lunes, 16 de julio de 2012

PROYECTO ARROCERO EN PARAGUAY. 1. Primer viaje


PROYECTO ARROCERO EN PARAGUAY. 1. Primer viaje

Jardín Casa Directorio.
Finales de octubre de 1992. 500 años del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Yo tenía la impresión que también iba a descubrir “mi américa” en aquella tierra prometida para los europeos desde hace 500 años y que desde entonces, unas veces más y otras menos, siempre han contado con una migración continua auspiciada por múltiples factores. Desde las primeras migraciones, por motivos generalmente admitidos, como la Conquista, la salvación de las almas de los indios y sobre todo la captura de las inmensas riquezas  que poseían las civilizaciones indígenas descubiertas, les siguieron 80.000.000 de europeos con la esperanza de mejorar su estado de vida, que en Europa era muy difícil en esa Alta Edad Media, con sus hambrunas y guerras religiosas,- trasladándose allí, tomando a veces opciones heroicas, pues las travesías en aquellas naos de madera no eran una cuestión menor y doblar el Cabo de Hornos con aquellas cáscaras de nuez era una proeza que no todos los que lo intentaron lo pudieron contar,- y finalmente las huidas forzadas por las consecuencias de las guerras o las presiones de las deudas.  
Este primer viaje mío no lo podría encasillar en ninguna de esas opciones porque era un simple viaje de inspección para ver el lugar, sus gentes y el resto de condiciones necesarias para desarrollar en el Chaco un proyecto de arroz enviando allí a unos agricultores, amigos o conocidos de Isla Mayor, que se involucraran de lleno en el mismo. La idea del proyecto había nacido de la charla amistosa y casual entre D. Pedro Beca y D. Hernando Campos. Se habían conocido en el Ritz de Madrid y en su conversación salió, en algún momento, la enorme finca que tenía la empresa Carlos Casado en el Chaco paraguayo, lugar con tierra, clima y agua para llevar a cabo un proyecto de arroz. Pedro le contó a Hernando que él había finalizado la gran obra iniciada por su padre, -R. Beca-,  en la colonización de las Marismas del Guadalquivir y esa ha sido la razón por la que, -previo a este capítulo-,  hemos realizado el trabajo sobre la biografía de Carlos Casado del Alisal y Rafael Beca Mateos, a fin de situar los próximos acontecimientos que vamos a describir y quiénes fueron sus personajes claves.

Hernando Campos, padre  de María y suegro de Ángel Cavanagh

D. Hernando tiene una participación vital al inicio del proyecto, pues su charla con Beca es la que pone en marcha todo el proceso, pero posteriormente se difumina ya que su implicación está basada en ser el suegro de Ángel Cavanagh Casado del Alisal, uno de los tres directores de la empresa dueña de la tierras y el responsable de llevar a cabo el proyecto dentro de Carlos Casado S.A. Con D. Hernando tuve la suerte de compartir mi viaje a Puerto Casado que podéis ver en el  enlace; LA AVENTURA DEL CHACO 3. A través de la selva. donde nos quedamos tirados en mitad del camino a Puerto Casado y que hemos narrado anteriormente. Era una persona afable, inteligente, que disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida y con el que era muy fácil relacionarse. Después de aquello lo perdí de vista y aunque le preguntaba a María, su hija, por su salud no recuerdo haberlo vuelto a ver. Guardo de él una magnífica impresión.

