martes, 12 de junio de 2012

LA AVENTURA DEL CHACO 3. A través de la selva.

Recorrido de esta aventura. Día 1º desde Asunción a Filadelfia y 2º desde Filadelfia a Puerto Casado

El jueves 28 de septiembre de 1994 llegaba a Asunción el padre de María, D. Hernando Campos, que tenía mucha ilusión por visitar Puerto Casado y conocer la piscifactoría y el proyecto arrocero, pues él había sido la primera persona, relacionada con la empresa, que contactó con Pedro Beca y entre los dos empezaron los planes para realizar en las tierras de Casado un proyecto arrocero que transformase el entorno tal y como el padre de Pedro, -D. Rafael Beca-, había hecho en las Marismas del Guadalquivir y que, como ya veréis, -la mayor parte de este capítulo es la copia de una carta que envié a mi familia contándole la Aventura del Chaco. Por esa razón la cuento en segunda persona del plural-, aquí los estamos intentando nosotros.
El plan del viaje era salir el jueves por la tarde, dormir en Pioneros (410 km de Asunción y carretera alquitranada, La Transchaco) y por la mañana salir a las seis y a las diez llegar a Casado (215km de camino de tierra que hasta la semana anterior estaba bueno). Este camino lo había pasado con Maricarmen la semana anterior, tardando siete horas y media desde Casado a Asunción.
El primer problema surgió con el hospedaje, pues cuando pedimos la reserva encontramos que hacía dos meses que no quedaban habitaciones en 200 km alrededor. Era el día que se iniciaba el rally del Chaco. El rally duró tres días, igual que mi viaje, y de 100 coches llegaron 8, bueno 9, porque nosotros también llegamos, aunque por un camino mucho peor. Esa edición del Rally la ganó Orlando Penner con un Volkswagen Golf. El tema del alojamiento lo arregló Guillermo, pues llamó a un amigo alemán que tiene una finca en el corazón del chaco, 80 km más al Norte del Cruce de los Pioneros y que confirmó que podía darnos hospedaje esa noche y las que quisiéramos. El nombre del cruce de Los Pioneros hace honor a los primeros menonitas que se establecieron en la zona y que fueron allí para vivir aislados del resto del mundo. Pero con el tiempo perdieron ese aislamiento al construirse la Transchaco, la carretera que atraviesa en diagonal todo el Chaco paraguayo, que va desde Asunción hasta Santa Cruz de la Sierra, Bolivia
Mientras en Paraguay todavía se cuenta el mito de que los ancianos Menonitas se enfadaron con el Gobierno Paraguayo cuando se iniciaron las obras de la carretera, ya que su gente joven iba a conocer otras costumbres y religiones haciendo mucho más difícil la transmisión y aceptación ciega de las suyas,  la realidad es que La Ruta Transchaco, fue auspiciada  y construida por ellos  a inicios de los años 1960, con la ayuda económica de Estados Unidos y aún hoy  es el único medio terrestre de comunicación con la Región Oriental, lo que permite asegurar el intercambio de leche, cereales, carne y transformados lácteos, entre el Chaco, la capital y la Región Oriental y desde luego esta vía troncal ha permitido el desarrollo económico de la región Occidental.
He vuelto a subir el  plano, de la parte Sur del Chaco Boreal, para que se situéis con facilidad en la zona. En el momento de la narración, Septiembre de 1994, no existían los desvíos de asfalto, eran caminos de tierra, y en ese lugar del desvío a Loma Plata está situado el Cruce de Pioneros. 



Con el Sr. Weber, primero por la izquierda, y su esposa que nos dieron posada la primera noche.

