corte que por otras parte se puede regular de inclinación lateral, para segar en laderas, o para evitar recoger barro, en un arroz tumbado,  cuando una oruga se atasca más que la otra si no dispones de esa opción de regular la altura del corte de acuerdo con el nivel del suelo, te deja dos alternativas: o llenabas de  barro el corte en la parte más baja, lo que significaba que tendríamos que parar para limpiar todas las cribas y cagilones, o por el contrario, y es lo que hacíamos recoger el arroz que buenamente se pudiera y pasar las orugas por encima del arroz al que el molinete no llegaba.
Es una ingenuidad intentar establecer comparaciones entre las dos máquinas, cuyo único parecido era en el nombre: cosechadoras. Sólo la cabina de la John Deere con su equipo eletrónico vale más dinero que  la Fahr. Mientras nosotros teníamos que tragarnos todo el polvo, cuando el viento lo teníamos en contra, con ésta, herméticamente cerrada, no sólo se evita el polvo si no que dispone de música ambiental, control de humedad del arroz que se va cosechando, control de producción por ha, GPS para que ella sola mantenga la dirección correcta y la máxima anchura de trabajo, sin que quede un solo piquete por fuera del corte, el vídeo que te muestra cualquier parte exterior de la máquina para poder controlar la descarga, por ejemplo, o te avisa si cualquiera de las funciones propias del trabajo baja de rendimiento, como puede ser un descenso de las revoluciones del cilindro, que por otra parte puedes regular electrónicamente para que desgrane perfectamente, sin producir roturas.
Y no es que le quiera quitar mérito al trabajo de los actuales maquinistas , más bien al contrario, con cada adelanto de las máquinas hay que aumentar el nivel de preparación de sus operarios, que terminarán siendo ingenieros elctrónicos, que segaran sentados en su 4X4 al borde del camino, mientras la cosechadora se encargará del trabajo. Por ahora todavía se tienen que llenar de barro algunas veces.


Cangrejo saliendo de su cueva.


En 1974, Rafael Grau y un miembro de la Nobleza española consiguen la autorización para importar el cangrejo rojo del Mississippi, "procambarus clarkii" para reproducirlo en viveros cerrados de las Marismas, en el mismo lugar donde ya estaban criando anguilas.
Esta es otra historia que merece capítulo aparte, pues su implantación fue causa de muchos enfrentamientos entre cangrejeros y agricultores, por falta de una regulación específica, pero a su vez, fue parte de la solución del grave problema del desempleo que atenaza a los trabajadores por cuenta ajena de las Marismas como consecuencia directa de la transformación de un cultivo artesanal en un modelo cultural áltamente tecnificado.
El cangrejo tiene cierta incidencia en los nuevos trabajos que tenemos que realizar en esa transición, ya que las estructuras de control de agua en las parcelas, incluso de las instalaciones de bombeo, hubo que revisarlas y acomodarlas a la nueva situación. El cangrejo rojo es un crustáceo de gran actividad veraniega y que generalmente hiberna a partir del momento en que retiramos el agua de las tabla de arroz. Por esa razón cuando quitábamos el agua, días antes de la siega, por tener el arroz tumbado, el cangrejo hacía su cueva de unos 80 cts de profundidad y allí se aisla y pasa el invierno hasta que nuevamente la tabla vuelve a inundarse. La tierra que extrae para construir su cueva produce un montoncito, parecido a un termitero, que en el caso del arroz encamado sobresale por encima del mismo. Cuando las máquinas llegan a los lugares donde están los montones de barro, si lo ven, evitan tragarse el barro dejando el arroz en el suelo, pero muchas veces no se ve y el barro va directo a las cribas con la consiguiente obturación de los agujeros o las rendijas por donde el arroz pasa al ventilador y posteriormente a la tolva. El daño a veces es bastante importante, por lo que hubo que evitar tajantemente cualquier variedad con tendencia a encamarse. A pesar de ello, todas las variedades en ciertas circuntancias, generalmente climatológicas, caen al suelo.
La otra causa es que produce daños en las infraestructuras por la costumbre de este crustáceo de estar siempre junto a las obras de fábrica, donde el agua cae en pequeña catarata y junto a ellas empieza su labor de escavado hasta que consigue atravesar los grandes almorrones e incluso las carreteras que tienen desnivel de agua entre ambos lados de la misma.
Esto parece fantasía hasta que has presenciado la desapación instantánea de un tractor o parte de un remolque que circulaba por un camino y de pronto, al pasar sobre una tubería de desagüe hundirse dos o tres metros de profundidad y varios metros cuadrados de superficie.


Class de finales del siglo XX

A finales de los ´70, unos maquileros de Albacete, más tarde buenos amigos, me ofrecieron segarme el campo a un precio por ha. que no compensaba los sufrimientos y gastos que conllevaba cosechar con nuestra máquina, asi que la retiramos y por mi parte no hubo nunca nadie que fuera capaz de convencerme de las bondades de una buena cosechadora. La buena cosechadora es la que está a punto para segar el día que te hace falta y que cuenta con un buen mecánico que le solucione cualquier problema que se le plantee, que en las máquinas de esa segunda generación, todavía eran muy frecuentes.
Cuando estos amigos, maquileros de Albacete, dejaron de venir  puse la siega en las manos de otro buen amigo, Aguado, que también estuvo cosechando nuestro campo, hasta que decidió retirarse a la política sindical en defensa de los intereses de los maquileros.


Cosechando J.Sendra en el Toruño.


Llega un momento a finales de siglo que la tecnología de la Class, con su  nuevo sistema de alimentación y cambio en los tradicionales sistemas de trilla, sumados a las orugas que mejor resultado habían dado en todo el historial de las cosechadoras isleñas, llevó a la Lexión de Class a situarse a la cabeza de  las innovaciones para la cosecha de arroz, -hasta donde yo sé-, y realmente es una máquina extraordinmaria aunque hoy está totalmente superada por la propia Class y por otras marcas. Pero ésta cumplía  y todavía cumple perfectamente con los objetivos de recoleccíón: realizar una siega limpia, rápida, eficaz, sin problemas de roturas ni pérdidas de grano ni de tiempo.
Y con ella seguiremos cosechando hasta que el  amigo "el Canario", descendiente de aquellos primeros canarios que vinieron a primeros del siglo XX decida otra cosa o las circunstancias, que mandan, nos obliguen a buscar nuevos horizontes.


Entregando arroz en la cooperativa.


De la cosechadora al remolque y del remolque a la tolva de la cooperativa. Ese es el trabajo que le ha quedado al agricultor de toda la suma de trabajos que teníamos que realizar hasta ver nuestro arroz guardado.
La labor de un par de meses que podía durar la recolección de aquellas 50 has sumando  la siega, secado de garbas, transporte a la era y trilla, secado al sol, envasado y almacenado  en sacos o entregado al senpa, hoy,  queda convertido en tres o cuatro días de siega y transporte a la cooperativa.
Para el colono, hoy pequeño y mediano agricultor, al que no le compensa estar mecanizado, el cultivo del arroz, que era un trabajo casi inhumano, que le afectaba directamente y en el que se implicaba totalmente, hoy se ha convertido en algo realmente agradable, que para muchos, ya mayores, más que un trabjo es una solución a su problema de tener alguna obligación que le autojustifique. 



Cargando arroz para semilla o venta a corredores molinos de Sevilla y Valencia.

Esta es la alternativa a los trabajos de llenar, pesar, cargar, arreglar, transportar y descargar los sacos para la venta al senpa o el almacenamiento privado, donde además debíamos de apilar, volver a desapilar y cargar para la venta a los industriales.
En este caso vemos a Galán limpiando el secadero por la parte que tiene que pisar el tractor para cargar, con el objeto de que no pulverice los granos que quedan en el suelo  tras el arrastre de la pala, como vemos junto a él. En este caso este arroz es para semilla y tiene como primer destino la factoría de Eurosemillas, donde será procesado, pasándolo por varias limpias y seleccionador de granos, que retirará los menos pesados que se supone tienen menos poder y velocidad de germinación.
El mismo trabajo será para la venta que se realiza directamente a Valencia o  a los molinos arroceros de Arrocerías Herba, empresa hegemónica en el mundo del arroz , a través de Ebro Foods S.A., y cuya principales instalaciónes, - de las muchas que tiene repartidas por 20 países de todo el mundo-, para blanquear o vaporizar  la tiene en San Juan de Aznalfarache. También ésta última  exposición sobre esta multinacional es tremendamente simplista ya que es la primera operadora de arroz del mundo y la segunda en pastas, pero tampoco ese es el objetivo del trabajo, que no es otro que la transformación de los trabajos en el arrozal de Las Marismas del Guadalquivir a lo largo del siglo XX.


Enterrando el pasto después de quemar la parte superior de los tallos..