Pedro Beca Gutierrez

P. Beca había dedicado su vida al proyecto iniciado por su padre de la transformación de las Marismas  del Guadalquivir, tierras inhóspitas y malsanas, en la primera zona arrocera de España. Fue su mano derecha desde el inicio y él llevó hasta el final ese magno proyecto en el que tuvieron una importante misión las cooperativas de acceso a la propiedad: Cooperativa Arrocera del Sur y La Ermita-Cantarita. Por cierto que al final de las transformaciones de la Marisma me tocó liderar la mayor S.A.T (Sociedad Agraria de Transformación) de iniciativa privada de esa época. Transformamos, de secano a regadío, Cantarita con un superficie total de 2.700 has y ahí,- junto con mi querido amigo e ingeniero de la sociedad, Rafael Grau, -que me enseñó todo cuanto sé sobre caudales, velocidades máximas en canales de riego y desagüe y cantidades de agua necesaria en cada caso-, diseñamos su trazado y corregimos todos los fallos que habíamos tenido que sufrir en las infraestructuras de la puesta en riego de los proyectos anteriores. Por ejemplo, carreteras, caminos y canales tienen unas medidas que no habrá que rehacer nunca , -si no se cambia su utilidad- , además los servicios comunes están excluidos de las tierras que compramos los agricultores, al contrario de lo que hacía Beca que nos vendía parte de los canales y caminos con lo que nuestra tierra hoy es inferior en superficie útil a la que compramos y tenemos en escritura.  P. Beca, por su parte, con  ese continuo contacto con las marismas se convirtió en un erudito en historia de la Isla y de las civilizaciones que por aquí pasaron o se asentaron. Tenía un profundo conocimiento de los pueblos, sus costumbres, carácter, religión, interacción con otras culturas y todo lo relacionado con su modo de vida e idiosincrasia. Era fascinante escucharlo hablar de los Tartesios relacionados con los Fenicios, los árabes con los vikingos, los moros con los cristianos, con una fluidez y continuidad entre culturas, religiones y costumbres que, por  lo menos a mí, no me cansaba. Pero también era un hombre controvertido, difícil y muy dado a solucionar sus problemas por la vía jurídica. Al final de su vida, que ya nuestra relación era amistosa, -tras unos enormes encontronazos que nunca se desbordaron-, yo solía decirle: ¿Y hoy con quién vamos a empezar a pleitear?  Mi relación profesional con Pedro se inicia en 1979 con motivo de mi nombramiento como presidente de la cooperativa de la Ermita, que le había comprado una parcela -“El coto los Patos”, sitio que R. Beca y Cía, tenía reservado para agasajar a sus ilustres visitantes aficionados a la cacería,- para transformarla en arrozal y que la compradora, La Cooperativa de la Ermita, no le había pagado los plazos acordados por las dificultades iniciales en el riego y las malas cosechas obtenidas. Por supuesto Beca inició un procedimiento judicial para recuperar las tierras. Con el relevo de los rectores de la cooperativa , donde fui nombrado Presidente de la Cooperativa y de la Comunidad de Regantes de la Ermita, iniciamos una  renegociación de la deuda que se llegó a buen término, con los roces normales en estas situaciones extremas. En una de ellas se equivocó respecto a mi ética personal y aquel buen hombre recibió por teléfono la bronca más grande que yo haya "regalado" a nadie en mi vida y seguro, también, la mayor que él nunca había escuchado. Pero tanto él como yo sabíamos que era merecida por lo que la asumió de un tirón, callado y sin protestar ni añadir nada. A partir de aquel momento y con las posturas definidas con claridad meridiana empezó una amistad de la que no me arrepentí jamás. Tanto confiaba en mí que cuando él realiza una visita Puerto Casado en el 91, para ver la finca y   comprobar las posibilidades del proyecto arrocero, deciden que allí se podía intentar y, antes de iniciarlo,  me busca para pedirme que sea yo la persona que se encargue de buscarle  los agricultores que se podían enviar allí.  Mi respuesta fue inmediata: antes de enviar allí a nadie quería ver el lugar donde iban a vivir, las tierras donde se iba a sembrar el arroz y la empresa con la que se tendrían que relacionar. 
Y aquí empezó mi aventura paraguaya, la experiencia más enriquecedora que tuve jamás. Y eso que he tenido muchas vivencias enormemente valiosas de las que me siento muy satisfecho. 
Para terminar de situaros es necesario hacer una pequeña presentación de la Empresa con la que nos íbamos a relacionar. Carlos Casado S.A. es la empresa creada por aquel gran hombre del que hablamos hace un par de capítulos, Carlos Casado del Alisal, de la que tengo, en este momento,  un folleto en mis manos de presentación en español e inglés de primeros de los ´80 donde nos cuenta sus actividades y  situación patrimonial. El folleto nos muestra una empresa argentina que cotiza en bolsa y que tiene un patrimonio inmobiliario muy superior al millón de hectáreas, el puerto sobre el río, el ferrocarril, con 14 locomotoras, 285 km de railes y una producción de tanino muy inferior a las 2400 tm mensuales de potencialidad productiva. Todavía mantiene, en ese tiempo, 1800 operarios en fábrica, oficinas, repuestos, estancias y 500 hacheros en los obrajes para la obtención del quebracho. Cuentan con 8 Estancias y una hacienda de 60.000 cabezas de ganado y toda la estructura viaria para su explotación, como también el personal técnico administrativo y directivo necesario. En 1992, cuando visitamos por primera vez Puerto Casado la situación era significativamente distinta. No tengo datos, peo sí vista analítica y sentido común. Estos datos que estarían generosamente trasladados a papel con intención de promocionar la empresa, contrastaban con lo que yo puede apreciar. De la superficie, muy superior al millón de has quedaban cerca del millón, aunque en realidad 100.000 has más o menos, en este momento, no eran el quid de la cuestión. Nunca pregunté nada referente a los activos de la empresa por lo que los datos se basan en mi simple observación y no están contrastados. Yo sólo conocí cuatro estancias y no puede ver grandes rebaños de hacienda.
Lo que sí vi fue mucho personal trabajando, más bien vagando, por la empresa. Era bochornoso ver grupos grandes, muy grandes,  de peones que estaban tomando tereré y que cuando nos veían venir doblaban una esquina para no mostrarse descaradamente ociosos, aunque todos sabíamos ya que allí se estaba pagando una paz social. En la primera visita al interior de la fábrica de tanino Ángel Cavanagh me preguntó qué me parecía toda aquellas grandes instalaciones. Sin pararme a reflexionar le dije que aquella fábrica era un dinosaurio y que éstos hacía 60 millones de años que habían desaparecido de la faz de la tierra. Entonces no sabía, todavía, que los japoneses habían inventado un producto sintético que sustituía muy ventajosamente al tanino. Aquella actividad estaba muerta y sin ninguna posibilidad de reactivarse ya que, además, esta extracción de tanino, cortando quebracho y destrozando selva para ello, era perjudicial al medio ambiente, porque la empresa no había tomado la medida de replantar cada uno de los árboles que habían ido talando durante sus cien años de actividad. Tras mi dura aseveración añadí un par de críticas, de buena fe:  Su estructura era como un Estado pequeño, con una enorme burocracia ya viciada por la decadencia, con total ineficacia productiva. Mi segunda crítica constructiva era contra el “paternalismo” de la empresa con sus empleados, lo que me recordaba las relaciones del señorito andaluz con sus peones y su desenlace traumático. Esta situación sólo se arregla pagando un sueldo justo y cada uno que se apañe como le convenga.

