jueves, 2 de mayo de 2013

DEL ARROZ AMARGO ( 4 ) AL AVION AL LASER Y AL GPS Riego, cultivo y siembra.


ARROZ AMARGO  4  . Cultura ancestral y moderna


En el primer capítulo hemos visto cómo nace la Isla Mayor, a partir de un golfo convertido en lago, por el cierre de su boca al mar, y posteriormente la naturaleza lo va colmatando hasta que las tierras emergen sobre el nivel del mar.
En el segundo capítulo analizamos los grandes fracasos de la desalinización y puesta en riego es estas Marismas, por falta de los conocimientos técnicos básicos, sobre la naturaleza real de esta tierra y también por la grave situación social, laboral y política que atraviesa España en ese momento, empeorado todo ello por la caídas brutales de precios del arroz cáscara,  provocados por un excedente de producción, ya endémico en España,
En el tercer capítulo contamos las circunstancias especiales que permitieron llevar a buen fin lo que hacía unos años era imposible, ya que el férreo control de los Sindicatos Verticales y los altos precios de venta, permiten iniciar un camino de transformaciones (aprovechando estructuras anteriores) que poco a poco  llevan a cabo el desarrollo de este magno proyecto que convierte el antiguo Lago Ligustino en la zona arrocera más importante de España y una de las más avanzadas, tecnológicamente, de todo el mundo.

En este cuarto capítulo entramos de lleno en el tema fundamental de este trabajo: la variación de los trabajos y formas de cultivo  en el arrozal de las Marismas del Guadalquivir durante el siglo XX. En este post veremos las diferencia en la preparación de las tierras durante el pasado siglo y la preparación especial de las almácigas o planteras para realizar el transplante, que se utilizaba aquí a primeros de siglo y en el mundo desde épocas ancestrales.

 Estructuras generales para riego, trabajos de preparación de tierras y siembra planteras.

Canal de Mínima en el punto donde recibe las aguas de re-elevación del Toruño Central y de divide en las dos arterias más importantes de riego de la Isla Mayor. Hacia la Izquierda sale el riego a Calonge, Reina Victoria, Marotera .... y hacia la derecha el Toruño, Metálico, Zona 3 y Vuelta la Arena...

 Este canal  perteneciente a la Comunidad de Regantes de Mínima  es el mayor caudal de todas las comunidades de regantes de Isla Mayor , puesto que atiende el riego de casi 7.000 has, que  distribuye el agua elevada desde el Guadalquivir hasta cada una de las parcelas que tienen su propia toma de riego. En este punto de su recorrido (foto superior), donde se divide en dos ramales, vemos además una  estructura que sirve para situar el agua elevada desde el saca-tierras lateral que cae en el centro del canal para no deteriorar las márgenes. La bomba, de re-elevación ahí instalada, la del Toruño, sirve para reforzar el volumen de agua del canal de riego durante la campaña de riegos y ,especialmente, para ayudar a drenar las lluvias que pueden caer durante todo el año y que ponen en peligro el cultivo y las carreteras, por inundación.
El sistema de riego del arrozal de la margen derecha y que se regula  desde las cinco grandes comunidades: Mármol, Mínima  Queipo, Puebla del Río y Ermita tienen prácticamente la misma estructura económica, societaria y de funcionamiento. El tema lo ampliaremos cuando hablemos del asociacionismo en las Marismas. Existen varias comunidades pequeñas con las mismas normas y otras de riegos particulares de fincas medianas o grandes.- Escobar-, que gozan de la posibilidad de permanecer independientes por estar cerca de algún punto de toma de agua con calidad media o buena.
El agua se toma del río Guadalquivir o del Brazo de los Jerónimos y a través de ese gran canal (de la foto superior) y otros similares, que forman las arterias principales, se distribuye a lo largo y ancho de toda la Isla Mayor.


Canal secundario del Toruño. Acequia nº 6.
 Del canal principal, -con altura suficiente para llegar hasta final de riego con el nivel del agua lo bastante alto para entrar a los campos por gravedad-, el agua pasa a canales secundarios, como el de la Acequia nº 6. Vemos a la derecha una válvula de distribución parcelaria donde se mide el caudal de agua perteneciente a cada parcela, aforada en función del número de has, -aproximadamente se reparte unos 3/l/ha/seg.(tres litros por hectárea y segundo) de los cuales se evaporará 1/l/ha/seg. y los dos restantes volverán al río a través de los canales de desagüe, cuyo sistema de distribución caudricular es similar a los de riego pero en lugar de llevar agua elevada, recogen el agua por debajo del nivel de terreno y de los pequeños canales de drenaje pasa a los grandes colectores que la llevan al río, donde se mezcla con el agua dulce que nos envían desde los embalses para el riego del arrozal y re-elevamos la mezcla.


Pequeño saca-tierras y canal de desagüe en Ermita.
Este desagüe que tenemos arriba pertenece a la Comunidad de Regantes de Ermita-Cantarita, cuya historia merece también,  capítulos aparte ya que corresponde a la última gran transformación de éstas Marismas a regadío en la Isla Mayor. Por azares del destino tuve el honor de presidir y dirigir la SAT  que se encargó del Proyecto y de las obras y que acepté después de iniciadas las obras de la primera fase, debido al enorme problema de falta de credulidad, a que nos habían llevado los dirigentes de la Ermita a causa de los enormes trastornos económicos producidos por las luchas internas por el control de las nuevas puestas en riego. En este caso la comunidad de Ermita toma el agua del Brazo de los Jerónimos, cuyo caudal de agua es la suma de todos los vertidos de la Comunidad de Mínima, que mezclamos con otras aguas de desagüe, propias, volvemos a re-elevar. La consecuencia de no contar con la mezcla de agua dulce que tiene el río significa  que ésta Comunidad tiene que regar con 0.50 gramos/litro de sal más que las comunidades que toman directamente desde el río, en la parte superior del estuario.
Esta lucha fratricida, que finalizó a mediados de los ochenta, es la que hubiese tenido que contar si el capítulo 4 hubiese continuado con la transformación de las Marismas, desde el estado donde la dejó R.Beca hasta que  finalizó cuando, entre el arrozal y las miles de has nuevas de regadío incorporadas en la Cuenca, nos quedamos sin reservas de agua, justo en unos de los ciclos climatológicos más secos de la historia., En esta lucha entre colonos y con la administración, estatal, regional y  la propia Confederación Hidrográfica, es en la que me vi implicado como actor principal, y para contar ésta historia tengo que meditar cuidadosamente cómo decir la verdad (sin lugar a dudas sería mi verdad y por ahí habrá otras versiones) sin herir a personas a las que respeto aunque nos enfrentaran nuestros distintos intereses , especialmente por falta de solidaridad.
Algún día la contaré, pero mientras más tiempo pase menos cosas recordaré y ,aunque con menos detalle, menos molestias tendré que causar.


Foto aérea Toruño, vista general de plantación de arrozal siembra directa.