Este tractor, con las ruedas de fangueo o ruedas de gabia, está enterrando los rastrojos que quedan en el suelo tras el paso de la cosechadora que, al segar,  los cortó más o menos altos en función de una serie de circunstancias. Si el arroz estaba de pie, como es el caso que vemos, la cosechadora los cortará por la mitad del tallo para no incorporar demasiada paja a la trilla, pero si la suficiente para que ésta ayuda en el trabajo de desgranado, al pasar a través de los dientes del cilindro y la parrilla acompañando, a su vez, al arroz  para evitar que éste pierda la cascarilla por un roce excesivo de los granos entre si.
Es conveniente enterrar el pasto tras la siega, pues de esa forma se inicia el proceso de degradación y descomposición de la paja que, en el caso de  enterrarla en los trabajos previos a la siembra, se corre el riesgo de que su descomposición, en el momento de la germinación y desarrollo de las primeras hojas, provoque la putrefacción del pasto que se trasladará a los granos matando las raíces y por tanto la planta.
Precisamente este pasado  año de 2012, el Akiochi, -enfermedad que afectó a una parte de las siembras de J.Sendra-,  los técnicos lo achacan a un exceso de materia orgánica que ha afectado a esta variedad, sin hablar de otras variedades.
El problema, que yo sepa, sólo se ha detectado en esta variedad y en la zona Ermita-Cantarita que corresponde a las últimas tierras puestas en riego y a las que, los primeros años,  les fue muy bien la aplicación de materia orgánica. Pero, el exceso de confianza, por el buen resultado de campañas anteriores les ha llevado a una continuidad innecesaria en su aplicación que, por otra parte hay indicios  de la aplicación de materia orgánica  recién acopiada que hizo mucho daño.
También me contaba Juanvi Primo que a otras variedades también le había afectado ese exceso de materia orgánica, pero se les nota menos los efectos porque, mientras el J.Sendra mantiene la paja viva mucho tiempo después de granar, esas variedades empiezan a amarillear mucho antes de su granazón con lo que no se distingue tanto el mal,. si bien  él no le dio demasiada importancia ya con el J.Sendra afectado ha obtenido una producción superior a los 10.000 kg/ha.
Cada variedad tiene sus peculiaridades y debemos conocerlas y aprovechar las cualidades positivas o descartándolas cuando las circunstancias lo aconsejen. Por ejemplo yo desaconsejo la siembra de J.Sendra, -que es para mi la mejor variedad, agronómicamente hablando, de todas cuantas hemos sembrado en las Marismas-, pero no para un año problemático de agua salada en las tierras que normalmente padecen más en esas circunstancias. El J.Sendra aguanta los daños por sal como otras variedades habituales, pero cuenta con un problema que no se debe olvidar: Si un Puntal, por ejemplo, se le muere la paja ésta doblará y el campo se encamará, pero aun así se podrá recoger la cosecha restante. En cambio si se muere la paja del Sendra la espiga caerá directamente al agua con lo que resulta imposible su recogida.


Parcela fangueada. Ultimo trabajo del año en el arrozal.

Aquí están finalizadas todas las tareas de la campaña. Cuando se fanguea pronto, la tierra suele secarse antes de las lluvias de Otoño y se produce un nacimiento de las hierbas invernales que cuando llegue primavera se desarrollaran e impedirán que el terreno se seque con rapidez. Para evitar ese contra-tiempo, hace algunos años que se retrasa, en lo posible, esta última labor a fin de que tras el fangueo lleguen pronto los frìos y evitar  asi la "otoñada" o, lo que es más efectivo, llenar totalmente de agua las tablas después del fangueo, para que se mantengan inundadas durante todo el invierno con lo que entonces si se tiene la seguridad de no tener hierba de invierno.

domingo, 12 de mayo de 2013

DEL ARROZ AMARGO (5) AL AVION, LASER Y GPS Plantacion y siembra directa




DEL ARROZ AMARGO  (5)  AL AVIÓN, LÁSER Y GPS.  Plantación y siembra directa. Escarda manual, mecánica y química


En el capítulo 4 hemos visto los sistemas tradicionales de preparación y nivelación de las tierras, en las Marismas del Guadalquivir, para sembrar arroz, - y que todavía siguen vigentes en todas las plantaciones fragmentadas de Asia-. Veremos cómo era la preparación y siembra de las planteras, -donde se crían las plantitas de arroz que serán transplantadas al campo para su desarrollo definitivo-, y las mismas labores realizadas en la actualidad por enormes y tecnificados tractores dotados con los últimos avances tecnológicos. En ambos casos, hemos dejado los trabajos de campo terminados para recibir las plantas (según el antiguo sistema)  o la tierra preparada para la siembra directa donde los  granos de arroz ya van a nacer en su situación definitiva hasta la siega-.
En este capítulo (5) veremos los trabajos y aperos necesarios para realizar "la plantación", la escarda y los cuidados generales de las infraestructuras de riego y desagüe. Paralelamente repasaremos la cultura que sustituyó la "planta y la escarda tradicional" por la "siembra directa" y la escarda exclusivamente manual por la eliminación de las malas hierbas con métodos mecánicos y químicos, con la enorme diferencia de utilización de mano de obra y la humanización de los trabajos sustitutivos. En ambos casos, tanto para el sistema antiguo antiguo como para el moderno, los trabajos explicados  en este capítulo, quedarán justo antes de la siega que contaremos en el capítulo siguiente.
Como estos tres últimos capítulos ( 4, 5 y 6 ) del trabajo los escribo prácticamente de mi memoria, intuyo las grandes lagunas que deben existir en los relatos y especialmente y en las labores alternativas durante los años de la transición del cultivo antiguo al moderno. Así que recibiré, con cariño las críticas constructivas que completen estos relatos, las fotos interesantes que podáis aportar que será un placer añadirlas al capítulo como aportaciones personales de su autor.

Planteras buenas para arrancar y trasplantar.

En la foto superior vemos una pantera realmente preciosa, espesa y fuerte, homogénea y completa en toda su superficie. Falta un detalle que es conveniente destacar. Cuando se siembra la plantera en duchas de metro, o poco más, esas tiras de pisadas se mantienen hasta el final puesto que las diversas veces que se entraba a tirar: sulfato de hierro para la "costra", insecticida para el gusano rojo y la larva de la mosca, las diversas escardas y las tres aplicaciones manuales de abono, siempre se hacían repitiendo los pasos por el mismo lugar que la primera vez. Aquí no se aprecian esas pisadas porque están situadas de izquierda a derecha y la altura de las plantas impide que veamos el pequeño hueco de cada pisada.
La superficie que se sembraba de plantera era entre el 8 y el 10% de la superficie total  que había que transplantar ( o trasplantar) con ella. Cuando salían buenas sobraba planta y cuando no, había que ir a buscar a alguien a quien le sobrara para finalizar de transplantar la superficie a la que faltaba planta. Era muy difícil que quedase superficies en blanco por falta de plantera en la totalidad de la superficie anual de tierra en cultivo.
Era un trabajo arduo completar la plantación desde planteras exteriores al propio campo. Teníamos que arrancar y lavar exhaustivamente las garbas, sacarlas al exterior del campo, cargarlas en el remolque, trasladarlas al sitio donde hacían falta y de allí otra vez al trineo y a repartirlas por el campo. Además del costo de la operación, la planta también sufría mucho y algunas veces incluso no se podía plantar el mismo día en que se arrancaba con lo que todavía perdía más vigor.


Cuadrilla arrancando plantera.

Vemos,  en la foto superior, a parte de una cuadrilla en las labores de arranque y amarre de las garbas de arroz. Este trabajo se hacía normalmente "por cuenta; a destajo" y al salir el sol ya hacía rato que los hombres estaban metidos en el agua en una frenética carrera competitiva y de calentamiento. Normalmente finales de Abril y Mayo son meses donde es muy fácil tener que sufrir días muy fríos,  especialmente por la madrugada, a partir de media mañana calentaba el sol y la temperatura era soportable.
Era normal el arranque entre cien y doscientas garbas para cada plantador, en función del grosor de los tallos y de las garbas. Influía la cantidad de agua, ya que una plantera casi seca era muy difícil de lavar las garbas y por lo tanto había que hacerlas más pequeñas. También influía la habilidad de cada arrancador, pues algunos doblaban con facilidad la cantidad de garbas arrancadas por otros y los más lentos se defendían haciendo  las garbas más pequeñas. Y había gente con una habilidad excepcional, capaces de arrancar dos mil garbas, tranquilamente, en una mañana, como mi amigo Miguel Olmos que era capaz de arrancar y amarrar una garba en el tiempo que tardaba, otra garba lanzada al vuelo, en subir y bajar.
Pero lo más normal, con una plantera de tipo medio, era dedicar, toda la cuadrilla,  dos horas al arranque y el resto del día destinado a plantarlas. Normalmente se plantaba hasta la caída del sol. 


Cargando trineos para repartir garbas al lugar de transplante.