Preciosa máquina de vapor con más de cien años. Una pieza de museo que bien podía continuar trabajando algunos siglos más.

En el 92 todavía funcionaba esta enorme máquina de vapor con más de cien años de funcionamiento continuado. Esta enorme polea que aquí se ve trasmitía su fuerza a un enorme eje central que la repartía la energía  al resto de la fábrica a través de un ingenioso sistema de poleas. La electricidad la generaba un enorme motor Caterpillar que atendía las necesidades de la fábrica, las de las casas de los directivos y de forma limitada al resto del pueblo. Este fue el primer pueblo paraguayo, incluida la capital, que tuvo luz eléctrica y agua en las casas. En realidad la luz eléctrica tiene su instalación definitiva con la potencia necesaria en el año 1994, cuando instalan una línea, de Alta Tensión, directa desde Itaipú, la misma que llevaría la electricidad a los menonitas y que costaría la extradición y con ello la cárcel, a nuestro “anfitrión” en la aventura del Chaco,  Wólfram  Weber. 

El piloto, Eugenio Hermosa,Chacho, Federico Fernandez Santos, Eugenio Bertolí, Oscar Ferreiro, Ángel Cavanagh y Pepe Hermano

Una vez situado el lugar sólo falta que lleguemos nosotros, que lo hicimos el 3 de Noviembre pues el día anterior con la lluvia no se podía aterrizar y lo dedicamos a intentar  visitar una zona arrocera cercana a la capital a la que tampoco pudimos llegar. Estas fallidos intentos de desplazamientos en Paraguay son algo habitual a lo que empezamos a acostumbrarnos nada más llegar. En cambio sí pudimos ver un par de “ingenios”, mal llamados molinos arroceros, de pequeñas explotaciones que intentaban aprovechar el valor añadido de  la explotación y que vendían su arroz blanco gracias a la poca exigencia en la calidad obligada allí en aquel momento. Oscar Ferreiro, mi adoptivo padre paraguayo, nos había atendido desde el primer momento y nos había instruido en las cuestiones que más nos interesaban en aquel momento de pre-estudio del proyecto. La poca facilidad de crédito a corto y largo plazo, los altísimos intereses, maquinaria, fertilizantes, pesticidas, el precio del arroz cáscara, del blanco, la inflación, la estabilidad política, relaciones con la administración, facilidad de acceso a los miembros del Gobierno y sus Gabinetes, etc. etc.
El grupo lo formábamos por parte española: D. Federico Fernández Santos, Presidente de la Caja rural de Sevilla que sería el responsable de encontrar la financiación necesaria para todo el proyecto, D. Eugenio Bertolí, Ingeniero Agrícola y director de una gran explotación arrocera en la Margen Izquierda del Guadalquivir, que sería el responsable de infraestructuras y búsqueda de mercado y yo que entonces figuraba como persona responsable de buscar a los agricultores que tendrían que asumir esa transformación y realizar los cultivos. Por parte de la empresa estaba: D. Ángel Cavanagh, uno de los tres directores de CCSA  (Carlos Casado S.A.), D. Eugenio Hermosa, capataz general de todas las estancias, D. Oscar Ferreiro, agrimensor que tenía en su currículo el haber medido la mayor parte de las tierras del Chaco ya que llevaba más de cincuenta años en esos menesteres, como persona clave en todas las mediciones de la empresa desde tiempo inmemorial.