Aprovecho esta foto aérea, realizada en la perpendicular del canal principal del Toruño, y que me es muy familiar ya que el pequeño triángulo de la parte inferior derecha pertenece a la parcela que compró mi padre en 1954, cuando se trasladó con toda la familia, papá, mamá, mi hermana y yo, a las Marismas. 
En primer plano tenemos la Acequia nº 6, que recibe el agua del canal de riego del Toruño y que distribuye el agua a las parcelas laterales, medida la cantidad que a cada una pertenece, en función de la superficie  regada en cada parcela. 
El agricultor manda en el agua dentro de su parcela y puede disponer de ella desde el día que se toma el acuerdo de llenar los canales hasta que también el Órgano Rector de la Comunidad toma el acuerdo de detener las bombas. Abre y cierra su válvula a voluntad, siempre que avise al vigilante del canal para que éste no rebose, en el caso que cerrasen varios regantes al unísono. También elige el agricultor los niveles que en cada momento le conviene tener para el cultivo y no existe problema alguno para desaguar despacio  o a la máxima velocidad posible. Este sistema, aparentemente tan sencillo no es posible en otras zonas arroceras, pues en los arrozales de la albufera, por ejemplo, el agua se desliza de unas parcelas a otras ininterrumpida mente,  por lo tanto el agricultor no puede mandar sobre los días que abre o cierra el agua en su campo para realizar tratamientos con pesticidas, que requieran un nivel bajo de agua u otras labores que le convengan. No tiene más remedio que someterse a una regla general que le marca cuándo va a empezar sus riegos, cuando tiene que realizar los tratamientos  que requieren dejar el arroz sin agua, y cuál va a ser el día que le deje de llegar el agua desde el campo de su vecino que le alimenta.
Si continuamos mirando la foto veremos otras tres casitas, en el centro izquierda, por el centro de las cuales pasa otro canal de riego secundario, que lleva el agua a las parcelas de ambas  margenes. En la parte de la derecha del canal, el agua correrá en  dirección opuesta a la de las parcelas de la margen izquierda regadas por la Acequia nº 6,  y ambos grupos de parcelas  terminarán vertiendo su agua en el desagüe, situado en el centro de los dos canales de riego, y cuyo colector sirve a ambas partes.


En la parte superior de la foto vemos una gran linea marrón que corresponde al muro de encauzamiento del  río Guadiamar del que hemos hablado en capítulos anteriores y sirve para que durante las crecidas de este río  estacional y caprichoso, no inunde las parcelas en Primavera, que estamos secando las tierras para prepararlas para la siembra o en otoño cuando todavía pueden quedar algunas parcelas sin cosechar.



Viajera de Carvajal,  3 de Febrero de 1954. Dia de la llegada de mis padres a Isla Mayor (El Puntal)
Aquel nevado día llegaba mi padre a las marismas acompañado de mi madre y mi hermana.Venían en una pequeña furgoneta-monovolumen  americana,  marca Mathis y que por España llamaban "rubia. Tenía una parte de su carroceria de madera y duró poco tiempo en el nuevo solar patrio donde le tocaba desplazarse. 
Aquella fría mañana se asomaron a la triste marisma inhóspita, toda blanca, sin árboles ni casas, era lo más parecido a las estepas rusas que podemos ver en las películas de "Los Girasoles" y "El Doctor Zivago".  Mi padre ya conocía las Marismas pues, el año anterior,  había venido a visitar a su hermano Miguel, que hacía pocos años tenía una parcelita de siete hectáreas que le había comprado a R. Beca y Cia.
El tío Miguel vivía en una choza a menos de un km del Puntal, lo que en los años cincuenta era como vivir en medio de la nada. No tenían luz eléctrica, ni agua potable, ni camino de todo tiempo. Más de un tercio de la población padecía paludismo que tenía que soportar sin médico ni medicinas. Mi tía Carmen, que vivía en aquella choza con sus cuatro hijas pequeñas o medio mocitas, pasó por un quinario que sólo los que tuvieron la misma experiencia llegan a entender en toda su magnitud. Por eso cuando en 1996 le conté que había estado en Paraguay, realizando una experiencia arrocera, primero le saltaron las lágrimas y luego empezó a llorar amargamente y no era sólo pensando en las necesidades que yo habría podido pasar, sino que también le venía a la memoria las penas que ellas habían pasado allí. Aquella experiencia de mi tío Miguel finalizó con una perforación de estómago y un derrame que le causó la muerte, pues no había ni médicos ni medios de transporte rápidos que hubiesen sido vitales en este caso.
Ese territorio plano, sin relieves, que no fuera un canal o una choza vestida de blanco, es la primera impresión que reciben mi madre y hermana en su primera visita. Venían de Sueca, donde vivíamos en una casa muy digna que hacía poco había restaurado mi padre y de la que recuerdo su amplia escalera de mármol, blanco y negro, en cuyo descansillo me quedaba dormido más de una noche, -pues mi madre tenía que atender el pequeño negocio de compra de leche fresca que mi padre llevaba cada mañana a Valencia-, y como ella no me podía atender me quedaba dormido sobre la tabla de amasar el pan, en mitad de la escalera, porque me daba miedo subir solo al dormitorio para acostarme. Como me reñían, por acostarme en el rellano de la escalera, terminé por acostarme bajo la nevera de hielo y sobre la tabla del pan. Una nevera blanca con una pequeña puerta para introducir el hielo y los alimentos que tenía cuatro pequeñas patas de poco más de veinte centímetros, bajo las cuales me cobijaba.
Aquella casa que dejaban atrás tenía, luz eléctrica, agua potable en el cuarto de baño y el de aseo, una cocina completa con su despensa, un amplio recibidor, despacho para mi padre, salón comedor y cocina en la parte baja de la casa, con un pequeño aseo que daba al patio abierto, tras el cual estaba la sala de recepción de leche fresca que las mujeres del pueblo vendían a mis padres y ellos a alguna Central Lechera de Valencia capital. En la primera planta contaba con baño completo y tres o cuatro dormitorios. El pueblo que dejaban tenía las calles adoquinadas y alumbradas por las noches, dos cines, ateneo, varios salones de reunión y una vida social bastante activa.
El cambio era tremendo, brutal, especialmente para mi hermana, con dieciocho años, que dejaba en el pueblo a todos sus amigos y pretendientes pasando a vivir en medio del campo donde los amigos más cercanos, las familias Corts, Piera , Rovira ... estaban a medio km por un camino sólo transitable en verano y parte de primavera y otoño.


Mi padre, mi madre y mi hermana, en la vivienda del campo.


La casita donde nos instaló mi padre, pues yo llegué un par de meses más tarde, la había construido él mismo dentro del almacén  que ya tenía la parcela que compró a un valenciano de la capital  que después de un año decidió que aquello no era para él,  donde habilitó un comedor, tres habitaciones, una cocinita y un pequeño aseo con ducha de regadera y cuerda para estirar. Para aislarnos un poco del calor veraniego, que la uralita multiplicaba, construyó un cielo raso que nos aislase del techo. 
Junto a la casa estaba el pequeño almacén para guardar semillas, abonos, etc y adosado a estas dos estancias había un pequeño establo con una parte reservada para la paja blanca, el pienso, la paja de cama de los animales y todos los utensilios y aperos.
Poco tiempo después mi padre construyó otra pequeña vivienda, junto a la nuestra donde se quedaron por algunos años una familia de Montemolín, que trabajó con nosotros durante varios años, José Jaro y Obdulia, con sus hijos José, Joaquina y el pequeño que nació viviendo ellos ya allí. Recuerdo aquel día porque cundo Obdulia se puso de parto, mi amigo Rafael y yo tuvimos que ir, con la moto, a buscar al practicante que vivía en Queipo y que era la única persona que podía ayudar al parto. Aquel buen hombre se persignó decenas de veces debido a la peligrosidad de la grava con la velocidad que íbamos con la Montesa. No recuerdo los detalles pero aquello terminó felizmente.
Las relaciones laborales y sociales entre las dos familias eran tan fluidas que, todavía al dia de  hoy,  me une una buena amistad con los tres hermanos que viven en Isla Mayor.



Calle Virgen del Carmen en año indefinido.