Cuando llegamos a la Estancia de la familia Weber ya era noche cerrada y allí me llevé una de las sorpresas mayores de mi vida. Con la misma intensidad que reluce un oasis en mitad de un desierto, así relucía aquella estancia en medio del oscuro Chaco, eso si, con un impresionante cielo estelar dada la calidad del aire, nos encontramos aquel oasis de luz, que empezó en el momento que vislumbramos la iluminación exterior de la finca y que nos fue guiando hasta el resplandor del fondo de la piscina, del más puro estilo cinematográfico.
No os podéis imaginar el impacto que me produjo esa estancia cuando entramos en la casa. El comedor, todo de madera, con grandes ventanales de tela metálica debe ser algo mayor que una  casa de tamaño medio. Por un amplio pasillo, con duchas y servicios a la izquierda y ventanales al jardín a la derecha, se iba a una piscina totalmente recubierta de madera noble de suelo a techo, con el fondo de la piscina brillantemente iluminado. Los ventanales que rodeaban tres de las paredes, terminados en arco de medio punto, de tres metros de ancho por más de cuatro de altura, a pesar de tener tela metálica eran una preciosidad. ¡Y yo que creía que era imposible evitar el parecido a las pajareras cuando se utiliza tela metálica! Los dueños, Weber y su esposa tardaron un rato en aparecer pero nos atendieron de maravilla. En un lateral del salón nacen los pasillos que dan a los 5 o 6 dormitorios de invitados, con cuarto de baño, cama de matrimonio, (mas grande que aquella que quería la que compro el piso pequeño ¿os acordáis?) y además tenía un amplio salón con sofá cama y sillones. No vimos la casa del matrimonio en la parte alta de los dormitorios, pero podéis imaginárosla. Todo con aire acondicionado, agua caliente y no exagero, más de mil bombillas encendidas en la casa y alrededores.
Karl Wolfrang Weber, es un alemán que había emigrado al Paraguay tras la caída del Muro de Berlín, pues era gerente de una cooperativa alemana que se dedicaba a la compra y comercialización de leche y derivados que estaba haciendo negocios con los granjeros del otro lado del Muro. Mientras duró la división de las dos Alemanias, Weber, estuvo comprando leche en la Oriental y vendiendo en la Occidental lo que estaba prohibido por Ley. Con la caída del Muro tuvo que abandonar Alemania para evitar ser detenido y fue acusado por una estafa de casi 4 millones de dólares. Probablemente entonces no había tratado de extradición entre ambos países y estuvo habitando en Paraguay libremente  hasta 2003, cuando no sé si había cambiado la Ley, lo que si sé es que habían variado las circunstancias. Weber estaba bajo la protección de Lino Oviedo, eso decían, y había montado todo un imperio económico. Por estas fechas el todo poderoso General había caído en desgracia por mor de los golpes de estado, llevaba tres, y además había que llevar la luz eléctrica a las colonias Meno desde Itaypú y para ello hacía falta un crédito que iban a dar los alemanes si se arreglaba la extradición de Weber. Lo cierto es que según leí en la prensa, estando yo allí, un tarde a la hora de la siesta lo habían detenido en su Estancia, esa en la que nos invitó a dormir, y lo acusaron, además, de poseer armas de fuego en su casa, como si tener varias pistolas y unos cuantos rifles en una estancia en medio del Chaco con más de 50.000 cabezas de ganado, -que les robaban un día si,  un día no y el del medio- , fuera una cosa poco usual. Menos mal que no entraron donde yo vivía que tenía: tres escopetas, diez o doce Winchester de repetición , un Máuser del ejército y dos metralletas. Lo cierto es que ese hombre me pareció una persona muy interesante y no me hubiese importado llegar a tener algún negocio, pues me parecía digno de confianza, aunque a los alemanes no les gustase que le hubiese comprando leche a los comunistas.
A petición de Weber, a primeras horas de la mañana visitamos su ganadería selecta ( más de 50.000 cabezas de ganado de primerísima calidad genética) y a las 8,30 “tal y como yo había pedido” salimos hacia Pioneros con idea de llegar a la hora de comer a Puerto Casado. Su ganadería tiene tal calidad que, todavía hoy, mantiene una feria anual de las más importantes del Paraguay en comercialización de ganado selecto.


Parte de la Colonia Meno y la carretera de salida a Puerto Casado. Nuestra carretera corresponde a la linea de puntos del centro que termina donde acaban las colonias Menno. A partir de allí el camino era una "picada" con un poco de arreglo con la motoniveladora.

En la Carta de arriba os enseño la situación inicial de la primera colonia Menonita en Paraguay, La Colonia Fernheim. se puede observar el perfecto trazado de sus caminos y la situación estratégica en que quedaron sus campos y pueblitos cuando se inicia la Guerra del Chaco. Casi al final del camino que sube desde la Transchaco, -señalada con raya discontinua roja-, y que lógicamente entonces nos existía la carretera, ni siquiera como una picada, se puede ver la situación de Isla Poí, principal Centro Militar paraguayo durante la guerra y cuya ubicación no es una casualidad, ya que el General Estigarribia lo sitúa cerca, muy cerca del frente de batalla, a pocos kilómetros del final de la vía de Casado S.A., principal fuente de aprovisionamiento de material bélico y pertrechos y en el centro de las colonias Meno que se encargarían de suministrar carne, cereales y alimentos perecederos. Y ahora se hace obligatorio explicar quiénes eran los Menonitas y qué hacían allí. 