Antes que se hiciera de día teníamos que preparar la comida a los caballos o mulos, de manera que cuando estuvieran arrancadas las primeras garbas empezaríamos con su reparto por las tablas donde se iban a plantar. Normalmente se procuraba hacer las planteras a todo lo largo de las filas, de manera que a la hora de repartirlas estuviesen lo más cerca posible de su lugar de destino, aunque no siempre era posible y aveces había que trasladarlas de unas tablas a otras y, en algunos casos de unas fincas a otras.
Este era otro trabajo desagradable por excelencia. Con el frío de la madrugada, meterse el agua muy fría, mojarse hasta la rodilla y poco a poco, con cada garba, los salpicones tuyos y los del vecino, que cargaba por el otro lado del trineo, iban elevando la superficie mojada hasta que llegaba cerca de la cintura, ya que no solo era en la carga, también en la distribución solías tener algunos problemas. 
El caballo arrancaba con un tirón y tu, que ibas en la parte trasera, al filo del trineo, te tiraba inmediatamente al barro y cuando paraba, si te pillaba desprevenido, caías sobre las garbas aumentando tu frescura. Estos pequeños percances te ocurrían decenas de veces cada día. El reparto de garbas era uno de los trabajos de los que tampoco me podía librar ya que distribuir las garbas regularmente por toda la tabla de forma que ni sobrasen ni faltasen, a lo largo de todo el día, no era tarea fácil, ni siquiera para los que lo habíamos hecho cientos de veces. Pero tampoco el error causaba un drama ya que bastaba con rellenar los huecos que iba dejando el garbero, que tomaba las garbas que le faltaban de la próxima lucha, o las tiraba al lado si le sobraban, y con el trineo se sacaban las sobrantes  o se entraban más de acuerdo a  las necesidades.


Esta es una pintura muy explícita del reparto de garbas y la plantación.

Este precioso cuadro, -cuyo autor seguramente es Conrado Meseguer, pintor suecano nacido en el ´46 y cuya  especialidad es pintar las gentes y las costumbre de la región valenciana-, refleja en esta instantánea el trabajo de reparto de garbas y plantación del arroz. Sin embargo, el autor,  para poder condensar en un solo cuadro, el reparto de garbas y su plantación,  ha tenido que concederse algunas licencias.
Nunca el trineo se arrimaba tanto a los plantadores pues la onda que provocaba su desplazamiento sobre el agua podía arrancar algunos de los "piquetes" recién plantados. Por otra parte el garbero solía ir siempre arriba del trineo pues era muy pesado caminar a su lado todo el día  a la velocidad que el caballo imprimía a su desplazamiento por el agua. También a suprimido al garbero, aunque en Sueca, en las parcelas que suelen ser muy pequeñitas y las cuadrillas de plantadores también, sé que muchas veces solían prescindir de la ayuda inestimable que proporciona el garbero cuya falta obliga a buscar cada garba a algunos pasos de distancia o a ir retirando hacia atrás, reiteradamente, las garbas que van sobrando. Esos movimientos, de levantarse y volverse a agachar, salir a buscar garbas o a retirarlas dejando atrás su tajo respecto a los otros plantadores, causaban cierto trastorno en la cuadrilla. Por último ha prescindido de la figura del "cortador" que era el plantador experto y avezado que marcaba la anchura que tenía que llevar la cuadrilla desde el principio hasta el final de cada lucha.
Pero que nadie interprete estas observaciones como una crítica, por mi parte, a esta magnífica pintura que me encanta, si no que aprovecho estas pequeñas licencias que se permite el pintor para explicar elementos referentes a la plantación del arroz, ya que la situación reflejada en el cuadro, si bien no era habitual, tampoco era extraña.


Cuadrilla plantando, manigero, garbero y cortador.


Esta, en cambio, sí es una foto típica, que refleja todas las característica de una cuadrilla de plantadores de las Marismas. En primer plano vemos una plantación espesa, -en cuanto a la densidad de piquetes por m2-, unos veinte piquetes por metro cuadrado de doce a quince matas de arroz por cada uno de ellos. Había agricultores a los que gustaban los piquetes el doble de gordos, de más de veinte matas.
En primer plano, el manigero, que vigilaba el cumplimiento del  compromiso  pactado antes de iniciar el trabajo, entre agricultor y cuadrilla, especialmente en la cantidad de piquetes y  número de plantas por cada uno de ellos. En segundo término la cuadrilla de doce plantadores era una medida de grupo bastante usual, aunque no había ninguna cantidad estipulada como normal. Solían venir el grupo organizado desde su pueblo de residencia habitual y casi siempre con los sitios donde trabajar ya "apalabrados" por lo que en función de las necesidades de la finca a plantar creaban el grupo. En el margen superior izquierdo vemos aun plantador que va solo. Es el "cortador". Todo el día trabaja solo puesto que tiene que medir los pasos en cada extremo de la lucha, donde colocará una señal y trazará su linea de piquetes recta y totalmente paralela a la lucha anterior. Empezará la lucha un ratito antes que todos los demás y será el primero en terminar. Por último la labor del garbero, muchacho ágil y joven que pasará el día buscando la garba más  cercana al plantador y arrimándola hasta el alcance de su mano. Muchísimas veces, para no caminar tanto e incluso para aligerar el trabajo, arrojará la garba desde lejos y al caer salpicará a uno o más plantadores con lo que su familia, viva y muerta, salía a relucir de manera poco decorosa. También era habitual la figura de la garbera. Mujer joven y ligera, normalmente familia o novia de alguno de los plantadores. Sin embargo no era frecuente encontrar mujeres en una cuadrilla de plantadores. Algunas plantadoras hubo, pero en nuestras cuadrillas nuca contamos con ninguna, aunque no tuviéramos objeciones a su integración.
Llegados a este punto merecen una mención especial las personas que venían de fuera a sacar un jornal que ahorrar y llevarse a casa, a su pueblo, situado a cientos de km del lugar. Y quien mejor que mi querido amigo Angel Boix para relatarnos, con su  habitual incisiva prosa , la vida de esos esforzados hombres cuyo valor en el desarrollo de la Isla está tan ferazmente recogido en el relato:
 LOS CASACOS
Venían de la provincia de Badajoz: Azuaga, Montemolín, Llerena, Valverde de Llerena, Trujillo …
¡Que gente más dura! Si eran descendientes de los descubridores y conquistadores de las Américas.
Grandes trabajadores. Pero eran de piernas muy delgadas. Andar, andaban lo que hiciera falta. Nunca estaban “cansinos”, pero a la hora de los sacos de arroz, no podían.
En invierno, en sus pueblos, no había peonadas. Por eso dejaban a deber en las tiendas hasta que volvieran de la Isla.
Eran capaces de tirarse diez horas plantando arroz , con una telera de pan con aceite y un pedazo de tocino que cortaban de uno más grande que  venía con cada cual desde su pueblo.
Si hacía frío en el tajo, los capataces o manigeros les daban un bote o jarrillo de lata muy apañado, de vino peleón. A la tercera ronda ya no tenían frio, ni cansancio ni notaban si bebían vino o vinagre.
La mayoría dormía en la pared de la papelera, En un lado. El otro era su retrete. Allí solo se veían “pandas”. Ni un “mojón”.
Ninguno exhibía barriga, ni colesterol, ni azúcar.
Envejecían muy pronto. No le dejaban al hígado que desarrollara una cirrosis.
La TB C (tuberculosis) hacía estragos entre ellos.
Algunos, muy borrachos, dormían en la montaña de cascarilla de arroz del molino. De vez en cuando morían sepultados por avalanchas de  los restos de la elaboración. Cuando retiraban la montaña amarilla, aparecían calaveras.
Yo viví entre ellos. Incluso visité algunos de sus pueblos e hice buenos amigos.
Por qué se llamaban “CASACOS”?
Nada que ver con los Cosacos rusos. No montaban a caballo ni llevaban sables curvos muy afilados, no.
Ese apodo lo inventó uno porque todos venían con sus pantalones de pana y un gran saco. Cada uno con su saco. CASACOS.
La Isla se habría puesto en cultivo igual, pero hubiera costado y tardado algo más.
Desde estas líneas mi admiración y agradecimiento a esos pequeños gigantes. Angel Boix



Cuadrilla plantadores y garbero.