Esta foto debe de estar tomada en lo que hoy es calle virgen del Carmen, donde mi padre construyó su casa, o en alguno de los solares aledaños y debió realizarse a finales de los años ´40 o primeros de los ´50,  puesto que no existe nada edificado en la calle. Sin embargo, al fondo se ven las naves nº 1 y 2 de la FAAE, construidas durante el período de R.Beca y cía. Podemos apreciar lo que era el pueblo, en esos años,  por las chozas que vemos al fondo de lo que hoy es una de las calles más importantes de Isla Mayor.
Nuestra casa debió construirse entre el año ´61 y ´62 pues recuerdo ver pasar a mi, entonces  futura novia y más tarde esposa, por la calle San Isidro, que todavía no era calle, pues ese tramo lo único que tenía construido era la choza del Puesto Grande cuya pared tenía que ser medianera con mi casa.
Recuerdo cuando  yo estaba haciendo el hueco de los cimientos de un metro de anchura por un metro de profundidad y ella pasaba por mi lado, sin mirar, por supuesto, cuando venía de su casa a veinte metros de allí para ir en dirección al centro del pueblo, que entonces era la parte frontal de la papelera donde estaban los comercios.
Nuestra casa, recién construida, disponía de todos los servicios mínimos, luz eléctrica, alcantarillado y red de agua potable interior totalmente terminada en espera de conectar con la red municipal que estaba en construcción. En el Ayuntamiento del Puntal, pedanía de Puebla del Rio, ni siquiera nos dieron  una cota de altura para guiarnos en el nivel al que teníamos que colocar el suelo de la cochera-almacén. Recuerdo que tomamos la cota de altura del Monte de Piedad y Caja de ahorros de Sevilla que era el único edificio importante por allí edificado. Cota que a la corta resultó ser baja pues el Ayuntamiento aplicó la que buenamente le pareció al rellenar la calle y nos dejó la cochera baja. Para la construcción de la casa tuvimos que traer toda el agua desde el depósito cercano con la cuba e instalamos un algibe, para agua potable, al que comunicaba toda la instalación de agua de la casa y desde donde se  alimentaba, de forma automática, un bidón en la azotea. Años más tarde comunicamos esa red a la pública cunado se construyó una tubería, desde Colinas, y un gran depósito en el pueblo que se alimentaba del agua de un pozo de Los Pobres

Ancestral arado de reja.
Durante los cientos de años que en España se cultiva el arroz, las faenas de cada año se dan por terminadas una vez retiradas las garbas del campo para trillarlas y recoger y quemar los rastrojos que quedan tras cortar los tallos del arroz por la mitad para depositar las garbas, -la mitad de las espigas-, sobre la mitad inferior a fin de conseguir que el arroz se seque antes de llevarlo a la era para trillarlo, limpiarlo y envasarlo para poder venderlo a los molinos o guardarlo en el almacén.
Esta foto de López Egea, fotógrafo suecano, que no sólo inmortalizó los trabajos del arrozal de mediados de siglo sino que también realizó un importante reportaje fotográfico de los inicios del arrozal en las Marismas del Guadalquivir. Utilizaremos sus fotos indiscriminadamente, entre las nuestras, pues se trata de reflejar los trabajos de arrozal a lo largo de todo el siglo pasado comparando el trabajo infrahumano del arroz hasta la mecanización y los avances tecnológicos y sociales que se observan en el último tercio de siglo.
En este caso vemos al agricultor volteando la tierra y a la vez enterrando las habas, -para incorporar nitrógeno-, con un arado exactamente igual al que utilizaban los romanos. y que durante siglos fue base esencial para oxigenar y meteorizar el terreno.
Yo he llegado a utilizar ese arado, pues era muy útil para terminar de arar las veras e incluso en aquellas parcelitas que eran tan pequeñas que resultaba problemático dar la vuelta en ellas con la yunta o arrimarse suficientemente a las veras de almorrrones o carreteras.
Cuando el invierno era seco, aprovechábamos que las tierras estaban oreadas y permitían el paso de los carros en su interior para rebajar con los carros planos. El carro plano es un invento del siglo pasado que estaba basado en el carro normal, al que han sustituido las altas y finas ruedas por otras más bajas de  0-70 ó 0.80 cts de altura con una base de rodadura mucho más ancha para evitar en lo posible, que se hundan en el suelo húmedo. Encima de las ruedas y a una distancia de unos treinta cts, lleva una batea-volquete, es decir que todo su peso descansa sobre un eje central sobre el que puede pivotar toda la carga. Así pues cuando el terreno lo permitía cargábamos los terrones, levantados por el arado, los transportábamos a las parte bajas y allí tirábamos del pestillo que permitía que la carga cayese por la parte trasera del carro  y de vuelta nuevamente al cerro para cargar de nuevo. Esto en los meses de Enero y Febrero, cuando la temperatura por las mañana roza los 0º, era un auténtico suplicio.  Las manos se quedaban agarrotadas por el frío, pues no llevábamos guantes ni los había para ese trabajo de barro y los pies  se enfriaban de tal forma que llegabas a no sentirlos pues las botas de goma, que sí podías llevar, pues no se atascaba, pero se congelaban los dedos de los pies. No exagero cuando digo que cuando veíamos pasar los negros nubarrones, cargados de agua, rezábamos para que lloviera, aunque la alternativa mejoraba muy poco ya que con agua dejábamos el carro plano y enganchábamos el trineo, para continuar con la misma labor de nivelación. El trineo en un apero de 1.2 de ancho por 1.70 de largo, con la parte delantera doblada hacia arriba, -como los trineos de la nieve-, y que cargábamos a pala en las partes más altas y transportábamos andando al lado de las bestias y descalzos hasta los bajos o sitios donde hiciera falta tierra. Ganábamos en pasar menos frío en las manos pues no tocábamos el agua helada con ellas, a cambio, los pies pagaban las consecuencias, pues caminar al lado de las bestias y a su paso no te permitía llevar botas de goma y estábamos deseando llegar cerca de los almorrones y carreteras para subirnos de un salto y recuperar un poco de circulación sanguínea en aquellas extremidades que estaban blancas como una pared pintada de cal.


Arado de rejas con ruedas, tirado por yunta de caballos.

Aunque fue por poco tiempo también me tocó arar con este arado de reja y ruedas metálicas. Yo dejé los estudios en en ´62 y tardamos un par de años en tener el primer tractor Súper Ebro y poco tiempo después. mi padre compró el Súper 55.  Pero recuerdo aquellos larguísimos días  de ara con los caballos en las tierras de Calonge. Allí teníamos 25 has que hacía muy poco las había comprado mi padre con la financiación del Banco de Crédito Agrícola conseguida a través de la Cooperativa arrocera del Sur que servía de garantía del préstamos, como una sociedad de garantía recíproca, pero con su garantía a la vez de tener las tierras escrituradas a su nombre y no las podías escriturar al tuyo hasta tener todos los préstamos avalados,  liquidados y le pasase por el arco del triunfo a la sta. Loli y a Celestino de otorgarte la escritura.
El día empezaba antes de clarear. Cuando me levantaba tomaba café y cogía la moto para desplazarme los doce km que había desde el Puntal a la parcela. Una vez allí la primera faena era darle  de comer a los caballos y mientras ellos comían aprovechar para desayunar. Sobre las ocho y media de la mañana, con el frió de los meses de enero y febrero, empezaba la labor de ara con la yunta y el arado de ruedas. Yo iba con botas, pues soporto muy mal el frío y recuerdo haber sufrido reuma con dieciocho años por caminar todo el día al lado de la yunta con las pesadas botas.
A la una parábamos a comer, durante hora y media, para darle suficiente tiempo a alimentarse a las bestias y vuelta la tajo hasta las seis de la tarde cuando desenganchaba, amarraba los caballos al frugal pesebre donde pasarían la noche, al raso, pues allí no tuvimos nunca ningún tipo de refugio. Cuando llegaba de vuelta a casa ya era nuevamente de noche y así todo el mes que más o menos tardaba en arar aquellas 25 has. En cambio cuando tocaba arar el Toruño la labor no era tan desagradable, pues la parcela estaba cerca del pueblo y allí sí contábamos con la casa como lugar donde poder comer y descansar un rato a medio día y una cuadra donde los caballos tenían una mínima comodidad y refugio.