Vista parcial de Casilda. Al fondo las instalaciones de la fábrica de cemento en Vallemí

Por la mañana hicimos una visita a la fábrica de tanino que ya hemos mencionado al inicio y tras la comida salimos en canoa, por el río Paraguay, aguas arriba hasta llegar a la Estancia Casilda de la que ya os he hablado en otro capítulo de Las Aventuras del Chaco  y que era el lugar donde Ángel estimaba que se podía realizar el proyecto. Es un lugar bastante bien situado, junto al rio, frente a un pueblo y con un enorme palmar donde las labores de desmontar y nivelar serían menores que en las partes donde la vegetación es más espesa y los desniveles mucho mayores. Se puede apreciar al fondo la fábrica estatal de cemento, montada por una empresa española y que en aquellos momentos era una de las poquísimas industrias que tenía Paraguay. El pueblecito se llama Vallemí y a pesar de estar peor comunicado, por tierra, que Puerto Casado, tenía la pista de aterrizaje de hormigón por lo que allí se podía contar con cierta seguridad en los programas de viaje.

El encargado de la estancia, indígena Maskoy que cuida el potrero de caballos y que vive allí con la familia. Detrás podéis observar la cabaña, construida de troncos de palmeras, someramente enterrados y amarrados unos junto a otros, sin argamasa ni cierre superior,  por lo que no necesita ventanas para la ventilación. El techo de "tejas de palmera", un tronco cortado por la mitad y vaciado. Si no llueve no se moja.

Allí en la Estancia Casilda estaba viviendo el Maskoy, con su familia,  encargado del cuidado de los caballos de aquel gran potrero donde los tábanos me pagaron la gran paliza. Esta silla de montar que vemos en la foto sería la de Ángel, pero si se fijáis en las demás, -en la próxima fotografía-, no llevan el armazón superior.  Aquí incluyo el pequeño relato de Las Aventuras del Chaco, en coche y a caballo donde cuento las peripecias de este paso a caballo. Las sillas de montar chaqueñas sólo se parecen a las nuestras en que tienen estribos y cincha. Cuentan con una manta para proteger el lomo de la caballería, un saco relleno de paja, lana u otro material muelle, una piel de borrega  y el cubre-todo donde van amarradas las espuelas y la cincha que amarra todo el conjunto donde se apoya el jinete. Como podéis comprobar no tiene pomo donde agarrarte,  -que en el Chaco lo evitan para que en una caída fortuita no reviente al jinete si el caballo rueda sobre él-, ni tiene silla donde colocarte y mantener las piernas cerradas alrededor del cuerpo del animal. Allí vas sentado con las piernas abiertas, como si te sentaras sobre una mesa de comedor, con un cojín debajo y así cuando me bajé del caballo, tras más de dos horas de paseo, tenía agujetas hasta en el cielo de la boca.
Pero aquella no fue la única experiencia dolorosa de la mañana. Aquel enorme palmar, lugar húmedo, con charcos y habilitado como potrero para caballos, era un edén para los tábanos, esas enormes moscas negras, que en la bética romana las llamarían “muscus testicularis” por lo pesadas, reincidentes y por el lugar preferido donde situarse. Pero en realidad los pesados no son los tábanos -a los que les gusta ir de flor en flor “libando el néctar y el polen”-, si no las “tábanas” que son hematófagas, como nuestro queridos mosquitos marismeños o los vampiros chaqueños, pero con una notable diferencia. Mientras mosquitos y vampiros cuando te clavan el aguijón o te lijan la piel para extraer sangre, simultáneamente, inyectan un sedante vasodilatador, mientras que estas “tábanas canallas” en lugar de picar parece que muerden, como los vampiros humanos de la Selva Nagra, que clavan sus colmillos en el cuello. Yo que iba vestido de verano, aunque llevaba manga larga, pensando en los mosquitos, no llevaba botas si no que tenía puestos los zapatos de calle normales con unos calcetines ejecutivos negros, que es como enseñarle el capote rojo a un miura. ¡Qué paliza me dieron!, tenía que llevar los pies delante, en la parte superior de la silla para intentar ahuyentarlas lo más rápido posible.