Los menonitas son un grupo religioso nacido en el siglo XVI en el Norte de Los países Bajos y Alemania junto a los otros grupos Protestantes de Centro Europa, cansados ya, del nepotismo y deterioro de la moral de la Iglesia Católica. Su nombre se debe al fundador, Menno Simons, que era sacerdote Católico y que creó el grupo que pasó a llamarse “Menonitas”. Son pacifistas y se niegan a cumplir con el servicio militar y  esa es la principal razón por las que han tenido que ir emigrando de país en país hasta encontrar lugares de nueva colonización donde a los gobiernos les interesaba que se asentaran colonos, como es el caso paraguayo, donde consiguen un estatus especial, mediante el cual no pagaban impuestos ni cumplen servicios militares y a cambio ellos organizan su propia comunidad independiente económica, social y administrativa, del Gobierno Central. En 1921, los enhlet, -indígenas originarios de la zona ocupada-, habían dado "permiso", según algunos historiadores menonitas, a una delegación de colonos que se internó en el monte chaqueño para inspeccionar las tierras para fundar la colonia Meno (Loma Plata). Después vino el segundo grupo de inmigrantes, para fundar la colonia Fernheim. También a este grupo los enhlet recibieron en forma pacífica. Esto fue el inicio de una larga historia de un nuevo modelo (occidental) de desarrollo en territorio chaqueño y hay que mencionar que los menonitas tienen una deuda histórica con este grupo aborigen. Su llegada al Chaco fue la consecuencia directa de un encuentro entre Carlos Casado del Alisal, -personaje histórico imprescindible para entender la historia de la región y del que también contaré su historia, cuando llegue el momento,- y unos menonitas que venían en el mismo barco, en 1925,  desde Europa a Suramérica y desde allí a Canadá donde ya estaban establecidos. Carlos Casado les vendió tierras en el centro del Chaco Boreal, donde no había nadie establecido y en un lugar que para llegar desde el río, el mismo recorrido que vamos a hacer en este viaje, a través de la selva chaqueña y que tardaron más de un mes con sus carretas y enseres y eso que el ferrocarril de Casado les llevó hasta más de la mitad del camino. Alrededor del cruce de Pioneros han fundado tres pueblos, que podéis situar en el mapa inicial: Loma Plata (3.500 habitantes),  Neuland (3.500) y  Filadelfia (5.000), -centro urbano de la colonia  Fernheim-, y todas son ciudades privadas, sobre propiedades  privadas. El centro administrativo y de servicios de la colonia Meno está en Filadelfia; ciudad de mayoría menonita pero también con presencia de brasileros e indígenas Ayoreos, Chulupi y Lengua. Allí se habla español tanto como alemán. Las colonias meno disponen de una organización civil auto regulada, es decir, ellos se encargan de la educación, servicios sociales, infraestructuras de comunicación, electricidad, agua, etc. y los servicios económicos se apoyan en la creación de cooperativas, a través de las cuales realizan la comercialización de sus productos y la financiación de sus campos. De acuerdo con los principios de este movimiento, los derechos individuales debieron someterse a los intereses de la comunidad. En la actualidad disponen de más de 2.000.000 de hectáreas, compradas la mayor parte a Carlos Casado, S.A. y disponen de la organización agropecuaria, de transformación láctea y de mataderos más importante de Paraguay. La Conferencia Mundial Menonita informó a fines del año 2006 que había en todo el mundo 1.500.000 adultos miembros de las iglesias menonitas. De esos, 30.000 están en Paraguay, la comunidad menonita más numerosa de todos los países de América Latina.
Los Menonitas y La Guerra del Chaco. Los menonitas, que son un grupo que venía huyendo de las guerras, se encontraron de pronto con la  tremenda sorpresa de verse situados, en medio de este conflicto. Las colonias tenían, entonces, alrededor de 4.000 habitantes y sus problemas de adaptación fueron enormes, pues recuerdo la gran cantidad de muertos de primeros de los años treinta, que pude constatar en una visita a sus cementerios, antes de la contienda armada. Fueron, sin embargo, un elemento importante en el desarrollo del conflicto armado ya que los soldados paraguayos encontraron su intendencia alrededor de su Centro Militar más importante con lo que significa eso en un lugar sin comunicaciones, ni comida, ni agua. Los colonos pudieron vender todos los productos que tenían. Batatas, porotos, pan, miel, huevos y otras cosas fueron vendidas al ejército Paraguayo que pagó un buen precio por las provisiones, con el consiguiente beneficio para las colonias. Era el primer dinero que veían desde que estaban en Paraguay, ya  que su economía era de subsistencia y su incomunicación absoluta.  Los paraguayos ganaron esa guerra gracias a su decisión inquebrantable de defender el Chaco,  a su valor indiscutible y su brillante General Estigarribia,  Pero su inferioridad numérica de población y su deficiencia en material bélico, que estaba en relación de tres a uno, tal vez no hubiesen podido superarla sin la facilidad de intendencia que tenían y que pudieron solucionar gracias a los menonitas y a Casado S.A. que puso a su disposición todo su potencial económico y de transporte, con su ferrocarril y sus influencias en el Gobierno Argentino. Lógico era que tanto los Menos, que habían comprado tierras a Casado y éste a su vez al Paraguay, como nación, pusieran a disposición del gobierno paraguayo todo cuanto tenían pues de ganar Bolivia hubiesen tenido que renegociar sus tierras, tanto unos como otros. 
Al llegar a Pioneros, desde la estancia de los Weber, pusimos gasoil y tomamos café, pero cuando intentamos salir hacia el desvío a Loma Plata, a unos 100 metros de carretera buena, había un "atasco" que no os podéis ni imaginar. Ni los coches del rally, a los que iban dando la salida cada cierto tiempo, podían circular por allí tal era el lío de coches, camiones y tractores de la gente que pasó la noche por los alrededores. Al fin, tras una hora de tapón, tomamos el camino de tierra de las colonias menonitas, que nos llevaría al camino recién abierto a Puerto Casado y que no está recogido en esta Carta, pues no existía cuando se publicó. Pasados unos 15 km, la lluvia empezó a arreciar y tras el primer cruce de caminos, donde el coche se negó a girar, pues pisé un poco el freno y siguió derecho, tuve que acelerar para no pasar recto por la cuneta, vimos un supermercado en medio del campo, -el súper de la cooperativa de Fernheim-. Pasamos de largo, mientras nos caía encima una lluvia torrencial, pero a los pocos segundos lo pensé mejor y paré el coche. Di la vuelta y les dije a mis compañeros de viaje que más valía comprar agua y algo de comer, por si acaso teníamos que pasar la noche en medio de la selva con el coche atascado en cualquier cuneta; ¡menos mal!