Grada de discos de tiro animal para enterrar habas u otras oleaginosas como abono orgánico.
Este es un apero que no he visto nunca en las marismas, ya que durante el tiempo que he vivido allí, no se han utilizado leguminosas como fórmula de incorporar nitrógeno en al tierras, pero sin lugar a dudas, durante los años de las Guerras, Civil y Mundial, que no había posibilidad de conseguir abonos minerales, algo parecido utilizarían en las Marismas del Guadalquivir, pues estas tierras son bajas en materia orgánica y nulas en nitrógeno  natural.
Ya cuando llegamos en el ´54 el problema de los abonos minerales estaba resuelto y disponíamos de Sulfato Amónico,  Nitrato Amónico y Superfosfato de Cal, que son los tres que recuerdo haber utilizado hasta que llegó la Urea, con la que ya se lleva a cabo la gran transformación del abonado de cobertera por el de fondo.


Abonado de pie, antes de meter agua para plantar.

Esta también sería una imagen difícil de captar en las Marismas, a no ser que fuera en tierras dedicadas a las planteras. Este modelo de incorporar Nitrógeno, Fósforo o Potasio no se utilizo en esta zona puesto que las parcelas eran muchísimo mayores que las de la región valenciana, que estaban excesivamente divididas, consecuencia de las divisiones producidas por las múltiples secuencias de herencias. Sin embargo, en las planteras, sí solíamos incorporar una pequeña aplicación de sulfato amónico de base, para que la plántula recién nacida pudiese tomar alimento y crecer más rápidamente, sin tener que aplicar ese abono sobre plantas muy jóvenes a las que podía dañar.
La forma de incorporar el nitrógeno antes y después de plantar la veremos al tratar sobre el abonado de pie y el de cobertera, al final del capítulo cuando veremos el abonado previo a la plantación y la forma actual de aplicar el abono para la  siembra directa.


Grada de cuchillas de dos niveles.

Este apero se le llamaba draga y se usaba para romper los terrones tanto en las tierras preparadas para hacer planteras como en las que se iba a realizar el trasplante. En la foto, estas dos gradas, cada una de ellas formada por  un apero de dos plantas, la primera, que mediría 1.20 centímetros de largo por 40 de ancho, donde se atornillaban unas cuchillas largas, unas rectas y otras curvadas en sus puntas, en distintas direcciones, para que partiesen los terrones levantados por el arado. La segunda tabla que vemos perfectamente en la foto, separada unos veinte centímetros de la tabla principal servía para que el gañán fuese situado lejos de las cuchillas, sin miedo a resbalar y clavarse una cuchilla, como podía ser el caso de tener un solo nivel, ya que las cuchillas curvas sobresalían totalmente de la tabla inferior.
He tenido que utilizar una foto donde se está gradeando para preparar la tierra para el trasplante (exactamente la misma labor que par planteras) ya que no disponía de otra donde estuviesen realizando la misma labor para la plantera, pero era conveniente enseñar este apero, posiblemente el más importante para preparar el terreno, desmenuzando los terrones y convirtiéndolos en barro donde sembrar el arroz o plantar los piquetes sin que saltasen nuevamente fuera, flotando en el agua, al no cerrar el barro abrazando a las plantas recién incorporadas al terreno.


Tabla fina de cuchillas

Este era el último apero del que disponíamos para desmenuzar los terrones en el agua: la tabla de cuchillas, que era como la tabla fina, que veremos más adelante y que consistía en un tablón de dos metros de largo, por cincuenta de ancho y ocho o diez de grosor. Pues ésta, de cuchillas, era exactamente la misma pero con unas cuchillas triangulares,- como la cola del tiburón invertida-, que atornilladas bajo la tabla terminaban de partir los pequeños terrones que dejaba la grada.
Años más tarde recuerdo que se incorporó en ésta última labor un apero llamado rulo, que consistía en un cilindro-gavia, formado por cinco aros de medio metro de diámetro unidos todos ellos, mediante soldadura eléctrica, por una ángulos de hierro de unos cinco centímetros de lado por metro y medio  de largo. Sobre este armazón metálico se montaba un tablero, con unos patines laterales, para que no se volcase, donde subía el gañan. Este rulo es el precursor de las ruedas de fangueo que poníamos a los tractores para desterronar y batir el terreno dejándolo en óptimas condiciones para le trasplante.


Nuestro equipo de construcción de canales y almorrones.

Aquí vemos todo el equipo de construcción de almorrones, limpieza de canales, siembra de planteras y de casi todas las labores preparatorias del trasplante. En esta foto, además de Rafael y yo,  que éramos el equipo habitual, está José Vicente, hermano de Rafael y que es el del centro. En esos momentos estábamos haciendo una labor de chinos que sólo se le ocurría a mi padre. En la parte derecha de la foto, junto al palín solitario, utilizado para hacer una zanja derecha, vemos un especie de cimiento que medía treinta cts de ancho por 80, 90 ó 100 de altura que tenía más de 700 metros de largo. Estaba proyectado para evitar las filtraciones del agua de la parcela a través de ese almorrón al canalillo, cuneta y dren de la carretera, que como buena parte de los caminos de las marismas estaba y está por debajo del nivel del suelo de la parcela, Su fin primordial era evitar las inundaciones del camino causadas por la filtración del agua y los problemas de limpieza del canalillo.



Preparando canalillos para las planteras o para regar todo el campo.

Aquí están preparando un canilito  a pala, que igual podía ser de riego interior como de desagüe, pues dentro de las parcelas era suficiente tener elevada el agua unos treinta cts sobre el terreno, para que llegase al final de la misma, como tener esa misma profundidad era suficiente para que saliese toda el agua de las partes más bajas.
Rafael, que había venido a la par mía  a las Marismas y que vivía en la casa más cercana a la mía, en el campo, es mi gran amigo de la juventud y juntos hemos hecho todas las travesuras propias de los chavales y jóvenes que viven en un lugar aburrido. Su padre, carnicero, vendió la parcelita que habían comprado y se dedicó a su profesión,  montando una carnicería en el Puntal donde vivieron él y su esposa hasta la jubilación. Los hermanos de Rafael, José Vicente y Javier se volvieron a Sueca y allí encauzaron su vida  y, que yo sepa, les fue bien.
Pues Rafael y yo tomábamos "por cuenta" los almorrones y canalillos que había que hacer para las planteras que, en total, eran varios kms. y los hacíamos a peseta el metro. Para aligerar el trabajo utilizábamos el arado de un solo animal y trazábamos dos surcos para cada almorrón a construir, quedando en el centro los dos surcos limpios donde quedaría el canalillo de desagüe, Pero no bastaba con retirar la tierra y amontonarla luego había que "plancharla" con la pala dando golpes con la parte plana hasta que quedaba totalmente lisa y homogénea.
Tardé varios años en construir un aparato que recogía la tierra de los lados y la iba dejando planchada al salir por su cola en forma de trapecio, que era regulable en función de la sección del almorrón. Que yo sepa, el primero lo construimos para Ernesto, pues el llevaba mucha tierra y nos lo dejaba cunado nos hacía falta
No recuerdo un trabajo que a lo largo de los años siguiera haciéndolo como al principio. Siempre andaba cavilando nuevos aperos, lo que costaba el dinero, pues el que te salía bien lo copiaban y el que no valía te había costado, a ti solo, todos los costos del invento y su fabricación.


Nivelando planteras con tabla fina y cuchara.