Preparados para la excursión.

Tanto Federico como Eugenio habían declinado la invitación del paseo a caballo, para ver de cerca el lugar elegido. Ya se consideraban mayores y pesados para ese paseo por lo que al final me quedaba solo en la responsabilidad de dar el visto bueno a esta tierra para la experiencia arrocera. De entrada yo tenía ya una gran reserva sobre la idoneidad del lugar. Estaba en medio de la nada y un proyecto allí tenía que tener la suficiente sinergia para poder generar y mantener los servicios necesarios para que se auto-mantuvieran. Es decir tenía que construirse todo; casas, talleres, repuestos, servicios médicos mínimos y lo más difícil de llevar, las máquinas necesarias, respaldadas por  sus respectivas casas matrices que nos atendieran y el personal  especializado para mantenimiento de las mismas. Aquel proyecto, en aquel lugar, era algo tan difícil de llevar a cabo como la transformación de las Marismas, eso si, con maquinarías y modelos de producción que entonces ni se soñaba con ellos.

Puerto Casado o La Victoria, con la fábrica a la derecha, con su muelle, junto al río

A las 6 de la mañana fui a recoger a Eugenio Hermosa, capataz general de todas la estancias de la empresa, y hombre muy querido en Puerto Casado, que ahora se llamada oficialmente “La Victoria” por la importancia que tuvo durante la Guerra del Chaco y cuya historia  hemos esbozado en la biografía de Carlos Casado del Alisal. Encontré una memoria del este primer viaje y paso mis anotaciones de entonces en letra cursiva.
La visita por el pueblo tenía varios objetivos que cubrir; visitar la parroquia y la Misión de las monjas salesianas ya que una de ellas era sevillana y nos apetecía conocerla y saludarla y de camino estudiar con Hermosa la forma de hacer más agradable la vida en aquel lugar, que era manifiestamente mejorable con muy poca inversión.
La iglesia-escuela, junto con la Casa directorio y la Residencia de las monjas son de los pocos lugares medianamente aceptables de aquel lugar. Las calles son de tierra con grandes charcos que se eternizan y con los canalillos laterales llenos de aguas fecales, pues aunque las casas tiene fosas sépticas, entre lo que se escapa y la gran cantidad de animales que por allí pululan, de día y de noche, las aguas sólo se  mantienen aceptablemente limpias después de una gran lluvia y durante los dos o tres primeros días.  El resto del tiempo el olor es tan fuerte que sólo a los que llevan mucho tiempo allí viviendo, les pasa desapercibido. Era normal encontrar un redil de ganado en mitad de la calle, ocupándola casi en su totalidad, donde el ganado vacuno pernoctaba, aprovechando que en ese lugar una secreción natural del ganado ahuyenta los mosquitos. Le comentaba a Hermosa la posibilidad de bombear esas aguas, ya que no había alcantarillado, pero el pueblo no estaba para ningún tipo de inversiones. La decadencia de la fábrica se trasladaba al resto del entorno multiplicado por diez. Hermosa estaba ilusionado con la reciente llegada de la Democracia y confiaba que los nuevos políticos atenderían mejor las necesidades del pueblo más importante del Chaco. Las casitas, de una sola planta con el jardincito delantero, eran poca más que chozas de ladrillo. Tenían luz eléctrica servida por un generador municipal que se arrancaba al oscurecer y apagaba al amanecer que como es lógico no permitía unos electrodomésticos a nuestro uso y agua corriente (del río) que no era potable sino que para beberla se le hacía previamente un tratamiento químico y se dejaba reposar. Sus gentes son muy amables, en algún caso, casi serviles y no se les nota una sana ambición de prosperar. No hay coches ni bicicletas, sólo burros que se utilizan especialmente para el transporte de madera de quemar para la cocina y una centralita de teléfonos con unos 30 teléfonos, todos relacionados con la fábrica y que para hablar con el exterior había que tener mucha paciencia o desplazarte a la centralita para que te comunicaran con el teléfono solicitado. Al oscurecer encendían una vela para iluminarse en el interior de la oficina de teléfonos, hasta que les parecía poner el generador en marcha y entonces se encendía una triste bombilla de 15 ó 20 vatios, que no te permitía leer un número de teléfono escrito en un papel con letra normal y además también se iluminaba algún trozo de alguna calle. Había tantos animales sueltos por las calles que los pequeños patios delanteros tenían que protegerlos con unas sencillas vallas de madera y alambres cruzados. También me llamó la atención que para llamar a la casa no se entra al jardín y se llama a la puerta sino que se tocan las palmas desde el exterior de la valla. En contrapartida a la gran cantidad de animales domésticos no hay nadie que haga ni una lechuga y toda la fruta y verdura se trae en barco desde la próxima ciudad de Encarnación, varias horas río abajo. Cuando llueve, todo queda "en suspenso". Nadie sale por la calle, los pequeños bares, -que también abundan en casas normales, donde te sirven una litrona  y te la cobran sin compromiso-, tienen que cerrar.  Todo el pueblo pivota alrededor de la fábrica por lo que al visitar la Misión de las Salesianas, la Madre Superiora nos hizo una llamada de socorro para ayudar a ese pueblo que moría de forma inexorable y que sólo podría salvarlo la puesta en marcha de nuevos proyectos como el de langosta, arroz y turismo.
Después del desayuno subimos nuevamente a la barca y bajamos unos kilómetros hasta Puerto Rizo. Es una explotación arrocera que hacía cinco años estaba abandonada y no había nadie allí que pudiera explicarnos  cómo había resultado la experiencia.  Lo que sí era evidente que realizar un proyecto de arroz dejaba las tierras magníficamente preparadas para futuros pastos y ganadería. Para hacer arroz hay que desmontar, canalizar y drenar la superficie, además de realizar un mínimo de caminos para poder retirarlo, lo que deja una estancia ganadera en inmejorables condiciones. Incluso pueden sembrarse pastos de apoyo para las épocas de seca.