Hernando, Guillermo, los dos americanos y yo, comiendo el chivito que Carvallo nos había preparado de cena.

Le pusimos la doble tracción a la Montero de Ángel y continuamos viaje. Todavía llevábamos buen ritmo 30-40 km/hora y en otra curva de 90º, nuevamente se negó a girar y salimos a campo abierto, en lugar de parar cambié a segunda y aceleré a fondo saliendo nuevamente a la carretera por medio de aquel trozo de campo arado y encharcado. El coche es una maravilla, era el Montero Tricolor de primeros de los noventa.
A partir de allí la carretera se ponía cada vez más resbaladiza. Era como patinar sobre hielo pero en un camino bombeado. Cuando al coche se le iba la parte trasera hacia un lado tenía que doblar todo el volante en la misma dirección de la marcha y avanzábamos con el coche en diagonal con la carretera, el medio coche trasero en la mitad derecha y el medio delantero por la parte izquierda. La verdad es que me adapté rápidamente al pulso del vehículo e iba disfrutando con el patinaje artístico. El problema podía surgir si en unos de aquellos patinazos se nos iba a la cuneta y ya no podíamos continuar.  En la parte de los menonitas era probable que pasase algún vehículo que nos ayudase a salir de las cunetas, más adelante, esa caída significaba quedar castigados a pasar la noche en medio de la selva. Mientras tanto, acelerando o reteniendo el motor, nunca frenando, girando el volante a derecha e izquierda a velocidad de vértigo yo les gritaba a Juan y Andrés, los dos norte-americanos jóvenes que nos acompañaban ¡La Aventura del Chaco! y todos estábamos contentos y tranquilos.
No paraba de llover. Guillermo, que venía de copiloto, me encendía los cigarrillos y me los colocaba en la boca, pues no podía quitar las manos del volante ni un segundo y según me contó luego, parece que alguna vez tenía dos cigarrillos encendidos a la vez, uno en la boca y el otro en el cenicero. Las cunetas se sonreían esperando atraparnos y la carretera debía estar muerta de risa viendo las eses que hacíamos  constantemente  ¡Pepe, la aventura del Chaco! chillaban los dos norte-americanos que iban detrás. Juan y Andrés los llamábamos en cristiano. En inglés por lo menos sé el nombre de uno, Jonnny, por que tiene el nombre del whisky que me gusta “Johnny Walker, Juan el Caminante” Son dos jóvenes de 21, 22 años que han terminado su carrera y están pasando unos meses en casa de Guillermo para perfeccionar su castellano y aprender algo de “mundología”. Son dos chavales estupendos.


Entrada a la finca de Casado S.A. Al fondo la casita del guarda.