En la foto podemos apreciar dos trabajos parecidos, pero distintos, en la preparación de las planteras. Para que el arroz germine es necesario que encuentre un terreno con muy poco nivel de agua y limpio de insectos y hongos. Una vez germinado lo conveniente es que tenga poco nivel de agua, mínimo un centímetro máximo tres, de forma que cuando saca su segunda hoja ya asoma fuera del agua y empieza a respirar oxígeno del aire. Para conseguir esto es necesario que las pequeñas parcelas donde sembramos el arroz estén niveladas como una mesa de billar o como una paella que debe tener el mismo nivel de caldo por toda su superficie y aquí es donde entran en acción estos dos aperos que vemos o adivinamos en la foto. El que se ve, en parte,  es una traílla de arrastre, -una especie de cazo de madera, plano en su parte inferior-, donde el operario carga la tierra de los lugares más altos, simplemente adelantando el peso del cuerpo hacia delante con lo que la traílla se inclina  e inicia la carga cortando unos centímetros de ese cerro que queremos quitar. A continuación nivela el apero y se va en busca del bajo donde para y vuelca el aparato depositando allí la tierra que ha transportado. La segunda labor de la tabla fina, -apero consiste en una tabla de un par de metros de larga por cincuenta cts de anchura y 8 ó 10 de grosor-, donde el operario va de pie sobre él adelantando el peso para cargar la tierra que asoma sobre el agua y la descarga con los pies donde ve que hay más nivel de agua.
Esta era una labor bastante aburrida y como se realizaba durante el mes de Abril había días que te quedabas congelado y no sólo en los pies, continuamente sumergidos en agua, también las pisadas del caballo solían salpicarte con una ducha de agua embarrada que te mojaba de pies a cabeza. Recuerdo que tenía la costumbre de colocarme un saco de plástico por la cabeza de forma que por lo menos desde el cuello hasta media pierna quedaba libre de salpicones que mojaban la ropa.
Los primeros años de nuestra estancia teníamos una mula, a la que  llamaba “la mula Francis” que entró con la compra de la parcela y que tenía una cabeza tan dura como el granito. Costaba trabajo meterla por las mañanas en el barro, a base de trompazos con lo que tuvieras a mano, pero cuando sonaba la sirena de la papelera,- exactamente a la una, en punto, para que sus trabajadores pararan al unísono-, teníamos que estar muy atentos y tenerla ya desenganchada de la tabla fina, la de cuchillas, la grada o el carro plano. Para ella resultaba indiferente lo que llevase enganchado, salía en dirección a su establo, para comer, sin que hubiese ser humano capaz de detenerla y más de una vez se metió por las puertas del establo con el apero enganchado y más valía apartarse, pues de lo contrario pasaría por encima del atrevido que lo intentara.



Cuadrilla de mujeres cscardando planteras, previo a la siembra, con ayuda para sacar las hierbas fuera

Esta escarda, antes de sembrar la plantera, era un trabajo muy interesante porque antes de nacer el arroz, las malas hierbas se distinguían desde lejos y no hacía falta ser un experto para quitar todas las hierbas que en el caso de quedarse se multiplicaban y, además, en el trasplante trasladábamos esas malas hierbas al sitio donde iba la planta y algunas veces transportabas  hierbas a sitios donde antes no existía esa clase plantas extrañas. 
Una vez nacida la plantera, cuyo período de crecimiento estaba alrededor de un mes, en función de la temperatura, la densidad de planta nacida y el abonado, le dábamos un par de repasos a la "castañuela" y  la "cola" cuyos nombres técnicos es innecesario que repitamos.


Sembrando planteras con dos alimentadores.

Este era otro trabajo, poco agradable, como todos aquellos en los que tenías que caminar por el barro, atascándote y cargado con una espuerta de arroz o de abono entre 10 y 20 kg y que normalmente me tocaba a mí  o a mi querido amigo de la infancia Rafael ya que era un trabajo bastante delicado. Había que repartir el arroz de una manera uniforme para que el campo tuviesen la misma densidad de plantas y por tanto tendrían el mismo porte y fortaleza. Si eran pocas, ahijaban mucho y se ponían duras para  arrancarlas, si estaban demasiado espesas se criaban demasiado finas y endebles y eran poco resistentes al embate del viento cuando eran transplantadas. Así que era trabajo de peón experimentado y aunque los primeros años, cuando era un niño, me libraba por estar en el colegio interno, al terminar el bachiller y  dear los estudios era un trabajo del que no me dejaban escapar. 
El arroz antes de sembrarlo, lo teníamos 48 horas sumergido en agua y 24 fuera, escurriendo y dándole tiempo para que germinase de forma regular, metido en el saco y amontonado para que la temperatura fuese homogénea en toda la partida, y cuando lo sembrábamos el arroz tenía ya el pullón fuera de la cáscara y había nacido  todo por igual.
Recuerdo un Jueves Santo que teníamos que sembrar una plantera que tendría tres cuartos de ha. Aquel día estábamos mi concuñado Manolo y yo. Había llovido el día anterior con lo que todo el terreno seco que teníamos que pisar estaba embarrado y resbaladizo. 
Cargamos pues, el arroz en el carro plano, unos mil doscientos kg., en sacos de treinta y cinco kg. de peso en seco,  más o menos, que mojado se acercaban a los cincuenta y los repartimos a todo lo largo del almorrón que tenía más de trescientos metros de largo. Pero el problema no era eso sólo, sino que para llegar al almorrón, teníamos que atravesar toda la fila, arada y llena de terrones. Como había llovido y no podíamos entrar con el carro por dentro de la tabla para acercarnos al sitio de descarga tuvimos que cargar los sacos y atravesar los ciento cincuenta metros, patinado hacia los lados con los cincuenta kg. al hombro y luego distribuirlos en todo el tramo de los trescientos metros. Una delicia, menos mal que le sudor del esfuerzo quedaba compensado con la fina y fría lluvia que cayó durante toda la mañana. Y había que sembrar aquel arroz germinado, ya que esperar a otro día, significaba que las raíces de los granos germinados se entrelazaban unas con otras y formaban una pelota difícil de desentrañar y sólo a base de ir rompiendo raíces se podía llevar a cabo ese desenmarañado. 
Manolo hacía de alimentador, es decir me llenaba la espuerta con unos diez kg. de arroz con los que yo tenía que ir y volver  manteniendo una perfecta línea recta, como se ve la foto,  distribuyendo regularmente la semilla en el campo con la misma densidad por m2 y a una anchura de aproximadamente un metro. En el caso de la foto como la parcela es más ancha el alimentador llenaba la espuerta en cada uno de los lados de la parcela.
Terminamos muy tarde, pero antes de comer, ya que una vez mojados lo mejor era terminar el trabajo y darnos una ducha calentita para recuperar calorías. 
Aquella noche, para rematar la faena mi madre y mi novia consiguieron que las llevara a ver “la madrugá” con lo que el día había terminado "completito". Imagino que el Viernes Santo, mi padre me dejaría descansar, porque durante las campañas de siembra, planta, siega y trilla no había domingos ni fiestas que guardar. Lo único que importaba guardar era la cosecha y ese el objetivo primordial y prioritario.