Monumento a la Victoria. Casa Directorio y almacenes. Izquierda, al centro, las piletas para las Langostas. Abajo en el río una de las chata que se utilizaban para el transporte fluvial de madera y tanino.
Esta foto sería la continuación, en la parte inferior, de la foto donde vemos Puerto Casado.
Tras la vuelta a la casa Directorio, la comida y la siesta visitamos un lugar cerca de la casa donde se podría realizar una experiencia de 10/20 has para ver cómo se comportaba el arroz en aquellas latitudes y de camino probar algunas variedades para buscar la mejor adaptada. En la parte trasera de la casa puede verse el lugar indicado y junto al claro se notan las enormes diferencias de nivel, pues en el momento de la foto el río está muy alto y ha inundado las partes bajas. De todas formas esa decisión de la experiencia debía de tomarla Casado y por lo tanto ya la comentaríamos el lunes antes de la partida a España de Bertolí y Federico.

La Langosta del Chaco. Única en Sudamérica. Es el cangrejo "cuadricarinatus" procedente de Australia

En la foto anterior a esta podemos ver detrás de la casa en la parte superior  central, las pequeñas piletas donde se había empezado la reproducción de las Langostas, como allí se les llamaba a estos cangrejos de cola larga que procedían de Australia y cuyo nombre es “cuadricarinatus”. Son prácticamente iguales que nuestro cangrejo de las Marismas del Guadalquivir, importado de La Luisiana en 1973 por Rafael Grau (padre) y su socio, pero tienen un mayor porte y unas costumbres algo distintas a los nuestros, ya que no son tan nocivos para las obras de fábrica , en cambio son algo más sabrosos, tiene mayor tamaño y mejor textura, pero su reproducción deja mucho que desear, comparativamente hablando. O tal vez el medio en el que se intenta la experiencia no tiene suficiente superficie para permitir su normal desarrollo. En la primera visita, esta que estamos narrando, vimos cangrejos de cerca de 250 gramos, que nadie  de nosotros se comió, ni tampoco los paraguayos a los que les daba un asco enorme aquellos bichos o cualquier otro crustáceo. Posteriormente, ni aún con las piletas grandes, pudimos ver ninguno de más de 100 gramos. Los encargados buscaban desesperada-mente dónde se habían escondido aquellos ejemplares grandes y no lo entendieron hasta que les expliqué que estos cangrejos son caníbales y que cuando los grandes cambian el caparazón son devorados por los más pequeños. Para solucionar este problemas, ya mucho después, les propuse que pusieran unos "ladrillos de gafa" semi-enterrados en los, muros de tierra, laterales de las piletas para que los cangrejos en fase cambio de caparazón pudiesen esconder su cola. No pude comprobar la validez de mi propuesta ya que me vine antes de saber su resultado.

Las nuevas instalaciones para la cría de la Langosta.