Esta foto tomada el mes anterior, cuando todavía no había llovido ni una gota, marca el límite de las tierras de los Menonitas con la finca de Casado que llega hasta el Río, distante unos 160 km En la casita del fondo vive el guarda, un hombre mayor, muy moreno y fornido que apenas si habla español y lo traigo a colación porque en 1995 presencié una curiosa conversación entre él y Hugo que estaba ese día en la radio de la oficina de Asunción. Aquel día tuvimos un eclipse total de sol que se vio perfectamente en Paraguay. Un eclipse total es algo muy difícil de describir, pero imaginarse a las diez de la mañana que se encienden las farolas de la calle, automáticamente, porque va oscureciendo y la luz que  llega a tus retinas es como la que producen las máquinas soldadoras de arco voltaico.Se siente una sensación extraña con esa luz fantasmagórica, etérea, la verdad, no se cómo definirla pero es muy, muy rara. Este hombre, que vive solo en una casita en medio de la selva, con trampas para cazar pumas y jagüaretes junto a la casa, llamó a la oficina muy preocupado preguntando qué estaba pasando que las gallinas se estaban volviendo a acostar a las diez de la mañana. El no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. No sabía qué era un eclipse ni lo había visto nunca. Por el tono urgente de su voz denotaba que estaba más cerca del pánico que de cualquier otro estado de ánimo. Tras explicarle lo que estaba pasando se tranquilizó, o al menos eso nos contó él.
Sobre la una de la tarde, a 130 km de Casado, ya dentro de los límites de la finca y en medio de un barrizal intransitable, encontramos dos autobuses parados en medio del camino, quedaba como metro y medio entre los autobuses y las cunetas, no podíamos pasar. Desparramados por el campo, cerquita, en la carretera o sentados en los autobuses había unas 100 personas, la mitad mujeres y niños. Nos contaron que iban a una fiesta a Vallemí, -pueblecito a 20 Km de Casado y al otro lado del río Paraguay, aguas arriba-, habían salido de Pioneros a las cuatro de la madrugada y habían llegado hasta allí porque cuando empezó a llover ya habían pasado la parte más resbaladiza. Nos encontrábamos en medio de la selva de monte alto, que hacía muy poco tiempo había estado ardiendo, pues todavía quedaba humo en los grandes árboles cercanos al camino a pesar de la intensas lluvias de la mañana. Aquella parte del camino no se había elevado sobre su nivel natural, exceptuando la tierra extraída de las cunetas que se amontonaba sobre el camino y posteriormente se nivelaba. El barro era extremadamente pegajoso, pues la tierra seca había absorbido la mayor parte de las lluvias caídas, pero éstas, eran todavía insuficientes para que el agua sobrante formara grandes charcos que servían para lavar las ruedas. Llevaban mucho rato empujando a los autobuses, intentando sacarlos de aquella parte baja, pero cada vez les patinaban más las ruedas traseras, porque las delanteras estaban totalmente atoradas por el barro pegado y también las traseras tenían barro desde las gomas hasta la chapa, formando una masa compacta en el interior del guardabarros. Ya no podían continuar empujando ni tenía ningún sentido hacerlo, más adelante estaba igual o peor.
Me pidieron que dejara a mis pasajeros y cargara hasta la próxima estancia a los niños y alguna madre. Me negué pues temía caer a la cuneta y tener que pasar la noche con alguna madre histérica por no tener comida y agua para ella y sus hijos, por lo que no era una opción que contemplase. Llamamos por radio, menos mal que llevábamos un magnífico aparato transmisor-receptor que Angel se había hecho montar, para poder hablar desde allí hasta Argentina y con él solicitamos un helicóptero que llevase alimentos y agua a aquella pobre e inexperta gente (aunque los chóferes no eran tan inexpertos) y les prometí volver si el camino lo permitía. Yo sabía que eso era casi imposible, pues además del camino malo, si volvía no iba a tener gas-oíl para llegar al pueblo.
Empujaron los autobuses hacia la cuneta de la izquierda y pasamos nuestro vehículo entre autobús y canalito aguantando nuestro coche con cuatro o cinco hombres desde el interior de la cuneta derecha y pasamos afeitando al autobús con nuestro retrovisor.  Un par de km. más adelante nos encontramos a tres jóvenes paraguayos que habían salido desde los autobuses para solicitar ayuda. Estaban cansados y hambrientos,  les dimos unas galletas y los hicimos volver al autobús para que pasaran la noche y esperasen la ayuda. Que por cierto no les llegó hasta la tarde del día siguiente, ya que el helicóptero que salió, esa misma tarde, con agua y comida no los pudo encontrar por las nubes bajas. La primera ayuda les vino desde la parte de los menonitas que se habían enterado del problemas a través de radio Vallemí, que había solicitado socorro después de comunicar nosotros con nuestro radio operador de Casado y desde allí había trasladado la urgencia a radio Vallemí. Enterados los Menonitas y viendo que los helicópteros no podían localizar los autobuses prepararon una expedición de socorro y la tarde siguiente fueron siete vehículos todo terreno, llevaron comida y agua y se llevaron mujeres y niños. El resto quedó allí y tuvieron menos suerte, los últimos se los llevaron el lunes en el helicóptero ,tras cuatros días de selva y autobús.