Tirando sulfato amónico al arroz después de plantado.. El niño del sombrero de paja es el que cuenta esta historia con doce o trece años que tiraba abono a la par de los peones.. El de detrás, con la mascota, es mi padre

A las planteras solíamos tirarle abono dos  veces durante el período de crecimiento y una vez más, en cantidad importante, antes de su arranque, pues sabíamos que tirando una gran cantidad de sulfato amónico, la planta del arroz cambiaba las raíces por lo que durante los días siguientes a la última aplicación,  era mucho más fácil de arrancar. 
Pero en el caso de la foto estábamos preparados para tirar abono de cobertera unos cuarenta días tras la planta, cuando se daba una pequeña seca para matar las algas y el limo y "sanear" el terreno, que en algunos casos no se había secado suficientemente y la materia orgánica producía putrefacción. Y pienso que era de cobertera, en primer lugar porque estamos cuatro con la espuerta al cuello, cuando para tirar abono a las planteras con uno o dos era suficiente y en segundo lugar porque los que nos alimentan está con la pala en las manos para llenar las espuertas y eso era debido a que el sulfato amónico se apelmazaba al poco tiempo de estar almacenado. Durante las planteras el abono tenía la textura de la sal común, cuando está suelta, y se alimentaba directo desde los sacos. En cambio cuando pasaban un par de meses se apelmazaba quedando los sacos hechos una pieza que para vaciarlos antes había que apalear para que se rompiese el enorme terrón y saliese del envase. Una vez fuera del saco, teníamos que triturarlo a palazos e incluso cribarlo para que no quedasen terrones medianos, que matarían la planta que le cayese a la vera. Una vez triturado y desmenuzado se llenaban las espuertas, con más de 15 kg y con ese abono teníamos que llegar de lado a lado de la fila que solían tener 150 metros de anchura.
Este era uno de los trabajos duro por excelencia. Atravesar el campo andando a buen paso, sin parar, y atascado unos 20 ó 25 cts es muy pesado, pero cuando a esto le añades una espuerta con 15 y a veces con 20 kg colgada del cuello y das una y otra vuelta durante tres o cuatro horas se convierte en un trabajo más de animal que de persona.


Trineo para abonar antes de la planta. Mi concuñado ,Manuel Martinez Altea, y  yo

Aquí estoy con mi concuñado Manolo  preparado para tirar abono de pie pocos días antes de realizar el trasplante. A alguien, que como yo había pasado muchas fatiguitas tirando abono con la espuerta colgada al cuello se le ocurrió que había que cambiar el sistema de la incorporación del nitrógeno en el suelo de forma más humanitaria para los aplicadores. Colocó un cajón encima de un trineo, en este caso es de camella pero era igual el otro modelo, y desde allí aplicábamos la mayor parte del nitrógeno necesario para el arrozal. Si no recuerdo mal, a primeros de los sesenta estábamos aplicando entre 700 y 1.000 kg/ha de Sulfato amónico del 21%  y unos 500 kg/ha de superfosfato de cal en años alternativos.
Después de la aparición de los primeros tractores Ebro la modernización del sector fue paulatina pero constante. Antes había unos pocos tractores "Saca" propiedad de las grandes empresas y utilizados especialmente para fanguear y transporte con la carriola. El Ebro, en cambio, es un tractor que empezamos a comprar todos los colonos con suficiente potencial económico, para aquella pequeña inversión. Con él empezaron a cambiar radicalmente todos los trabajos humanizándolos en su mayor parte, al erradicar faenas pesadas, como la incorporación del abono con la espuerta colgada del cuello, meses de ara con los caballos, las escardas previas al trasplante y las arduas tareas de desterronar con los aperos de tracción animal. 
Al tener el tractor con las ruedas de fangueo, que veremos en fotos `posteriores, podíamos incorporar rápidamente el abono en el suelo y aunque era, el sulfato amónico, de rápida degradación, podíamos aplicar la mayor parte en la base y sólo un tercio o menos en cobertera.
Así que en la foto estamos tirando unos 500 kg/ha de S.A. 21% y probablemente un segundo pase con otros 500 kg de superfosfato de cal. Inmediatamente detrás del abonado, -un día o dos antes de la planta-, entraba el tractor con las ruedas de fangueo y batía la tierra incorporando el abono y enterrando todas las hierbas que habían nacido. 
Este trabajo de abonado lo hacíamos por la tarde, cuando se levanta la marea, -aire proveniente del mar que refresca de los tremendos calores del estío-. Lo más agradable que recuerdo de aquellas tardes de abono, a primeros de los sesenta, pues mi madre todavía vivía en la casita de la parcela, era cuando la veíamos aperecer por la carreterita, allá las seis de la tarde con una bandeja de "rosquitas con huevo" y un termo con cola cao. Las rosquitas con huevo son una especie de torrijas, rebanadas de pan duro sumergidas en leche, después rebozadas con huevo y fritas a continuación, que calentitas y rebozadas con azúcar son una auténtica delicia y muy nutritivas.


Repasando veras y partes mal labradas.

Uno de los mayores problemas con los que nos enfrentábamos en aquella época era la exterminación de las gramíneas, especialmente la grama común que era una constante en los almorrones y en los canales de riego, por lo que al cortarla los guadañeros, se extendía por toda la parcela, ya que basta un solo trozo de tallo de 5 centímetros  que tenga un nudo, para que agarre y produzca una mata que en el caso de que se escape de las diversas escardas puede llegar a ocupar varios metros cuadrados de superficie, ahogando las plantas de arroz que allí estaban y aún cundo la viéramos era tan difícil de erradicar, que la mayoría de los escardadores quitaban las partes aéreas pero quedaban raíces y trocitos de tallo que a los pocos días habían reproducido toda la extensión de aquella "mancha de grama"
En las veras de carreteras y almorrones el problema se agravaba porque  estaban completamente infectados de grama y una vez terminada el ara volvía a crecer y extenderse hacia el interior y otras muchas que quedaban vivas en las levas del arado,  que entonces no podíamos desmenuzar correctamente y mantenían la humedad interna y la planta viva, hasta que volvía la inundación y rebrotaba del interior de los terrones con gran fuerza y mucha dificultadad para erradicarla..


Foto de Marieta Gomez. Ahora sé que quien conduce el tractor era su padre.

Este tractor que creo que era de una finca del Metálico, fue de los primeros tractores modernos, tras los Saca, que pasaron por la carretera del Toruño. Años antes de tener tractor nosotros y viviendo en el campo, este tractor solía pasar a la caída de la tarde en dirección al Puntal para regresar del pueblo ya bien entrada la noche. Por lo menos, casi siempre,  la vuelta, la escuchaba una vez acostado.
En invierno nos trituraba el camino de tierra dejándolo intransitables para caminar por él. Las mujeres, que como mi madre, vivían a lo largo de este camino,. cuando tenían que ir al Puntal a por comida o ropas, tenían que ponerse descalzas y atravesar este camino para ir caminando por el muro del canal de riego, que al estar elevado y sin tránsito, se secaba muy pronto permitiendo llegar al pueblo,, aunque fuera dando un pequeño rodeo. También por allí había que caminar descalzo o con botas pues las sendas de rodadura tenían profundos baches que se llenaban de agua con las lluvias y había que mojarse para atravesarlos.


Mi invento. Las orugas de la cosechadora al tractor, montadas por Lama.