En los próximos años CCSA haría una gran inversión en este capítulo, con nuevas piletas e instalaciones de oxigenado, con la gran balsa de decantación de sedimentos del agua y multiplicación de las“morenitas”, una especie de anguila, que se desarrolla muy poco, 12/15 ctms. y que era un alimento muy apreciado por los cangrejos. El enorme esfuerzo económico realizado por la empresa, con una inversión superior al millón de dólares no fructificó, creo que le faltó el personal cualificado que entendiera de este cangrejo. Por lo menos el italiano que llevaba la dirección mientras yo estuve allí, sabía de cangrejos menos que yo, y yo por mi parte lo único que entiendo de cangrejos es; cómo comerlos, cómo guisarlos y  que para cocerlos hay que tenerlos sumergidos en agua hirviendo 1 minuto por cada 100 gramos. Pero la experiencia, que ya ampliaremos en otra ocasión, no obtuvo el resultado esperado y cuando se vendió toda esta enorme finca que linda con el río,- unas 500.000 has-, a los Moon, éstos terminaron con todas las experiencias que se habían puesto en marcha, tanto el arroz como la langosta y en cuanto al posible proyecto de turismo, que hubiesen podido promover mucho mejor que Casado, los habitantes del pueblo les impidieron cualquier actividad que hubiesen pretendido iniciar.

Tomando un té, tras la reparadora y santa siesta.

Tras la siesta y hasta la hora de partir hacia Asunción, estuvimos estudiando y comentando todas las posibilidades para la realización del proyecto al que yo le encontraba enormes dificultades y no le veía posibilidades de éxito. Pero estaba dispuesto a volver, a partir de lunes, para intentar encontrar un lugar idóneo para la primera experiencia. Tendría que ser un sitio cercano al pueblo para tenerlo controlado con poco esfuerzo económico y además que no tuviese mucho trabajo de preparación para poder realizarlo en la mayor brevedad posible y llegar a tiempo para sembrar en este año, lo que era bastante complicado.

Este es un quebracho centenario, situado junto a la casa, conservado y respetado como árbol simbólico de la empresa. 
Aquí traslado otro pequeño pero ilustrativo retazo de las notas que tomé en aquel primer viaje y que gracias a ellas he podido recordar muchos detalles que de otra manera se hubieran perdido para siempre.
 A las 6.30 fuimos a la pista para ayudar al piloto a arrancar la avioneta. El primer motor lo arrancamos dándole un biberón desde la camioneta Toyota y el otro lo arrancamos ayudándole con una cuerda. Como podéis observar en mitad del Chaco estaba todo automatizado. 
Aquí empezaba mi historia de amor y  odio con los aviones del chaco, especialmente  los públicos,  que eran unos vuelos tan preocupantes que no solías ver en ellos a personas con una situación económica suficiente para permitirse vuelos privados.

Catedral de Asunción, tomada de wik.
Ya en Asunción, el domingo acompañe a Eugenio Hermosa a llevar una carta a un sacerdote de la Catedral y él se quedó a oír misa. Yo, mientras tanto, me daba una vuelta por los alrededores y pude comprobar como cientos de personas del Barrio de la Chacarita, situado junto a la Catedral, pero en la parte baja, lo que sería la playa de la Bahía de Asunción que se inunda regularmente cada año. Desde allí suben a  las calles adyacentes a la Catedral para edificarse tiendas de cartón y latas en todos los alrededores  de la misma y sus necesidades son atendidas gratuitamente por el gobierno, por lo que, evidentemente se ha convertido en un modo de vida para cierta gente durante cierto tiempo.
Al día siguiente estábamos temprano en la oficina de Casado en la capital para hacer un resumen de los acuerdos y poner en marcha los medios necesarios para realizar la experiencia: 
 1º.- Se va a realizar una experiencia de 10/12 has, en una parcela cercana al pueblo que esté cerca de la toma de agua y que no tenga mucho trabajo de nivelación.
2º.- La experiencia se realizará con el sistema de siembra español, con un testigo del sistema paraguayo de cultivo del arroz.
3º,- Sembraremos diez variedades utilizando españolas, paraguayas y brasileñas.
4º.- Dejaré un memorando con todas las instrucciones a Hermosa para que inicie los trabajos y empezaremos la búsqueda de un agricultor español con el que llegar a un acuerdo económico para que realice la experiencia.
5º.- Ángel pide la colaboración de R. Beca y Cía. en las gastos de la experiencia.
6º.- Como no había podido estudiar los datos relativos a la subidas anuales del río acordamos no realizar muro perimetral pero en cambio si sembrar en las fechas en las que normalmente no se inunda.
7º,- Una vez establecidas las tablas de temperatura e inundaciones existe un plazo de tres meses para llevar a cabo las siembras, llegando a la conclusión que en el futuro se establecería  un ciclo rotativo que aproveche mejor  la maquinaria y personal, realizando una sola siembra anual, pero escalonada, en lugar de intentar siembras masivas y repetidas en el mismo año, que allí es posible, como además demostramos en 1995.