A 18 km de los autobuses, estaba Santa Elisa y allí teníamos techo y gente. Bueno estaba el encargado de cuidar la casa, su esposa y no sé cuántos niños. En esa estancia hay una casa recién habilitada donde alguna vez hemos parado a comer y  ese era nuestro objetivo, pero desde luego no era un punto desde el que se pudiese ayudar a los que quedaban atrás. Antes de llegar a Santa Elisa, encontramos un coche blanco, tipo Orión, turismo con tracción delantera, que llevaba dos muchachos sentados en el capó, sobre los guardabarros de las ruedas delanteras, haciendo peso, otro empujando detrás y el otro al volante. Al que iba detrás no lo reconocería ni la madre que lo parió, tal era la cantidad de barro que llevaba encima. Descalzo y semi desnudo, lloviendo pero, a pesar de ello, sudando la gota gorda. Nos pidieron que los remolcásemos ¡como si eso fuera posible! Bastante teníamos con circular nosotros.  No se trataba de ayudarles a salir de un atasco sino que, de hacerlo, había que remolcarlos hasta el destino final. Hubiésemos reventado la Montero antes de dos kilómetros. Como pudieron apartaron el coche del centro de la carretera. Ni siquiera eso era fácil ¡las ruedas traseras no giraban, iban arrastras, totalmente frenadas, tal era la cantidad de barro en el guardabarros!, nuevamente aguantaron nuestro coche para que no cayera en la cuneta al cruzar con el suyo y continuamos viaje. Por cierto que cuando regresamos, el martes siguiente, todavía no habían podido regresar a Asunción y estaban coche y pasajeros en Campo Verde, donde les habían dado hospedaje y comida. 
Después de la Santa Elisa, a 111 km de Casado, viene la próxima Estancia, a 84 km de Casado, que se llama Campo Verde. Allí hay una casita de material, dos chozas para capataz y "personales" de la estancia y otras chozas cercanas, de indígenas Maskoy, que me quedé con ganas de visitar. Además de los indígenas, viven allí un matrimonio con 5 hijos, el capataz Julio Carvallo casado con una maestra de escuela y otro hombre que tiene su familia en Casado, pues los hijos son pequeños y van al colegio.
Cuando llegamos allí, a las 3,30 de la tarde, nos dijeron que no intentáramos llegar a Casado pues en el km 20, la lluvia había caído tras el arreglo del camino por las maquinas de obras públicas y había un tramo de 3 km imposible para coches ya que la tierra suelta y sin compactar formaba un barrizal que los vehículos ligeros no podían atravesar. De todas maneras, al poco rato, con la lluvia que caía se hizo de noche y bastante cerrada.
Optamos, pues, por pernoctar en la estancia. Al llegar, como comida de medio día, nos habíamos comido casi todo el pan, una lata de sardinas y una especie de mortadela, pero por la noche nos prepararon un cabrito al horno que comimos al más puro estilo chaqueño, aunque debo deciros que teníamos cuchillos y tenedores. ¡Que cena más agradable! El chivito, duro como los pies de un Maskoy, lo tomamos en un ambiente  tan distendido y agradecido que me supo tan bueno como el que tomé años más tarde en un restaurante de Santiago del Estero (chaco argentino) que tenía a gala hacer el mejor cabrito del mundo y tenía razones de peso para defender su predicado.
En la pequeña casita, reservada sólo para los jefes, y que es una habitación de 3 por 3 metros nos pusieron 5 camas, que en realidad eran 4 porque la colcha grande, que completaba el ajuar, tenía que cubrir 2 camas, por lo que aquella noche los niños de Carvallo durmieron en el suelo y se taparon, Dios sabe con qué. Cuando estaban preparando el cuarto vi que pulverizaban insecticida y como me extrañó, pues estábamos en invierno y no había insectos, pregunté porqué. Me dijeron que no era para los mosquitos, era para los vampiros, ya que había muchos por allí y trasmitían la rabia, como se había podido comprobar con algunos animales de la estancia que habían tenido que sacrificar, por lo que tenían que ahuyentarlos. Yo al llegar la hora de dormir, pedí una manta y me acosté en el coche, que considere era mas cómodo y más seguro. Aquella noche dormí poco: entre los vampiros, -que son del tamaño de una paloma torcaz  por lo que no podían entrar en mi coche pues había dejado menos de un centímetro de abertura en el cristal de la ventana-, y los indígenas que sabía que andaban por allí cerca no las tenía todas conmigo, Aunque me habían asegurado que los Maskoy eran muy nobles y los Moros o Totobiegosode, que habían matado a un grupo expedicionario hacía pocos años, estaban muy lejos del lugar. Todavía hoy, estos indígenas que no se quieren integrar en nuestra "civilización", andan libres por el Norte de la selva chaqueña aunque cada día los desmontes para pasturas les dejan menos espacio vital.