La plantación era un trabajo enormemente duro, tal vez el peor por el esfuerzo y por el número de horas que se le dedicaba cada día. Desde antes de salir el sol ya estábamos metidos en el barro, caminado hacia atrás, atascados quince o veinte centímetros, -algunas veces, el agua y el barro, te llegaban más arriba de las rodillas, en pequeños tramos de antiguos bajos o saca-tierras-, salpicados de agua hasta cerca de la cintura, como se puede apreciar en la foto, y muchas veces con la espalda mojada por el garbero.  Este trabajo duraba, cada día, hasta después de la desaparición del astro solar.
Como hemos comentado no era fácil encontrar una mujer plantadora, como tampoco con la pala o el palín, ni cargando sacos o tirando abono o sembrando con la espuerta. Entonces no había reivindicaciones por la igualdad de género. "La policía no es tonta". Por otra parte a mi eso me parece normal, ellas defienden que somos iguales, yo digo que no, que los hombre somos más animales.
Dentro de nuestro campo, en la casita que antes era de la familia Corts, vivía José Morón, Cristina, su mujer,  y una hija que se hizo mocita en ella. esta pareja trabajaba con mi padre muchos años antes de la anécdota que voy a contar en relación a los trabajos diferenciados entre hombres y mujeres en el arrozal. A las mujeres y chavales se les reservaban los trabajos de escarda, manejo de garbas para transplante y en el secadero de sol, "la era",  para aguantar los sacos mientras se llenaban con la "media", que era el utensilio utilizado para llenarlos, y más tarde para coserlos. Pues todo esto no servía para Cristina, ella realizaba cualquiera de los trabajos reservados a los hombres y había que espabilarse para no hacer el ridículo a su lado. A los pocos años de trabajar con nosotros quedó embarazada y recuerdo haberle reñido varias veces, pues en cuanto me descuidaba realizaba trabajos verdaderamente peligrosos para su estado de gravidez, como levantar sacos de 80/100 kg desde el suelo al camión, con la ayuda de otro compañero. Era una trabajadora incansable y no había trabajo que le amilanase ni tampoco se amedrantaba por otros problemas más graves.
Recuerdo un día. a media mañana, que Rafael y yo estábamos escardando frente a su casa a unos dos cientos metros de distancia. Estaba lavando ropa a la puerta de la casa en una tina grande instalada cerca de la entrada y restregándola contra la madera tradicional. Estaba allí porque le habíamos pedido que no fuese a trabajar puesto que ya estaba teóricamente vencido su período de embarazo y el parto podía ocurrir en cualquier momento. En una de las luchas de escarda vimos que había dejado de lavar y había entrado en la casa. No nos preocupó demasiado pues un par de luchas más tarde vimos que continuaba lavando. A medio día estábamos más cerca de la casa y pasamos a beber un poco de agua. ¡Había parido en ese breve lapso de tiempo mientras nosotros hacíamos dos tres luchas de escarda. Unas dos horas! Ella había cortado y arreglado el cordón umbilical, lavado y aseado al niño, ni idea de qué habría hecho con la placenta, y en menos de dos horas estaba nuevamente lavando a la puerta de su casa como si hubiese entrado a preparar la comida de medio día.



Escardando arroz. Comida y descanso, una hora.

Este, aparentemente era uno de los trabajos más livianos que tenía el arrozal. Por ahí empezaban los nuevos, las mujeres, los niños y hasta los gitanos que por los ´60 menudeaban por esta zona. Yo trabajé con varias cuadrillas de gitanos y si los entendías podías compatibilizar perfectamente con ellos. Por mi experiencia sabía que tenía que ponerles un manigero que los tuviera controlados y les hiciera trabajar. Para un "payo" era complicado mandarles. Yo buscaba al gitano más flojo de la cuadrilla, que tuviera cierta ascendencia sobre ellos, y le daba el mando, con lo que él no tenía que trabajar, a cambio tenía que conseguir que los demás trabajasen. Aquello funcionaba hasta cierto punto. Como alguien empezara a cantar y se animaran, terminaban todos tocando las palmas y bailando en mitad del barrizal, pero al poco rato volvían al trabajo que era mucho más descansado que el baile allí en medio. Con lo que si había que ser muy delicado era con el trato a sus mujeres jóvenes. Los gitanos son cien veces más racistas que los payos. Ellos podían mirar y piropear a las payas, pero cuidado a la inversa que se podía armar una pelea multitudinaria en un momento. Pero si respetabas su mundo y no te preocupabas por las pocas tonterías que cometían se mantenía unas relaciones laborales muy estables y sin problemas de fondo, sólo que no podías bajar la guardia si pretendías que trabajasen lo  usual durante todo el día.   
Este trabajo de la escarda aunque no provocaba los grandes movimientos migratorios de la planta y la siega, era en cambio, el que más peonadas ofrecía a lo  largo de los meses de cultivo, ya que empezaba antes de sembrar las planteras y terminaba poco antes de la siega, mientras el arroz se mantuviese en pie y se pudiese caminar entre los piquetes escardando las colas, que eran y siguen siendo, nuestra gran cruz. En los tiempos de transición del cultivo exclusivamente tradicional al moderno, durante los ´60, ´70 y ´80, era normal un gasto de unas cien peonadas por ha. En el libro de Matias Rodriguez vemos que en los primeros años habla de hasta 300 peonadas por ha. Estas 200 peonadas extras sólo se las podemos cargar a un exceso de gasto en la escarda para intentar el control de malas hierbas como las grama, -que no se podía controlar  mediante el trabajo de cultivo, para lo que había que secar muy bien el terreno y desmenuzar los terrones hasta matar los pequeños nudos enterrados en el centro de los grandes terrones-, y en la castañuela que además de pasarle algo similar con sus rizomas, que quedaban vivas en el corazón del terrón y, en este caso, incluso quedaban enterradas más abajo de la labor de ara. Era tremendamente complicado y difícil terminar con las ciperáceas, especialmente "la Castañuela" por su resistencia y por la enorme proliferación,  existente desde tiempos inmemoriales en las marismas, pues todas las tierras que quedaban encharcadas, parte del año, estaban totalmente ocupadas por la castañuela, el carrizo y la enea. 
Como ejemplo de las dificultades para el extermino de la castañuela dado su capacidad de recuperación recuerdo que, uno de los primeros años de cultivar su parcela, en la que mi padre se había propuesto terminar definitivamente con esa lacra, dimos dieciséis repasos de escarda a una tabla, baja, que estaba especialmente infectada. No terminamos con ella, pero fue el inicio de su exterminación que tardó varios años y ya teniendo tractores que permitían exterminar los rizomas que quedaban en la parte que normalmente se trabajaba.


Limpiando canales con la guadaña.

Este trabajo de guadañero tampoco era un trabajo que se disputasen los peones. Todo el día metido en agua hasta el pecho, aunque en el caso de la foto es un canalillo interior de poco más de medio metro. Se segaban todos los canales de riego y desagüe, pequeños, medianos y grandes. como también los de riego. No había otra forma de controlar la grama, que cortándola y sacándola a mano fuera de los canales, de lo contrario, terminarían totalmente cegados e inútiles tanto para regar como para desaguar. Pero igual en este trabajo como en el de  segar la grama  en las veras de los almorrones tenías que ir sacando las grama cortada con las manos y en el caso de los canales pegada al cuerpo. En medio de la grama era muy corriente encontrarte culebras, normalmente medianas, pero se mezclaban alguna de los muros, que superaban los dos metros, a las que había que hablarle de usted, que te salían entre la grama y tu cuerpo y te daban un susto de infarto. En las veras de los almorrones no encontrabas esas serpientes tan grandes, pero en cambio había una especie de chinche de agua, cuyo nombre no recuerdo, que pegaba unos picotazos que te hacían saltar de un bote arriba del almorrón. El veneno no era de efectos perniciosos pero si muy doloroso.


Abonado de cobertera.

Mientras estuvimos  utilizando el sulfato amónico y el nitrato no podíamos incorporar todo el abono antes de la siembra o la plantación  porque esos abonos son de baja persistencia en el terreno y era necesario distribuirlo, por lo menos en dos veces, aplicando una parte antes del encañado para que llegado el momento de espigar la planta no se encontrase falte de nitrógeno, pues en ese caso, la carencia de alimento provocaba un estrés en las plantas que se ponían amarillas y unas veces había problemas en el espigado y otras en la granazón.
Como el arrozal propicia y permite el desarrollo de algas y limos al inicio de la plantación, -más aún en la siembra directa-, a los cuarenta o cincuenta días de plantado y siempre antes de preñar, le tirábamos una mano de abonado, a pie y con la espuerta colgando del cuello, en el que incorporábamos entre los doscientos y los cuatrocientos kg/ha. Para evitar pérdida de abono se tiraba un par de días antes de meter agua nueva, para que al entrar ésta y salir una vez la tabla llena, no arrastrase abono a los canales. En aquel momento el barro es cuando más pesado estaba para caminar y que tiene una palabra en valenciano que lo define; "Arranca-pota", que traducida significa que el barro se agarra tanto a los cascos de los caballos que les absorbe los cascos y les arranca la herradura.  También a nosotros nos hacía el efecto "chupón" con lo que caminar en ese barro se hacía doblemente pesado. Era un trabajo especialmente pesado y que sólo realizábamos unas horas por la tarde, cuando se levantaba el viento, "la mareita", que además de permitir refrescarnos nos ayudaba a distribuir mejor el abono y nos permitía realizar unas luchas de mayor anchura con lo que teníamos que atravesar menos veces la tabla.


Abonado de cobertera con trineo.


Ya en la transición, de los trabajos manuales a los mecanizados, nos hicimos el ánimo de meter el caballo y el trineo por dentro de las tabla plantadas, con lo que la mayor parte del esfuerzo lo realizaban los caballos. Ellos andaban por el barro, nosotros nos deslizándonos encima del trineo y ellos llevaban todo el peso del abono arrastrado encima del trineo.
Esto, a primera vista, es una fácil solución, pero para llegar a ella era preciso asimilar que una parte del abono se perdería al cambiar el agua y que algunos  piquetes de arroz los pisaba el caballo o arrancaba el trineo Pero estas pérdidas  se veían compensadas con la mejora en la "humanización" de este trabajo. Este equilibrio, en todo el proceso de modernización, entre la pérdida de puestos de trabajo y las mejoras de los trabajos que lo sustituían, ha sido una constante en la que normalmente primero se detectaba una falta de mano de obra especializada dispuesta a realizar esos trabajos, que creaba una situación que obligaba a buscar alternativas que, una vez establecidas,  provocaban una importante y definitiva pérdida de mano de obra en cada uno de esos trabajos. 