Entramos por Villa Florida y llegamos, atravesando fincas particulares, hasta un lugar de la margen derecha situado encima de la letra "y" del nombre de Río Tebicuary mostrado en el mapa. Allí está Sanbaquí, creo que hoy sembrado ya de arroz.

El martes ya no estaban mis compañeros de viaje. Yo había organizado mi viaje con unos días más para aprovechar y visitar algo más de Paraguay y al día siguiente Oscar me llevó a visitar la zona arrocera del Tebicuary. Visitamos la finca de  Carvajal, unas 500 has de el arrozal sembrado junto al río, pero protegido por un muro de algo más de un metro de altura. Aquel año el  agua había subido más de lo ordinario y había rebasado el muro, destrozándolo por dos o tres sitios, con lo que la cosecha se había perdido, pero por un defecto del proyecto y no porque aquellas tierras no fueran aptas para el cultivo. Desde aquel día hasta hoy no he olvidado la enorme pradera plana, el color negro de sus tierras, de su enorme fertilidad, su impermeabilidad, dureza del suelo, carencia total de salinidad y su relativa facilidad de acceso. Tanto trasmití a Oscar mi convencimiento de la bondad de aquellas tierras para arroz, que él que ya tenía allí una Estancia, -Sanbaquí-, terminó, en pocos años, comprando miles de has en aquella zona  cuya rentabilidad inmobiliaria han aprovechado sus hijos. 
La diferencia de estas tierras con lo que habíamos visto del Chaco no tenía comparación:
-Está situada cerca de la civilización, a escasos kms de la capital
-la tierra tiene un color negro que denota la acumulación de materia orgánica a lo largo de muchos siglos de inundaciones regulares.
- Los gastos de nivelación no son comparables con las que vimos en el Chaco. Sólo con lo que vale desmontar allí, aquí quedaría  nivelada. Y con el costo de nivelación de aquellas tierras se realizan sobradamente todas las infraestructuras de cultivo.
-Este era un posible lugar para iniciar un proyecto de arroz en Paraguay.

Me quedaban un par de días libres antes de mi vuelo de vuelta a España, por lo que habíamos decidido utilizarlos para volver a Puerto Casado y fijar, con Hermosa, el lugar donde realizar la experiencia. Pero después de aquella visita a la cuenca del Tebicuary ya era imposible, para mí, continuar pensando en  un proyecto en aquel pueblo tan lejos de la capital, que si bien Asunción no es nada en arroz, Puerto Casado queda 600 km más allá de ninguna parte, por una carretera intransitable la mayor parte del año, o un río aguas arriba, con varios días de viaje. El avión queda muy bien para ir un par de veces al año a visitar la ganadería pero un proyecto agrícola de aquella envergadura requiere de otros medios de comunicación.
Así que en lugar de volver al pueblo decidí quedarme en la oficina y escribir un informe manuscrito sobre las bondades del proyecto. Pedí una libreta de colegial y si no recuerdo mal llené más de media con las ventajas, -muy pocas-, y los muchos inconvenientes que tenía un cultivo de arroz tradicional en aquellas latitudes. Las conclusiones eran irrefutables. Aquel lugar no era competitivo con los costos de realización del proyecto respecto a otros lugares del Paraguay, ni tampoco era competitivo en el coste de cultivo y transporte, tanto de inputs como outpus.



1 comentario:

  1. Omitiste contar tu primera visita al Pabellón de Paraguay.
    Te había enviado el Duque de León y Manjón, Cónsul de Paraguay en Sevilla.
    Charlamos, te dimos material e inocentemente te sugerí "Mi padre tiene experiencia con arroz en Paraguay, conoce bastante de Paraguay y puede darle algunas ideas si le interesa".
    Casi airoso me dijiste "¡No hace farta! Tienen ya contratado el mayor conocedor de la zona para que me acompañe."
    Si me hubieses contado que venías a Casado te hubiese advertido que hablábamos de la misma persona. Papá trabajó con Carlos casado desde 1979 hasta que se vendió la compañía.
    Bueno.. Tú lo puedes contar mejó!

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