Una picada en medio del Chaco y con lluvias intensas.
Esta foto corresponde a una "picada", es decir un camino abierto por la topadora pero que todavía no tiene cunetas ni está elevado con lo que las lluvias lo anegan y los grandes charcos no desaparecen hasta muchos días después. Por suerte nuestro camino ya tenía cunetas aunque en muchos sitios todavía no se había elevado el terreno con lo que el resultado era casi el mismo en las grandes lluvias, como era el caso. Yo recuerdo que en Sevilla las primeras lluvias son en la Feria de Coria, sobre el veinte de Septiembre, pues éstas fueron el 19 del mismo. Nuestro régimen pluviométrico es parecido, la cantidad no. Pues mientras aquí lo normal son 550 mm allí sobrepasan los 1.300 mm y cerca del río pueden llegar a 1.500 l/m2. La semana anterior todavía no habían caído las primeras lluvias importantes por lo que había pasado el camino perfectamente.

Más de cincuenta kilómetros como estos


Esta foto corresponde a otro año y lugar, pero es exactamente igual que lo que nos encontramos al salir de la zona de los Menonitas cuyo caminos están elevados, bombeados y muy cuidados. Como habéis podido ver en el plano de las colonias, su red está perfectamente trazada y conservada, cada vez que llueve, esperan un día o dos a que se seque, que allí es muy rápido, e inmediatamente le pasan una niveladora de tres cuchillas consecutivas, que deja la carretera nuevamente lisa y bombeada, El problema de esas carreteras es que, tras las lluvias, son tan resbaladizas como el hielo y te desplazan inexorablemente el coche hacia las cunetas.
El sábado, me despertaron a las 7, pues yo estaba todavía durmiendo en el coche y empezamos hablar por radio con Casado. Nos seguían aconsejando que esperásemos para salir pues la carretera estaba malísima. A las 8 hablamos con Ángel y me dijo que si no podíamos salir, en cuanto abriera el tiempo nos mandaría un avión a recoger a su suegro, pero este lo que quería era llegar a Casado. Así que volvimos a llamar y pedimos que nos mandasen el tractor de doble tracción de Meseguer con un cable por si nos atascábamos y un bidón de gas-oíl por si acaso se nos terminaba el combustible.
Partimos y aunque había trozos malos, también había algunos km con tierras más arenosa y menos resbaladiza. Recuerdo un par de km que el coche parecía un submarino. Íbamos circulando por dos carriles de 10-20 cm de agua, -como la foto superior-, y esta salía despedida por la velocidad de tal forma que volvía a caer sobre nuestro coche y el barro que venía con ella nos impedía distinguir la carretera. Pero lo malo llego a unos 30 km de la meta. Allí hay una estancia, comprada por unos españoles a los que no conocemos, y que se llama “Estancia Guajö”  
¡Cosa fina el barrizal! Los dos carriles pisados por la rueda de los tractores, puro jabón, a los lados y al centro barro blando. Para empeorar la cosa había pasado otro vehículo haciendo eses y cuando nuestro coche tomaba esos carriles no había forma de controlarlo. Parecía que el coche se negaba a llegar a Puerto Casado y quería volverse a Asunción y por dos veces quedo totalmente cruzado en el camino. Pero todo sin que ni una sola vez se me escapase el control del vehículo, eso sí, corriendo el peligro de quedarnos atrapados en la cuneta. En este momento, con los auxilios pedidos y en camino, no representaba ninguna dificultad, sin embargo, en ocasiones posteriores, he pasado dos noches en medio de la selva chaqueña porque la caída en la cuneta había sido en momentos en los que ya no era posible enviar auxilios, durante ese día. Una vez pensé que iba a necesitar la ayuda de mis viajeros para salir del atolladero, pero no hizo falta, pasamos los dos días de barro sin tener que  bajar ni empujarle al vehículo. Al salir de los km. del barrizal intransitable, nos estaba esperando Chacho con la Toyota, la otra camioneta que teníamos en el pueblo, con el gas-oíl que habíamos pedido y que no nos hizo falta.

Serian las 12 o 12,30 de la mañana cuando llegamos y allí nos esperaban, Pepe y Juan Sorrentino, Antonio Meseguer, Germán Guerra y José Manuel, que habían seguido por radio nuestra peripecia y la de los pobres viajeros que habían quedado en la carretera.  


Y  otros treinta kilómetros como éstos.
Tampoco esta foto pertenece al día y lugar pero es exactamente lo que tuvimos que pasar en toda la parte del camino que estaba recién arreglada y que con la lluvia se había quedado "sin piso" por lo que las rodadas de los coches llegaban hasta los ejes y además no teníamos otro remedio que ir dando bandazos por donde había pasado el vehículo anterior. Menos mal que llevábamos unas ruedas "pantaneras" nuevas de otra forma no se explica que pasáramos los 215 kms. sin tener que parar ni una sola vez a empujarle al coche, como tampoco nos caímos a la cuneta, después de pasar los caminos de los Mennos, que allí sí pasamos por las cunetas y por medio del campo por la enorme caída que tienen sus caminos, en cambio, las cunetas están poco profundas para evitar el empantanamiento.

Helicóptero de auxilio que tardó dos días en localizar los autobuses a causa de las nubes bajas.