Cuadrilla escardando colas.

Esta es una foto bastante actual pero sirve perfectamente al propósito de trasladarla en el tiempo para ver una cuadrilla de escardadores dentro del arrozal, que en esta caso ya está espigado y están escardando a las colas.
El arroz que vemos, corresponde a una moderna moderna, pero la he incluido porque me recuerda mucho a la variedad Balilla, la que más me impresionó en los momentos de la transición del modelo  cultural,  Mientras que las demás variedades que sembrábamos nos daban unos rendimientos medios de 6 ó 7.000 kg/ha y sólo nos permitían aspirar a unos objetivos de 7.500 kg/ha, con ésta variedad fue la primera vez que mi padre logró llegar a los 10.000 kg/ha, de media en una parcela.  Con el abandono de la variedad, pues la calidad no era la que demandaba el mercado, perdimos nuevamente ese objetivo de las 10 tn ha. Durante muchos años no pudimos repetir esos rendimientos, hasta llegar a las variedades actuales de arroz redondo de tallo corto, cuyo objetivo de producción lo situamos en los 12.000 kg/ha y  con el Puntal, de grano largo,  con el que se aspira a estabilizar como objetivo de producción los 10.000 kg/ha, aunque para conseguirlo tienen que venir las condiciones perfectas todo el año.

Siembra Directa


Siembra directa con espuerta.

Conforme va avanzando la década de los ´60 va disminuyendo la migración desde los pueblos cercanos   y desde Extremadura, al encontrar estos trabajadores emigrantes  trabajos cercanos peor remunerados, pero al final más rentables, que venir a las marismas a estar un par de meses prácticamente tirados por las calles, pues lo edificios preparados para sus estancias eran mínimos y ni aún pagando podían conseguir una pensión aceptable, pues había decenas de plazas para miles de personas. Esa falta de personal complica primero la temporada de la planta y cuando tu cuadrilla habitual dejaba de venir era cada vez es más difícil encontrar una cuadrilla alternativa ya que normalmente cuando venían las cuadrillas tenían ya su trabajo, en el Puntal, comprometido y los agricultores entrábamos en una guerra de precios para conseguir personal,  en un trabajo que tenía, para realizarse,  sus días contados, como puede ser la recolección de una fruta.
Que yo recuerde y en el entorno geográfico en el que yo me movía,  la familia Grau y mi padre son los primeros que se arriesgaron en  probar con la siembra directa, a la vez que en otra parte del terreno  mantenían el consolidado trabajo de  la plantación.
"Ir de avanzada" siempre es un problema. Habíamos cambiado la forma de cultivar arroz sin tener los medios para ello. Todo el sistema productivo del arrozal estaba basado en el transplante, donde se incorpora al campo unos piquetes de arroz cuyas plantas tiene un mes y aunque pierdan unos días para recuperarse, una vez conseguida la recuperación, tienen la fortaleza de un planta de 20 días. Esos veinte días de ventaja, frente a la nacencia de la hierba a la que además se le añade la otra ventaja de poder retener un nivel alto de agua, son fundamentales cuando no cuentas con medios de escarda mecánica ni química para mantener la limpieza del campo.
La siembra directa con espuerta colgada al cuello era también un trabajo pesado y de especialista ya que no era nada fácil distribuir los 150/180 kg/ha que solíamos sembrar al principio. En nuestro caso empezamos a experimentar con las 25 has que teníamos en el Toruño y que  solíamos sembrar a mano en tres días. 
Me viene a la memoria un día que teníamos que sembrar las 11 has de la primera fila y éramos tres, con lo que no era un trabajo demasiado excesivo. Rafael y yo, con dieciocho o veinte años, y otra persona que era unos años mayor que nosotros.  Como queríamos terminar temprano le imprimimos un ritmo endiablado al trabajo y le dijimos a la otra persona que fuera a su paso, pero su prurito no le permitía bajar del ritmo que llevábamos y seguía nuestros pasos, poco menos que corriendo. Por la mitad del trabajo, al llegar a una de las puntas se sentó y empezó a vomitar y tiraba algo de sangre en el vómito. ¡Que susto pasamos! No teníamos ni idea de lo que le ocurría, pues lo acercamos a que lo viera D. Juan, el médico, y no le encontró ningún problema. Pero el susto no nos lo quitaba nadie. Se nos terminaron las ganas de correr por el barro, con una espuerta de más de 15 kg colgada al cuello. Entre los dos terminamos el trabajo, mientras fumábamos, caminado por el barro y con la espuerta colgada al cuello. Igual que ahora, que para cruzar la misma fila, sin la espuerta y sin fumar desde hace 18 años, deberé parar un par de veces para evitar el resuello.


Siembra directa con la máquina de precisión francesa. 20/25 día.

La evolución desde la plantación a mano hasta la siembra directa dura un período de unos diez años  en la década de los sesenta, incluso en los setenta hacemos diversas pruebas estudiando el mejor sistema sustitutivo. 
Primero fuimos sustituyendo la plantación por la siembra directa realizada a mano. Es decir que en lugar de sembrar las planteras, el mismo trabajo que allí realizábamos para prepararlas, lo trasladamos al campo general y con los mismos sistemas de la plantera repartíamos el arroz en toda la superficie. 
El resultado fue bastante desastroso. En la primera y segunda fila del Toruño, que la manteníamos limpia de grama, castañuela y colas, la limpieza era controlable hasta llegar a los "junquillos y la fabegueta". En el momento que salían miles o mejor cientos de miles , de esas hierbas, lo único que podíamos hacer era cortarlas con la hoz, por debajo del nivel de agua y aumentarlo para intentar ahogarlas. No lo conseguíamos pero la parábamos un poco, lo que daba al arroz ventaja para cubrir el terreno y ganarle la batalla por el espacio. En cambio, la siembra directa, en la tercera fila, que se había comprado unos años más tarde y tenía una enorme infección de colas y grama en toda la superficie de las tablas que como hemos comentado no podíamos matar con los trabajos mecánicos de cultivo que usábamos entonces, ya que arábamos con el terreno tierno y no teníamos medios para desmenuzar y secar los terrones. Para las colas no había otra forma de exterminarlas más que limpiando el campo durante muchos años seguidos, pues la semilla puede permanecer enterrada 8/10 años sin perder su poder de germinación y cada nuevo año cuando los trabajos de cultivo la van dejando cerca de la superficie, germina y nace aunque hiciera varios años que estuviera enterrada. Así que en aquella tercera fila he pasado los meses de Julio y Agosto más desagradables de mi vida. Ocho o nueve horas agachado ininterrumpidamente arrancando grama es un buen castigo para aquellos que estén condenados a trabajos forzados por haber cometido algún delito grave, pero para los humanos sin delito es un castigo excesivamente duro.
Además  las colas  también nacían más con la siembra directa ya que el sol da directamente sobre el suelo, con poca agua, al tener que bajar los niveles para ayudar a crecer al pequeño boleado y nacen al mismo tiempo que el arroz por lo que si te descuidas un poquitin en la primera escarda ya no podrás dominarlas durante toda la campaña.
Pero nuestro principal problema eran las "junquillos (ciperáceas) y los "arbolitos o fabegueta" (hierbas de hoja ancha) que son hierbas que con el sistema de plantación nacen con la seca, a los cuarenta días de la planta pero en el caso de la siembra directa nacen a la par que el arroz y si no los controlas con rapidez a los cuarenta días puede que se hayan apoderado totalmente de la pequeñas plantas de arroz.
Con el cambio de sistema de cultivo íbamos cuatro o cinco años por delante de la maquinaria precisa para una buena escarda mecánica y todavía más sobre los herbicidas que controlasen esas malas hierbas desde su inicio. 
No adelantamos nada desde el punto de vista económico, ni de comodidad, solamente que era necesario poner el sistema en marcha para que las soluciones a los problemas también empezaran a caminar.
Más tarde probamos con una sembradora manual, arrastrada por tres personas que mediante un sistema de cajetines que se llenaban de arroz y al volcarlos sobre la máquina, ésta  los distribuía en el campo como si quedara un arroz plantado. Es decir quedaban los granos en el suelo de forma que cuando nacían estaban colocados al "tresbolillo" como se plantaban los piquetes. Era una máquina lenta e incómoda y tuvo poco éxito. 
Probaron con otra maquina japonesa que "plantaba" ya el arroz bastante desarrollado, casi como la plantera, y que se criaba en grandes bandejas en lugares a cubierto de los fríos con lo que adelantaban algo su desarrollo. Esas bandejas se trasladaban a la máquina y ésta distribuía la planta en el campo como si fuera una plantación a mano. Ahorraba mucha mano de obra pero era también poco práctica para grandes extensiones. Tal vez para Japón fuera un buen sustituto de la plantación a mano pero aquí no resolvía el problema. 
A finales de los setenta probé con una máquina francesa, que sembraba arroz seco, sobre terreno en seco, con el resultado que veis en la foto superior. Además incorporaba el ordrám, -herbicida selectivo de post-emergencia para las colas, que en este caso lo aplicábamos de pre-emergencia-, y que al ser enterrado e incorporado antes de tiempo perdía una gran parte de su eficacia. La máquina sembradora era tirada por un tractor y realmente a mi me parecía interesante pero, por esa época, empecé a desplazarme continuamente por las exigencias de las responsabilidades en Jóvenes Agricultores, y a mi cuñado Antonio, que se había quedado al cargo del campo, no le convencía demasiado, así que fue otro invento que se quedó de adorno en el secadero de sol y los "chatarreros de invierno" que se llevan lo que allí encontraban "abandonado", sin preguntar, la "limpiaron de tal forma que nunca más la vimos". 