 Yo creía recordar que las primeras que se montamos en un tractor fueron las de mi Fhar Deuz 66 en nuestro Ebro Súper 55. Pero hace unos días le pregunté a Lara, -el mecánico que monto éstas orugas y las de Olivares y recordó que las primeras que había montado fueron las otras. No tiene nada de extraño que se nos ocurriera a los dos o que yo escuchase la idea y automáticamente pusiera en marcha el montaje de las mías ya que las orugas de mi cosechadora, al ser más pequeñas de que las de la  Clayson 103 parecían hechas a medida para el Súper Ebro. Realmente poco importa a quién se le ocurrió aquella idea, de aprovechamiento muy limitado en el tiempo, pues  la necesidad hacía que inventáramos cosas que poco aprovechamiento le sacábamos o que ya otros habían inventado y  olvidado.
Entre la labor de  ara con las caballerías y el sistema moderno de no arar, sino cultivar dos o tres veces, probamos muchos inventos. Recuerdo una ruedas Italianas, con arado fijos que nos permitían entrar a arar en cuanto la tierra tenía la consistencia necesaria para que la reja le diese la vuelta.  Poco más tarde  probé con dos tractores, en tándem,  unidos mediante una barra fija de unos cuatro metros, y uno de ellos con medias ruedas de gavia para tener más base y más agarre en los lugares tiernos que, con el mismo arado, permitía entrar a labrar una semana antes que pudiera hacerlo un tractor solo. Montamos las orugas y pudimos quitar uno de los tractores para continuar entrando en el terreno antes que las hierbas de invierno se pusieran muy altas e impidiesen que le terreno se secase rápidamente. Aquellos inventos se hicieron para poder adelantar las faenas de arada y nos permitía entrar en la tierra a labrar unos días antes. Después la tierra quedaba apelmazada y era más difícil de destrozar los terrones, pues la tierra, todavía hecha barro, al secarse se endurecía como lo hace la arcilla al calentarse que con un buen horno haremos ladrillos.
Con aquel ara en barro tierno no hacíamos ladrillos pero se endurecía de tal manera que para romperla  y desmenuzarla tardábamos igual que si hubiésemos esperado para arar en seco, además de consumir más ruedas y gas-oil, en el ara con tierra húmeda.
A finales de los setenta y primeros de los ochenta sustituimos el arado fijo, por los pesados arados reversibles, que requerían unos tractores de mayor potencia y un terreno seco que soportase bien el peso del conjunto.
Aquellos preciosos arados quedaron pronto de adorno en los secaderos de las fincas, sustituidos por el cultivador de muelles, que es el sustituto de nuestro cultivador, rompe-terrones, pero cuyo sistema de brazos flexibles con muelles de retorno, permite ir cultivando el terreno, levantando toda la tierra ya en el primer pase, si se espera a que la tierra esté en el momento oportuno para levantarla.




Rastrilla y rulo caseros.

Muy poco tiempo después de aplicar el abonado de fondo con el trineo pasamos a su aplicación con la abonadora centrífuga colgada en los brazos del tractor, con las ruedas de fangueo montadas, puesto que lo tirábamos justo antes de la plantación,  y enganchada a la toma de fuerza.
Con la aparición de la Urea del 48% de nitrógeno esta labor se mejoró enormemente ya que la mayor persistencia en la tierra y por lo tanto la mejor dosificación de la liberación de nitrógewno para la planta nos permitió tirar menos kg, - entre 300 y 400 kg/ha-, aplicándolos en seco, previo a la inundación e incorporándolos al terreno mediante el apero que se ve enganchado en el tractor que se construía soldando unas cabillas corrugadas muy fuertes a una estructura que normalmente estaba dividida en tres partes para tener unos seis metros de anchura de trabajo y menos de tres en el desplazamiento por carretera.
Detrás de la rastra de enterrar el abono, empezamos a colocar unos rulos que apisonaban el terreno a la par que lo uniformaban y tapaban los pequeños huecos que podían quedar entre terrones. este es un sistema obligado para la siembra directa en la que entraremos de lleno en el próximo capítulo.


Niveladora de camella, de Arnedo

Esta niveladora-aplanadora, fabricado por Arnedo, previo a la entrada del láser, era una copia modernizada y acomodada a las necesidades del momento de la niveladora usada por las primeras compañías de colonización que la usaban especialmente para nivelar los caminos de tierras o de grava.
Simplemente aplana la superficie situada entre el eje trasero y las ruedas del tractor y si el cerro es alargado lo único que hará es alisar las cuesta arriba y abajo y descabezar la cúspide. La cuchilla central con las dos ruedas estabilizadoras laterales, se nivela con el eje trasero y ruedas del tractor situados todos ellos sobre una superficie plana. Cuando entra en el campo, descabeza los pequeños cerros entre ejes y arrastra la tierra hasta que encuentre un hoyo, también entre ejes.
Este es un buen aparato para pasarlo al terreno el siguiente año de haberlo nivelado con láser, pues arreglará las pequeñas alteraciones producidas por los trabajos de preparación de tierra y especialmente los pequeños desperfectos causados por las cosechadoras cuando descargan en el mismo lugar reiteradas veces.

                                            Mi padre con el láser de Argocasa diseñado por mi y fabricado por Arnedo.


También a mediados de los ochenta aparecen las primeras niveladoras. Por esos años, Arnedo me propone asociarnos y crear una empresa para fabricar todos los nuevos aperos que el sector estaba demandando. Creamos Argocasa (Arnedo Gonzalez Construcciones Agrícolas S.A.) que técnicamente no fue mal, pues Arnedo es una persona lista y muy habilidosa, pero comercialmente era un desastre. Tuve que retirarme porque era imposible cobrar todo lo que se vendía. Mucho dinero se quedó sin cobrar y aunque él continuo con la empresa unos años más, tampoco tuvo posibilidad de mantenerla. Eran malos momentos para el arroz, con las sequías azotando en años alternativos y los maquileros, principales clientes de Argocasa, tenían problemas de subsistir y nosotros jamás aplicamos la norma que un buen comerciante no debe dudar, que es cobrar por la vía legal, cuando la otra no funciona.
Pues aproveché aquella oportunidad para diseñar mi propio láser, que vemos en la foto, y que Arnedo fabricó. Era para un John Deere 3130, que si no recuerdo mal tenía unos 90 cv., y le construimos una pala de cuatro metros de anchura, con dos alas plegables de 75 cts lo que dejaba una anchura de 2.50 para transporte por carretera. El diseño era muy sencillo y estable y todavía hoy, que lo han ampliado un metro para un tractor de mayor potencia, sigue siendo un apero al que quedan muchos años de vida.
Sin lugar a dudas la niveladora láser es el apero más rentable que se ha construido para el arrozal y para todos aquellos cultivos en los que intervenga directamente el nivel de agua en su nacencia. Aún siendo el apero que más dinero cuesta, por hora trabajada, su mejora en el control de las malas hierbas y la igualdad del nacimiento de las pequeñas plantas es tan ventajoso, que no se pueden conseguir los enormes rendimientos por ha  y la uniformidad anual de las producciones sin contar con una nivelación tan perfecta.
Este aparato es el elemento fundamental que unido al cultivo industrial  pero con un seguimiento pormenorizado de las parcelas, el clima excepcional del que disfrutamos, el mantenimiento de campos libres de arroces bastardos, controlados de malas hierbas, los trabajos realizados  correctamente y en su momento y las semillas selectas utilizadas por el agricultor sevillano, lleva a situar nuestro arrozal  entre  las zonas de más alta producción del mundo.


Pala trasera para construir almorrones, limpiar canales, veras, etc.

Esta pala multiusos ya la teníamos en la época de transición de los ´70, pero con la diferencia que en lugar de tener dos pistones hidráulicos que regulan el ángulo de inclinación, respecto a la horizontal del eje del tractor y el otro que nos dará en ángulo necesario respecto a la estructura central del apero para determinar la cantidad de tierra a arrimar. Aquí vemos la pala situada para que el tractor, marcha atrás, pueda arrastra tierra en esa dirección para terminar los finales de los almorrones donde no puede finalizar la tarea correctamente en la marcha normal del trabajo que es hacia adelante.
Con este sencillo apero hacemos a reparamos los almorrones que nos sirven para mantener los niveles de las parcelas. Permite limpiar los laterales de los caminos y repasar los pequeños canales de riego o desagüe, que normalmente han desaparecido en el interior de las parcelas, pero sí es muy corriente utilizarlo para hacer una pequeña filtración junta al canal de riego que servirá para desaguar el agua que filtre a través del muro y, una vez regando se usa, para canalizar hacia los lados el agua que entra por la válvula y que si soltamos directa al campo producirá daños en las primeras plantas que encuentre.


Tercer pase de cultivo (cultivador de muelles) eliminado el ara.