Por la tarde del sábado, que ya había abierto el día, el helicóptero del ejército aterrizó junto a la casa directorio, en la explanada donde está el monumento a la Victoria,   para recibir la información exacta del lugar donde estaban los autobuses y que todavía no habían podido encontrar, por lo que no habían podido entregar los 700 kg de comida y agua. Guillermo les explicó, sobre plano el lugar exacto, pero ni aún así pudieron aterrizar hasta muy tarde debido a la lluvia y a la imposibilidad de ver el suelo. En el Paraguay este servicio de emergencia en el Chaco es bastante frecuente, ya que cada vez que caen grandes lluvias, miles de personas quedan totalmente aisladas y algunas veces con problemas serios, pues una enfermedad grave fácilmente resultar mortal, como ha ocurrido este año 2012, que las inundaciones de primeros de año han causado la muerte de una mujer joven por una peritonitis al estar completamente aislada y llegar tarde el helicóptero de rescate.

El padre de María, Hernando, los dos americanos y yo. Capataz y peón de Campo Verde.
Esta fue la tarde que pasamos en Campo Verde, jugando a las cartas, esperando que llegara la noche para comernos el cabrito que se estaba preparando en el "tatacuá", -horno de leña de forma semi-cilíndrica y que ya veréis en otra ocasión-. Lo utilizan para todo, pan, pescado, carne, tortitas, etc. etc.
Mientras Carvallo nos contaba algunas historias de vampiros, que no recuerdo, pero he buscado alguna información sobre ellos en Wikipedia que tendré mucho gusto en pasaros.

Vampiro transmisor de la rabia.
Diferencia entre murciélagos y vampiros.
La forma de distinguir a los vampiros de otros murciélagos, es por las sanguinolentas heces fecales que dejan en el piso, que desprenden fétidas emanaciones de amoniaco y de materia orgánica en descomposición. Se les puede reconocer también porque no cuelgan del techo de su refugio de las patas traseras como los demás murciélagos, sino que se apoyan perpendicularmente a las superficies usando las patas y los pulgares de sus manos. Cuando salen en busca de alimento, abandonan el refugio después de que ya lo han hecho otros murciélagos, y en las noches de luna lo hacen cuando su resplandor ya ha desaparecido o se ha ocultado por las nubes. Su vuelo es rasante, y localizan a sus víctimas guiados más bien por los sentidos de la vista y el olfato que a través de sonidos ultrasónicos como lo hacen los comedores de insectos.



Cuando localizan su presa, los vampiros se posan sobre tierra y se arrastran lentamente hacia ella hasta determinar el lugar más apropiado para morderla. Luego se posan sobre ella sin despertar su sensibilidad, apoyándose con las uñas de las patas y con los cojinetes o callosidades de los pulgares de sus manos. Generalmente muerden a su víctima detrás de las orejas, a los lados del cuello, en las ingles o en la base de la cola. A las gallinas y guajolotes, el mordisco se lo aplican en las patas o en el cuello y a los gallos en la cresta. Al hombre lo muerden en el dedo grueso del pie, en las orejas o en el hombro. Al morder, el vampiro inyecta una substancia con la saliva que adormece el lugar al mismo tiempo que inhibe la cicatrización. Su mordedura tiene forma de “V” y provoca una abundante hemorragia. El vampiro toma la sangre por succión, doblando la lengua en forma de canal invertido que con ayuda del labio inferior forma un tubo por el que fluye la sangre hacia su estómago.


En el centro de la foto se ven las piletas para la cría de langosta.
El domingo le enseñamos, al padre de María, la parte desmontada para la zona arrocera y la piscifactoría. Estaba realmente a gusto. Hernando había disfrutado con el viaje a pesar de todos los inconvenientes: igual que todos los demás. Los dos muchachos americanos están deseando empezar “La Aventura del Chaco 2ª Parte“ .

Al martes siguiente, por la mañana, regresamos a Asunción pero ya la carretera estaba casi buena. Salimos a las 7 de las mañana y a las 3, ya los había dejado en casa, y estaba comiéndome la empanada que Marcial nos había preparado para el viaje. Como el padre de María se había ido el lunes en avión, de vuelta a Asunción, llevábamos a Alejandro, el que nos prepara los pacús a la brasa. Me regaló un hermoso bastón de una madera preciosa y muy flexible, hecho a mano por él.

1 comentario:

  1. MUY POCA GENTE QUE HA TENIDO LA SUERTE DE VISITAR EL CHACO -UN AMBIENTE SECO Y ARIDO- HA DEJADO SU TESTIMONIO ESCRITO PARA QUE LA POSTERIDAD SE DELEITE POR CADA INTERESANTE AVENTURA. YO, ME RETIRABA DE CARLOS CASADO CUANDO PEPE SE INCORPORÒ CON EL PROYECTO ARROCERO, POR LO QUE NO TUVE OPORTUNIDAD DE DIALOGAR CON ÈL SOBRE MUCHOS TEMAS INHERENTES A LA REALIDAD CASADEÑA. FELICITACIONES PEPE!


















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