Inundando parcela tras nivelacion láser
Al fin, con la experiencia adquirida  a base de fracasos y disgustos, los adelantos de los herbicidas para el control de las malas hierbas en cada momento y muy especialmente la introducción de la nivelación por láser, llegamos a la implantación del actual sistema de siembra directa ya en los años ´90.
Sin embargo aquella enorme mejoría  no llegó a notarse demasiado en los campos debido a la crisis del riego. Durante toda la década de los ´80 y hasta el ´96 fueron pocos los años consecutivos que no teníamos problemas con la salinidad del agua de riego. Esta falta de agua dulce para riego que traía como consecuencia que la mitad de los años no granase la cosecha o se sembrase un tercio, un cincuenta por ciento e incluso en el ´83 y el 93 no se sembrase nada, dando como resultado una marisma seca y desierta, sólo tierra calcinada. Otros años cuando sembrábamos un porcentaje de la totalidad y al final el agua se salaba un poco más de lo que el arroz toleraba, durante la granazón se le veían las puntas semi-secas, con muchos granos vanos. En general  a los  campos se les notaba el abandono de los trabajos bien hechos, típicos de los últimos tiempos de las Marisma, como pueden verse en todo lo que llevamos de este siglo. Pocas regiones del mundo tienen un cuidado de los arrozales tan pulcro como se puede ver aquí y con unas producciones medias tan altas, que en los dos últimos años han rebasado los 10.000 kg/ha


Cargando semilla especial arroz en sacos de 30 kg.


La siembra con tractor ya se realiza hoy con sacas de 500 kg que la pluma del mismo se encarga de acercarlo desde el remolque y situarlo sobre la abonadora para que el operario lo puede vaciar. En esta caso vemos en la foto estamos vaciando sacos de 30 kg, porque estamos sembrando una parcela para multiplicación de semilla  Taibonet y la cantidad total a sembrar es pequeña por lo que es más fácil de controlar en sacos pequeños.
Las cantidades de arroz que se puede sembrar por ha están limitadas por la normativa de la "producción integrada" a 180 kg/ha para los arroces largos y 200 kg/ha para los redondos. Esta diferencia tiene su base en la mayor cantidad de granos en un kg de largo que de redondo y ambas cantidades suelen tener el mismo nº de granos por ha.
Aunque estoy de acuerdo en la mayor parte de las medidas, tomadas para obtener las ayudas Medio-Ambientales, que sólo intentan racionalizar las cantidades de abono, arroz, pesticidas inocuos y los momentos óptimos de aplicación, en este caso no me parece una medida acertada ya que el aumento de kg/ha no crea ni genera  ningún proceso negativo al Medio, sino todo lo contrario. 
Un arroz que se siembra y nace espeso, en función de la variedad, soportará mejor una climatología  adversa y por lo tanto será más fácil de criar, -el arroz es una planta de compañía , permitirá mantener más nivel de agua y cerrará antes la penetración solar sobre la tierra, con lo que estaremos colaborando para el control de las malas hierbas. Ese arroz espeso tendrá un desarrollo más rápido y ese adelanto lo mantendrá hasta el final de campaña, ahijando menos, -pues los espacios de expansión están más limitados-, y mantendrá esa igualdad hasta la maduración ya que  al ahijar menos la maduración es más regular.
Antes teníamos variedades que eran muy sensibles al encamado, incluso más sensibles a los hongos que las actuales, que son prácticamente inmunes a un exceso de densidad de granos por m2., por lo que espero que pronto se den cuenta del fallo y permitan al agricultor sembrar las cantidades por ha que sabe son las mejores.


Siembra tractor Toruño

En esta magnífica fotografía  podemos apreciar  la perfecta distribución del arroz desde los dos platos de la abonadora-sembradora. En esta primera lucha, la abonadora está un poco más baja de los normal a fin de que el arroz no sobrepase el almorrón de la izquierda, en cambio, cuando venga de regreso la abonadora será elevada unos 30/40 cts y el arroz se extenderá unos metros más por cada lado  realizándose un cruce perfecto que solapa la ida y la vuelta de forma que toda la superficie queda totalmente uniforme. De lo contrario, si la distribución no es homogénea será porque algo estará mal regulado y la siembra no será uniforme, lo que nunca es una buena opción para obtener las cantidades óptimas por ha.


Siembra con tractor doce días.

Esta nos muestra la siembra de la foto anterior pasados doce días y se aprecia la perfecta distribución de los granos en toda la superficie. En la parte derecha de la foto vemos la huellas del paso del tractor y a la izquierda están otras huellas que no se aprecian en la foto, por lo que estamos viendo la parte central donde se solapa el arroz procedente de ambas huellas y tiene exactamente le mismo arroz fuera del agua que las partes más cercanas al tractor, incluso  las tiras entre ruedas. Ese es el  momento que se empiezan a bajar los niveles para ayudar a que las pequeñas plantas cambien su metabolismo aeróbico y es cuando mejor se aprecian los fallos de la siembra y todavía es momento de rectificar con la resiembra de las partes que hubieren quedado mas claras, y aunque la resiembra nunca será igual que una nacencia regular, suele solucionar el problema, siempre que se haga lo más pronto posible. El repaso, por fallos en la siembra, será aquel que se haga en las próximas cuarenta y ocho horas de la siembra, para ello habrá que estar muy atento a la siembra y detectar y señalar las partes donde haya caído menos arroz y no esperar a que se vea, sino inmediatamente repasar.


Replantando boleado siembra directa.

Aquí vemos una replanta, causa de un mal nacimiento por semilla defectuosa, mala preparación del terreno, mal manejo del agua, mala nivelación mal reparto del avión o cualquier otra causa que ahora no se me ocurre.  Cualquiera de estos fallos puede producir esta enorme falta de plantas que obligará a replantar el fallo, -lo que es normal en la siembra directa-. La única solución viable es tratarlo como si no se hubiese sembrado y realizar una plantación total sin tener en cuenta si queda alguna mata.
En el centro de la foto veo a mi querido amigo Reche, que es un cocinero excepcional al que tengo que agradecerle los peroles de cangrejos en salsa que me prepara de vez en cuando. Suele hacerme un par de kg y cundo me siento a comerlos me coloco un delantal de cocinar que me tape hasta el cuello, pues no tengo empacho en que la salsa salpique al romper la dura cáscara del cangrejo y si no me como los dos kg,  por lo menos  más de la mitad desaparecerá para siempre.
Aunque no en una comida de repetición diaria el cangrejo en salsa o cortado por la mitad y  a la plancha con salsa verde es una delicia que se agradece de vez en cuando.


Foto ABC Sevilla 1961. Aplicando herbicida a las gramíneas.

Esta foto que la realizó nuestro estimado Cózar, en aquellos tiempos fotógrafo y reportero de ABC, creo que se publicó en el ABC de Sevilla, como la primera, o una de las primeras, aplicaciones de herbicidas para el control de las gramíneas. Recuerdo que estábamos tirando "Gramoxone" un herbicida total para las gramas de los almorrones y carreteras que parecía total, pues a los pocos días del tratamiento la grama aparecía totalmente quemada, pero otros pocos días después estaba retoñando nuevamente. Terminaba con la parte aérea de la grama pero no con las raices. La grama no pudimos exterminarla hasta la aparición del Roundup, que sí es un herbicida total, y que ahora ya se usa muy poco al tener la grama prácticamente exterminada en el interior de los campos y lo  que es más importante en los canales de riego que son los que, al segarlos, expandían nuevamente la grama por todos los campos. Desde ese momento mi padre le había declarado la guerra la grama en el interior de su parcela. 
Mi padre, que hacía mucho tiempo, le había declarado la guerra a muerte a la grama siempre iba cargado con su pequeño legón y cuando pasaba por los almorrones arrancaba de raíz cada nuevo brote que conseguía renacer desde sus raices y consiguió exterminarla de los almorrones antes que apareciera el Roundup.



Tratamiento manual a la hierba de hoja ancha antes de avión y pulverizadora mecanizada.