Aunque ya teníamos en los ´70 este cultivador de muelles, lo usábamos para romper los terrones que dejaba el arado y personalmente no le encontré nunca ventaja sobre nuestros cultivadores fijos de uso común. Realmente su importancia viene al cambiar de modelo de preparación de la tierra. abandonando el arado, que tenía sus ventajas sobre el método actual, ya que al cortar y voltear se creaban dos efectos beneficiosos que con el cultivador no se consiguen. el primero es crear un suelo de profundidad determinada y homogénea y el segundo es que ineludiblemente la tierra se meteoriza en su totalidad al ser volteada y luego triturada y desmenuzada.
En cambio con los modernos cultivadores bastará con dos buenas pasadas para tener labor suficiente para sembrar y eso es realmente lo importante aunque cuando entremos andando por el barro los pies se deslicen lateralmente, resbalando desde la cúspide hasta el valle producido por la cuchilla del cultivador.
Pero no hay vuelta atrás, el ahorro en gas-oíl y gomas es importante y también la mayor rapidez en terminar con las labores de preparación para poder aplicar el abono, enterrarlo y pasar el láser.


Autocarga de 1.000 kg de abono. Urea 48%

Si recordamos las penurias que pasábamos para aplicar el abono, antes y después de la plantación y la reducción total del esfuerzo físico la diferencia no es ni comparable. Aquí vemos a mi sobrino-nieto Ale, soltando la saca de mil kg cuyo contacto con ella se limita a soltar en nudo inferior para que el abono caiga por su peso a la abonadora, que en este caso es una abonadora de doble plato con una carga potencial de 2.000 kg. Con ella aplicará, el abono necesario para toda la cosecha, de unas 5 a 7 has.
El tractor lleva acoplado en la parte delantera un equipo de GPS, -similar al de cualquier aparato de posicionamiento goblal que descansa sobre la tecnología de los tres satélites que indica su posición exacta, mediante triangulación, con muy pocos cts de diferencia-. Conocido el peso del abono y la cantidad que se desea aplicar, el GPS,  te irá indicando la anchura que debe guardar el tractor entre lineas que debe ser comparada con la cobertura lineal del alcance de los dos platos para evitar lugares con doble aportación y otros con menor cantidad. Una vez  calculados estos datos en una hora tirará el abono que cuatro hombres, medio reventados, no lográbamos tirar en todo el día y además con precisión milimétrica.



Tras una pequeña lluvia, levantando y secando el terreno.

En este caso vemos que el tractor está repasando de cultivador una superficie que se ve perfectamente preparada ya para inundar o pasar el láser. En este caso concreto las lluvias de unos días antes había mojado la tierra varios centímetros de profundidad y había que volver a levantar el terreno para que secase.
Por razones que no tengo muy claras, pero que la experiencia nos ha enseñado, no se debe inundar la parcela y sembrar si previamente el terreno no está totalmente seco. Por esa razón se está cultivando un terreno ya preparado y posteriormente se volverá a pasar la rastrilla y el rulo y se inundará.


Equipo láser de traílla y cuchilla de arrastre y nivelación

Este es un equipo que causará admiración a cualquier agricultor que ame la tecnología y sea amante de los trabajos bien realizados.  En el centro de esta parcela, que tendrá unas diez has está colocado el emisor de rayos láser. Es un aparato, emisor de rayos, montado sobre un trípode de unos tres metros de altura, que emite un rayo totalmente horizontal y que gira a varias vueltas por minuto, con un alcance variable, pero que no debe ser superior a los 500 m, para no interferir en los posible aparatos del mismo sistema que trabajan en las cercanías.
Una vez montado el emisor, el tractor,  mediante pases paralelos en toda la superficie de la parcela y mediante el concurso de un ordenador de abordo, obtiene  el promedio de altura de toda la parcela y ya el automatismo de la máquina hará que la trailla y la pala  carguen tierra en los lugares que estén por encima del promedio y que la descarguen en los que están por debajo de  dicho promedio.
En parcelas grandes como esta, hablando de nivelar a cota cero, delante de la cuchilla puede llevar una trailla, que gobernada por el ordenador y el láser cargará y descargará la tierra en función de las necesidades.
Lo más normal es que la pala del láser vaya sola, pues ya es mucho tiro para un tractor de mediana potencia y que cuando llega al lugar donde sobra mucha tierra deja montones que más tarde otros tractores con traillas cargarán y transportaran al lugar indicado como más bajo.

Repaso de nivelado-refinado.

Cuando el movimiento de tierra es importante, como en el caso que hemos visto anteriormente, con trailla y pala, una vez terminado el trabajo "basto" de transporte de tierra es necesario volver a repetir la operación desde el principio pasando la pala por toda la superficie de forma que allane los pequeños rebordes que habrán quedado de la trailla y la pala supercargada.
Lo más corriente es que, actualmente, pasemos sólo con la pala pues la mayoría de las parcelas llevan varios años con la nivelación láser y basta con un repaso ligero, que allane los pequeños desperfectos causados pos las labores, para dejar una superficie totalmente horizontal, donde ves entrar el agua de forma homogénea y que cuando nace el arroz a los ocho o diez días, si el tiempo es bueno, se verá despuntar todo por igual.   Esas imágenes  las veremos  en el próximo capítulo.


Grada y rulo para enterrar abono de Argocasa.


Esta es la última labor que se debe realizar previo a la inundación. Ya estará la tierra suficientemente desmenuzada y seca, nivelada y repasada con el láser, sólo falta incorporar el abono, previamente aportado, con la rastrilla de pinchos y por último terminar de romper algún terrón grande con el rulo y asentar bien todo el terreno para que al entrar el agua y sembrar, la posible tierra que se desmorona al inundar, no tape ningún grano de arroz, pues dificultaría su nacimiento.

3 comentarios:

  1. Hola Pepe,

    Me han encantado las fotografías que publicas en esta entrada. Estoy muy interesada en algunas de ellas.

    Mi nombre es María Carrasco López y estoy realizando una selección fotográfica para un proyecto historiográfico-museográfico en Puerto Lumbreras (Murcia, España). Estoy buscando incluir en una exposición fotografías como estas en el proyecto que llevamos a cabo. Si te interesa puedo contarte más.

    Te dejo mi numero de contacto para que hablemos sobre algunas de tus fotografías:
    María 608415965. O si lo prefieres mi correo: mariacarrasco@patrimoniointeligente.com

    Un saludo y gracias!!

    María.

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  2. a un que algunos de los momentos que narras solo los conozco por lo que mi padre me contaba otros los e vivido nací en el 65 vivíamos en los olivillos recuerdo vagamente las maquinas haciendo la corta del rió de allí nos fuimos a los pobres don de mi padre a estado toda su vida de encargado de la finca de francisco garcía fox y ahora sigue mi hermano .
    se me a empañado los ojos cuando e visto las fotografías de las niveladoras la de horas que e echado con ellas la que tenia antonino llano campos que en la actualidad esta en los pobres en la finca que lleva mi hermano y sobre todo por que hace unos días le hemos dado el ultimo adiós a uno de los que trabajando para argocasas estuvo haciendo esas nivela dora jose maria carreño
    bueno un saludo y gracias por dejar la historia escrita

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  3. a un que algunos de los momentos que narras solo los conozco por lo que mi padre me contaba otros los e vivido nací en el 65 vivíamos en los olivillos recuerdo vagamente las maquinas haciendo la corta del rió de allí nos fuimos a los pobres don de mi padre a estado toda su vida de encargado de la finca de francisco garcía fox y ahora sigue mi hermano .
    se me a empañado los ojos cuando e visto las fotografías de las niveladoras la de horas que e echado con ellas la que tenia antonino llano campos que en la actualidad esta en los pobres en la finca que lleva mi hermano y sobre todo por que hace unos días le hemos dado el ultimo adiós a uno de los que trabajando para argocasas estuvo haciendo esas nivela dora jose maria carreño
    bueno un saludo y gracias por dejar la historia escrita

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