Esta foto también moderna, nos ambienta en lo que eran los tratamientos de herbicidas por el interior de los campos antes de hacerlos masivos con los aviones y los tractores con las grandes aparatos fumigadores. Al principio de los cambios, de plantación a siembra directa, os recuerdo que la escarda era manual y no había forma humana de controlar la grama del interior de las parcelas como tampoco podíamos eliminar totalmente las otras malas hierba que de forma masiva infectaban los campos. Poco después de las primeras siembras directas, los vendedores de productos, vieron la enorme potencialidad de ese campo y empezaron los experimentos por todos lados con nuevos productos para control de las diversas hierbas.
La grama interior y la castañuela. había que terminarla con la escarda mecánica, es decir con una labor exhaustiva de los tractores desmenuzando y secando la tierras hasta matar los tallos y los rizomas. La grama de las veras y canales, aunque tardó muchísimo en controlarse, no causaba grandes problemas y podía haberse exterminado mucho antes. Los problemas serios los planteaban  el "junquillo y los arbolitos" que nacían a la par del arroz y a los dos meses se lo habrían tragado totalmente en caso de no tenerlos controlados. Pero esa solución vino relativamente pronto y los tratamientos aéreos y terrestres se aplicaron rápidamente. Mientra tanto antes de tener los medios cómodos para su aplicación teníamos que distribuirlos a mano. Llenábamos la mochila de agua, añadíamos el producto y repasábamos todo el campo metro a metro para bañar las malas hierbas y si salía bien tenías ese problema resuelto. También éste era un trabajo pesado. 16 ó 17 kg colgados a la espalda y caminar atascado por el barro, siempre es pesado,  aunque vayas sin carga, pues son trabajos en los que no tiene sentido pararse, a no ser que estés ya medio ahogado por el cansancio.


Primer tratamiento general contra la "pudenta"
En la foto, por la izquierda, el piloto, Campanario, entonces secretario del sindicato del Puntal, ¿Juan Marí?, mi padre que seria síndico de la comunidad de Mínima y encargado de dirigir los tratamientos, Daniel Palacios, Vicente  y Antonio Ferri, el secretario del sindicato de Sevilla¿ y el joven de rodillas que tampoco conozco.

Este debe ser el primer tratamiento aéreo general de toda la Isla Mayor para controlar la plaga de la chinche de campo "pudenta"  y fue en 1965 ya que al siguiente año, en la primera falla que se realizó en el  Puntal 1966, una de las figura o "Ninot" hacía referencia al tratamiento presentando la figura de mi padre con un martillo persiguiendo a las "pudentas"
Aquel fue un horrible tratamiento, con un órgano-fosforado, hoy totalmente prohibido en los humedales, que sería lo que nos recomendarían los expertos para controlar la plaga. 
Normalmente el agricultor no tenía ni idea del producto que estaba utilizando y no es culpable de utilizar un producto autorizado por malo que éste sea. La obligación de la Administración, es y ha sido, el control de los pesticidas que había en el mercado y, como ahora, autorizar sólo los inocuos o menos nocivos y también tienen una gran responsabilidad las casa comerciales y los fabricantes si conocen los efectos perniciosos de algún producto y lo minimizan para poder hacer mayor negocio.
En este caso a mi me costó un disgusto bastante serio. Yo estaba en el control de los vuelos en la pista, que como es lógico era de tierra, más bien de polvo. Tenía que contar cada saco que se tiraba a la tolva del avión y los vuelos, por lo que estaba continuamente en la pista tragando el polvo mezclado con el pesticida. A los pocos días tuve un episodio grave de alergia, menos mal que D. Juan, el médico, lo localizó rápidamente y me inyectó algo, -no se si ya se usaba el urbasón, y  me pidió que me alejase lo más posible de la Isla Mayor hasta que se terminase el tratamiento.
Nunca jamás se repitió el tratamiento con ese producto, pero sería injusto atacar a los agricultores por haber utilizado un mal producto, sin tener conciencia de ello, pues de lo contrario mi padre no me habría expuesto a semejante inhalación tóxica.
Hoy, sin embargo, parece que las propuestas van en sentido opuesto. De entrada se prohíbe todo sin tener las alternativas necesarias para que el agricultor puede defender su cosecha, que es lo que siempre procurará hacer y precisamente este año parece que van a presentar problemas para volar contra la pudenta sin tener otra alternativa que entrar en los campos ya espigados con tractores que seguramente harán más daño que beneficio.
Debemos conseguir un equilibrio entre agricultura y Medio Ambiente. Hay que rechazar los cantos demagógicos de los ecologistas de salón y aután, que lo único que consiguen es radicalizar a los más coléricos y por otra parte hay que mantener controlados a los agricultores que no estén dispuestos a cumplir con las reglas de la conservación racional del Medio.


Pértiga de avión para pulverizar con líquidos.


Antes de esta foto debía de aparecer el tratamiento terrestre con las fumigadoras acopladas a los tractores pero no dispongo de ninguna foto lo que espero solucionarlo pronto e incorporarla. Al fin y al cabo avión y tractor son la misma cosa con la diferencia que el avión no pisa arroz ni hace carriles por el barro. El proceso es el mismo.
Un gran depósito donde se realiza la mezcla de agua, pesticida y mojante, y un motor a presión que distribuye el producto a través de la pértiga que vemos en la foto que es la encargada de pulverizar y distribuir homogéneamente el caldo. 
Cada uno de los sistemas tienes sus ventajas e inconvenientes  Mientras el tractor, que fumiga más cerca del suelo, puede aplicar mucha más cantidad de agua por ha, puesto que el peso importa menos que en el avión, tiene la particularidad de producir daños, que aunque no sean de mayor importancia, para mi, sólo las señales de las ruedas ya son molestas. En cambio el avión hace menos daño en el suelo y también en las malas hierbas, pues al tirar menos cantidad de agua la distribución del producto siempre será de menos calidad. Por otra parte hay un fenómeno que se produce a partir de media mañana, consecuencia de la subida de la temperatura, cuando se produce una "ascendencia" del caldo micronizado y un desplazamiento que puede llegar a varios km de distancia. Esa fue la causa de la guerra entre algodoneros y arroceros de la margen izquierda que achacaban al producto contra los herbicidas de hoja ancha aplicados en avión en Junio-Julio como causantes de los daños que se apreciaban en los algodonales. Aunque el tema no quedó demostrado, se prohibieron los vuelos de herbicidas con el avión.


Siembra en avión Toruño.

No puedo recordar cuántos años hace que siembro con el avión, aunque en el ínterin algunos años haya sembrado con tractor, pues las dos formas son igualmente válidas. Cuando empezamos a sembrar con la abonadora, las ruedas que teníamos para el barro eran unas italianas de 11 cts de base con las que teníamos muchos problemas de atasco, pues todavía quedaban sitios donde habían existido saca-tierras o incluso algunos atascos grandes con las ruedas de fangueo  Construimos otras ruedas italianas un poco más bajas y mas anchas de base, unos 20 cts, con unas garras más largas con lo que desaparecieron la mayoría de los problemas. Pero a cambio las ruedas provocaban un enorme movimiento de agua al desplazarse el tractor, al margen de las enormes rodadas que dejaban las propias ruedas, y en el centro de las dos ruedas se perdía la mitad del arroz por decantación del barro y por arrastre hacia el interior de las rodadas. Más tarde esas rodadas, cuya carencia de plantas llegaba hasta el final del cultivo, provocaba unos fallos de sustentación en el arrozal, creando unos lugares por donde empezaba a encamarse, con la particularidad que las espigas que caían en el centro de cada rodada tenían muchas posibilidades de tocar agua y pudrirse antes de la siega, bajando el rendimiento y la calidad del arroz restante. Así que desde un principio, para mi, estaba claro que a pesar de que el avión era más caro y más incómodo para la siembra, era más rentable por un mejor aprovechamiento de la superficie sembrada.
Con la aparición de esas nuevas ruedas, que hemos visto arriba, de doble aro de 9/10 cts de base, cada uno de los aros, hemos podido observar que las pérdidas son mínimas y sigue siendo más tranquilo y seguro la siembra con tractor. Sin embargo en la tierra destinada a multiplicación de semilla sigo prefiriendo el avión porque la nacencia es más regular y el desarrollo más igualado. La mayor entrada de luz y aire en las rodadas del tractor y el pequeño reborde que se crea, con el paso de las ruedas que van apartando barro al filo del hierro,  hace que algunas de las espigas que lindan con el hueco tengan una altura superior y eso evita una visión totalmente homogénea de todo el campo de arroz, como es deseable en una semilla de multiplicación.





Repasando veras.

Una pasada perfecta de un buen piloto. Fijarse en el detalle de que todo el arroz cae en la parcela que termina en ese almorrón y que al otro lado del mismo no cae ni un solo grano de arroz. ¡Muy fácil de hacer! Sólo hay que saber y querer. En cambio, otros pilotos no tienen ni el más mínimo respeto por los derechos del vecino, a que se respeten sus linderos,  invadiéndolos hasta medio campo, con el arroz que están sembrando en su parcela y que cae sobre la del vecino que, cuando es la misma variedad no tiene importancia, pero si es otra variedad, de otro tipo ya no es indiferente y cuando siembra otra variedad sobre un campo de semillas, la "travesura" se convierte en  un acto delictivo, si es consciente y repetitivo. Yo que hace muchos años siembro de semillas la parcelita del Toruño tengo que soportar estoicamente que me siembren otras variedades, teniendo que abandonar una parte de la producción, por se imposible de limpiar la semilla de tanta cantidad de matas que son  variedades de distinto tipo.
Tengo que agradecer al vecino Pascual Ibañez que, para no perjudicarme, hace tiempo decidió sembrar en tractor  con lo que no me contamina. Sin embargo me da cierto respeto iniciar un pleito contra los aviones, por invasión de otras parcelas, limítrofes a las que están sembrando y que están contaminando, si su siembra es otra variedad o tipo, ya que considero que podría terminar en una prohibición total de sembrar en avión con lo que saldríamos todos perjudicados.


Siembra directa avión a los 15 días. Variedad Taibonet.

Esta fotografía tomada en el Toruño, a los 15 días de la siembra. La parcela  está sembrada con avión, de semilla R-1, para la multiplicación del arroz Taibonet.  A continuación subiré una serie de cinco fotos tomadas, en el mismo lugar, desde el mismo ángulo pero en distintos estadios del cultivo para que se pueda apreciar el crecimiento del cultivo. 
En este caso la densidad de la siembra es buena y también su desarrollo. Vista desde arriba y muy cerca todo parece agua  porque en los boleados de siembra directa y especialmente de algunas variedades de arroz, -como es el caso particular del Taibonet-, hasta cerca del mes no se ve realmente toda la planta que tiene.
Mismo plano de la foto anterior con 35 días.


Esta foto y también las dos siguientes están tomadas en el mismo lugar y con el mismo ángulo para que se aprecie las diferencias reales de las plantas en los días que se indican. Aquí con treinta y cinco días para ver el agua, entre las matas, hay que acercarse y mirar la siembra desde arriba, pues en cuanto la vista se aleja tres metros hacia el interior el agua desaparece y solo se ve arroz.


Mismo plano anterior con 66 días.


En estas fechas el arroz ya tiene todos los tratamientos contra las malas hierbas realizados, ha terminado su ahijamiento y está empezando a encañar, es decir se prepara para engendrar las espigas en el interior del zurrón, que es el nombre que recibe el engrosamiento del tallo con la espiga en el interior.


Mismo plano anterior con 90 días.


Aquí se ve ya espigado puesto que debe tener más del 80% de las espigas fuera del zurrón. Es el momento ideal para realizar el primer tratamiento preventivo contra la "pericularia", - hongo que afecta gravemente a la granazón del arrozal y que normalmente reduce un tanto por ciento de la producción, pero que puede llegar a la total destrucción de la cosecha-. Normalmente no he sido partidario nunca de los tratamientos contra el hongo ya que no tenemos ningún producto realmente efectivo y curativo. Siempre dije que el mejor remedio contra el hongo era "ponerle dos velas a la Virgen del Rocio" Sin embargo al dedicarme a la multiplicación de semillas, en lugar del tratamiento recomendado en el momento de salir las espigas del zurrón, realizo dos tratamientos preventivos: El primero unos días antes de la fecha óptima y el segundo se alarga hasta las fechas tope en que están autorizados los tratamientos con fungicidas, a no ser que se vieran algunos focos de la enfermedad y entonces hay que tratar rápidamente.
Actualmente la normativa europea para la multiplicación de semillas se ha endurecido mucho respecto al porcentaje de espigas afectadas por hongos que provocarían un rechazo de la semilla, como tal. Está comprobado que la pericularia no se trasmite a través de la semilla, -excepto el que produce gigantismo-, y mucho menos cuando se efectúa un tratamiento con fungicidas previo a la siembra. También es cierto que la nueva normativa no obliga a dicho tratamiento preventivo por lo que hay que ser mucho más escrupuloso en el control de los hongos en las semillas de multiplicación.
En la foto superior se ven unas tiras marrones que hace pensar que es un efecto de hojas con las puntas quemadas por causa del riego con agua salada, lo que realmente no puedo asegurar pues no recuerdo la salinidad máxima con la que regamos ese año, especialmente durante la época del espigado, que es cuando la planta del arroz está en su momento de mayor debilidad.


Mismo campo anterior con 165 días. Variedad Taibonet

El Taibonet es una variedad de tipo índica, (esto sería muy discutible, pero se considera índica por la relación largo/ancho y por su calidad cristalina) de ciclo medio. Su ciclo normal son 140 días, sin embargo vemos aquí que se está segando con 165. Este alargamiento del ciclo que fue posible gracias a la fortaleza que mostraba ese año, no estaba cargado de kilos, y al ser de semilla es conveniente segarlo mucho más maduro que lo aconsejable para producción de arroz blanco.
Unos días suplementarios en el campo siempre significa correr el riesgo de que un temporal y que los viento lo encamen, con la consiguiente pérdida en cosecha y más costo de recolección, o por el contrario, unos días de fuerte viento solano, -viento muy seco procedente de la Meseta-, también hacen mucho daño ya que al secar el arroz de forma excesiva cristalizan el grano y rompe mucho más al molerlo y blanquearlo. En cambio para semilla, es conveniente dejar que pasen unos días más que lo que sería óptimo para segarlo y comercializarlo en molino, además de dejar que todos los granos terminen su granazón sale del campo con la humedad ideal para limpiarlo, guardarlo y envasarlo, llegado su momento.


Escardando arroz para semilla.


Este es el mismo campo pero otro año, otra variedad y otro problema. En los años que se sembró el Taibonet  teníamos una pequeña franja para experimentar con arroces híbridos de origen chino. Como eran de todo tipo y de muy  distinto ciclo, había algunas variedades en las que se desgranaba una buena  parte en el campo, ya que las segábamos todas juntas, y algunas variedades ya llevaban mucho tiempo maduras. Esa gran cantidad de granos en el suelo, más la enorme capacidad de germinación que tienen los hibridos, eran la causa que provocaba tener que dar varios y cuidadosos repasos para eliminar arroces fuera de tipo. Pero  la única forma de limpiar totalmente cualquier vestigio de híbridos era sembrar J. Sendra - u otra variedad de baja estatura-, cuya pequeña talla permite que todas las variedades fuera de tipo salgan por encima y se vean desde un principio.
Además se me había escapado un pequeño pero costoso detalle. No sólo se nos contaminó la pequeña franja donde se sembró el híbrido  si no que al repasar toda la tabla, con la cuchilla de nivelación con el láser, esparcimos una buena parte de esas semillas por la mitad superior de la tabla, ya que la cuchilla cargaba cerca de la carretera, donde estaba la tira contaminada, e iba esparciendo los terrones por toda la parte superior de la tabla donde continuaba su recorrido. Así que las tres pasadas que realizamos por la vera sirvió para que tuviéramos que limpiar más de una ha de tierra contaminada, que es lo que vemos que están haciendo los escardadores, que lo que llevan en las manos es arroz fuera de tipo, puesto que la parcela está completamente limpia de malas hierbas.


Galán con los híbridos chinos.
Sin embargo, donde fue un escándalo, respecto a la cantidad de arroces extraños, fue en la pequeña tira de diez metros cerca de la carretera. En los años anteriores, había cuatro parcelitas de 10 x 10 metros que se había desgranado en buena parte y se puede apreciar en la carretera la cantidad tan enorme de arroz híbrido que había nacido de los granos caídos al suelo de las cosechas anteriores. Por supuesto que no quedó ni uno sólo de los arroces fuera de tipo. Dimos tropecientos repasos de escarda, hasta que desde arriba del camino lindante no se vio una sola espiga que destacase sobre las demás. Ni siquiera les pedía que se parasen a estudiar si era un tallo de J. Sendra de mayor altura, simplemente había que arrancar todos los tallos más altos, fueran de la variedad que fueran no quería que se parasen a examinarlos. Y así lo seguimos haciendo durante los dos años siguientes, aunque bien es cierto que el segundo año salió un 10% del año anterior y el tercero era ya prácticamente inapreciable la diferencia con las plantas fuera tipo que encontrábamos en otras partes del campo.
Por esa razón yo aconsejo a los agricultores que antes de sembrar hibridos deben asegurarse que en ese lugar van a continuar con la siembra de esas variedades y que no deben de cambiar de lugar aleatoriamente pues el arroz que se desgrane, -y hay variedades de índica  que se desgranan mucho-, saldrá al año siguiente con un vigor inusitado.
De todas formas los híbridos parece que no se adaptan bien a nuestro clima, pues si bien dan alta producciones de kg/ha, los rendimientos de granos enteros, en molino, son muy bajos.
Por otra parte, en estos momentos tenemos dos variedades, Puntal y J. Sendra  con unos rendimientos por ha excepcionales, desconocidos hasta ahora y muy difíciles de superar.